El viernes 11 de marzo, a las 22.30 horas, se estrena El buen destierro, pieza teatral escrita y dirigida por Alfredo Staffolani, en la Carpintería Teatro (Jean Jaures 858). La obra cuenta la historia de un joven vagabundo que, escapando de su padre, llega a una casa de retiro donde es recibido por dos religiosos que aprovecharán este extraño suceso para fantasear con la llegada de un enviado de Dios. En diálogo con El Destape, Staffolani adelantó las claves que lo llevaron a imaginar esta comedia mística incluida en el reciente libro de obras, editado por Blatt & Ríos bajo el título El buen destierro.
- ¿Cómo surge la idea de esta obra?
Me llamaron de un teatro en Múnich para que escribiera una obra sobre el tema que yo quisiera, con la condición de que tuviese que ver con la vida en Múnich. Fui a vivir por tres meses allí, para ponerme a escribir. Resulta que el departamento en el que me alojaba estaba arriba de donde había vivido (Rainer Werner) Fassbinder. Como soy muy fanático de él, primero quise idear una pieza sobre su relación con el dinero, dado que le debía mucha guita a gente de la zona. Me propuse ir a visitar a muchas de esas fuentes, pero al no saber hablar alemán –solamente inglés- me cerraron la puerta al primer timbre que toqué.
Al mismo tiempo, empecé a interesarme en el fenómeno de los Only Fans. Quería saber más sobre eso porque me habían contado la historia de un actor que tenía un Only Fans donde publicaba videos leyendo poemas, haciéndose un huevo frito, pasando el tiempo con su hijo y su esposa. Un engaño total, dado que esa plataforma negocia con el contenido sexual. Pasa que, como era un tipo muy fachero, la gente entraba. Luego de entrevistarlo, decido probar trabajando con el tema del porno. Viajé a Berlín y entrevisté a performers para seguir con la recopilación, cayendo en la cuenta de que era una temática muy difícil de sistematizar en una obra porque necesitaba otro tipo de investigación en paralelo. En el medio, estallaba la pandemia del COVID-19 en Italia.
De vuelta a Múnich, en otra casa en las afueras de la región, empecé a encontrarme con muchas iglesias. Toqué el timbre de la primera por la que pasé y salió un viejo que me contó que a las iglesias de Alemania, una vez que mueren sus residentes, las reutilizan como otros espacios -como boliches de música electrónica o fundaciones. Mientras el viejo hablaba se escuchaba New Order sonando por la radio. Ese fue el inicio de El buen destierro.
- Fue un trabajo arduo por lo que contás
Fue difícil llegar a algo que me interesara contar. En general, en las obras que realizo suelo trabajar con los mitos de origen y esta idea para El buen destierro me divertía mucho. Pensar que si dos tipos se quieren quedar en un convento, necesitan que algo se produzca. De ahí que simulan un milagro.
- ¿Qué te interesó de la búsqueda de la fe y los mecanismos para llegar a ella, como tópicos centrales?
La Iglesia católica es medio una estafa piramidal donde hay que atraer gente. Me interesa mucho la figura del líder de estos espacios. Son como padres simbólicos con los que se puede ser más bondadoso. Uno puede decirle a su padre que es un hijo de puta, pero decirles lo mismo a estos líderes es más complicado.
Otra hipótesis fundante de la obra fue que todos los cristianos adoraban -a través de la iconografía religiosa- a una serie de imágenes homo-eróticas de la constitución de Jesucristo. La pintura religiosa lo muestra a Jesucristo híper sexualizado y hegemónico, cuando en realidad hay muchísimos estudios que dicen que tenía rasgos árabes, era gordo y muy peludo. Le pedimos perdón a un hombre desnudo, le rezamos a un hombre desnudo, nos ponen estampitas en el bolsillo de un hombre desnudo.
- Dado el gran contenido religioso de la obra, ¿tenés una búsqueda espiritual marcada?
Yo soy un católico renunciado. Tuve formación de pibe pero no provengo de una familia practicante. Entre los 8 y los 20 años hice deporte de alto rendimiento, me crié en un ámbito de varones deportistas donde solo pensar en ser un hombre sensible estaba prohibido. Del otro lado, provengo de una familia muy numerosa de mujeres: madre, hermanas y muchas tías, todas católicas. En ese contexto, el modelo de lo que era ser hombre y mujer siempre estaba en debate.
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"Voy a adaptar una versión de John Gabriel Borkman, que es mi obra favorita de Henrik Ibsen, en el Complejo Teatral Buenos Aires y se va a estrenar en septiembre. Es la historia de un tipo que fue un banquero estafador y ahora está en bancarrota. Y cuando vuelve de la cárcel, por la situación vergonzante, se esconde en el sótano de su casa y no mantiene diálogo ni con su mujer ni con su hijo. En un momento, llega quien fue su viejo amor, su cuñada, y dueña de todas sus propiedades a reclamar algo de toda la matria potestad de ese hijo que estaba en debate", adelantó el autor.
Por otro lado, sobre la reescritura de esta obra, precisó: "la voy a situar en la Comodoro Rivadavia de los '90, para pensar que sucedió con los chabones de la generación de mi viejo que perdieron su oficio después del menemismo, y junto con su oficio muchas de las relaciones de poder que sostenían en sus casas. Ese lugar de autoridad patriarcal que habían sabido constituir".