Zulma (Paola Barrientos), Martita (Alejandra Flechner), Estela (Eugenia Guerty) y Raquel (Susana Pampín) son señoras de elite que se juntan a tomar el té y jugar a las cartas. Mientras “embuchan”sanguchitos, cocktails y despotrican contra sus criadas, son juezas y jurado en un crimen que las atraviesa. Tarascones, éxito teatral indiscutido desde su estreno en 2016, en el Teatro Nacional Cervantes, se está presentando en Metropolitan Sura (Avenida Corrientes 1343) todos los martes y sábados a las 20 y 20.30 horas, respectivamente. En diálogo con El Destape, la respetada Alejandra Flechner habló del éxito incuestionable de la comedia que, desde una mirada ácida, analiza a la clase alta argentina.
- No todas las obras pueden presumir el logro de estar 7 años en cartel
Sí, y nos sigue pareciendo fantástico todo lo que provoca la obra. A la vez fue alucinante poder estrenarla en junio de 2016, cuando ganó Mauricio Macri, porque por medio del material teatral pudimos drenar ciertas cuestiones de clase. Con Tarascones pudimos aprender que la clase más alta sí tiene conciencia de clase, algo que a veces pierde la clase media. Además, durante el macrismo, la obra nos permitió mantenernos económicamente y fue un refugio ante tanta tristeza.
Creo que hay un enorme aprendizaje, para los que actuamos, en el recorrido de las cosas, no solo en el resultado. Esta última fase, sobre todo en el teatro, es un lugar incierto porque podés tener la mejor obra y un elenco espectacular, y puede fallar. Es un misterio, no es una ciencia exacta.
- ¿Estuviste en esta situación que me contás?
Sí, es doloroso y se vive como un fracaso. Vivimos en un mundo donde todo se mide con la vara del éxito y el fracaso, y si bien yo le peleo al exitismo y elijo los trabajos que quiero hacer, a veces no funcionan. Me pasó con Caperucita, de Javier Daulte. La hicimos Verónica Llinás, Valeria Bertuccelli, Héctor Díaz y yo, y creo que duró un mes.
- Por la lectura feminista de la obra, pienso que podría irle muy bien ahora
Tal cual. Una obra pre marea verde. Tenía todo para funcionar, pero fue un fracaso. En este momento, el material hubiese tenido otra resonancia. Creo que se aprende más de esas experiencias que cuando te va muy bien, ya que los momentos dolorosos son como tatuajes. En cambio, la felicidad se naturaliza y no te hace preguntas. Solo la extrañás cuando no está.
- ¿Y cuáles son las felicidades que te da Tarascones?
Ir de gira por todo el país, por una política del Teatro Nacional Cervantes, fue espectacular. Fuimos a Misiones, Mendoza, hicimos la obra en centros culturales y ciudades pequeñas. En todos los lados en que la llevamos la gente se divirtió y la función explotó. La experiencia más fuerte que viví con Tarascones fue haberla presentado en una cárcel de mujeres. Lamentablemente, se dejaron de hacer giras con las obras del Cervantes y eso me parece muy jodido. El teatro estatal debería construir cultura federal por fuera de Buenos Aires.
- Post funciones en el Cervantes, iniciaron un camino de cooperativa, ¿qué desafíos tuvieron con esta forma de trabajo?
Mi origen como artista es el cooperativismo, con las Gambas al Ajillo lo viví así y con Tarascones fue un proceso similar. Cuando terminamos en el Cervantes, con mis compañeras decidimos que queríamos seguir y tras negociar el mobiliario con el teatro nos hicimos productoras de nuestro trabajo. Pusimos plata de nuestro bolsillo y encaramos la temporada en el Teatro Picadero, donde surgió una de las primeras discusiones: el precio de la entrada.
Pasábamos un teatro oficial, con una entrada muy barata, a uno más comercial, y se nos generó el debate en torno al precio de las localidades. Como entendemos que no son baratas las entradas promedio de los espectáculos de la Avenida Corrientes, decidimos seguir con un esquema parecido al del Teatro Cervantes para que nadie se quede sin la posibilidad de verla. Hicimos un día popular y regularmente hacemos sorteos; eso fue una decisión política de las cuatro. Y eso lo más lindo del cooperativismo: ser dueñas de cómo el espectáculo sale al mundo. Creo que si pudiésemos hacer Tarascones todos los martes de nuestra vida hasta el geriátrico se seguiría llenando. ¡Con lo que chupamos en la obra, decimos que vamos a terminar en diálisis!
- Dado que estamos en la época de los remakes y regresos, ¿pensás en una vuelta concreta de las Gambas al Ajillo al escenario?
No siento que vaya a suceder. No lo digo por una cuestión de relaciones personales sino porque una de las integrantes del grupo, Laura (Markert), ya no se dedica a la actuación, y ahora es docente. Con Vero (Llinás) trabajamos juntas y siento que podríamos volver a hacerlo porque circulamos en lugares más afines y cercanos. Pero los caminos de todas fueron bastante diferentes. No siento que esos cuerpos artísticos se encuentren hoy.
- ¿Ves con nostalgia los ‘80?
Nunca fui nostálgica de mi vida. Sí me pasa algo particular con el mundo en el que vivimos. Me siento un poco extranjera, por momentos, y como alguien que tiene las herramientas de pensamiento del Siglo XX en un mundo extraño que no las aplica o las desconoce. ¿Será que estoy vieja? Realmente no lo creo, me siento muy jovial.
- Pasa que hubo un cambio de paradigma muy grande con la llegada de Internet al mundo
Las pantallas, las comunicaciones mediatizadas por una inteligencia artificial telefónica y un sistema que te exige entrar en esos códigos, me angustian. A veces me pregunto cuáles van a ser los lugares donde se cocinen las preguntas, cuáles van a ser los espacios que propongan algo más amable de transitar. Desde chica tuve el sentimiento de que el mundo es un lugar difícil e injusto, un lugar de lucha constante.
- ¿Cuál fue tu primera lucha contra el mundo?
Tengo un origen de padres politizados. Nací en el ‘61, en una casa de militantes comunistas, se hacían reuniones clandestinas y se estaba en contacto con los dolores de la Argentina de esa época. En ese contexto, yo era como la foto de Mafalda con el globo terráqueo lastimado. La conciencia social que aprendí en casa es una de las cosas que más le agradezco a mis viejos.
- No me parece casual que tus dos grandes hitazos artísticos tengan una lectura política
Voy en busca de eso, siempre que se den las condiciones. Con las Gambas y Tarascones se dio y es una fiesta. Los lugares de cuestionamientos y disrupciones son mis preferidos. La política de una actriz existe, se puede hablar desde un lugar no pretencioso, en el recorrido y las decisiones de cada una. He dicho más no, que sí, con mi carrera, a riesgo de perder proyectos que me hubieran dado muchísimo dinero. Soy una privilegiada.
Ahora, las discusiones artísticas que más me interpelan -y por las que tuve algunas crisis- van de la mano de los pocos roles que hay para las mujeres de cierta edad. Cuanto más grandes somos en el mundo audiovisual, trabajamos cada vez menos.
- No tengo el registro de muchas producciones argentinas con mujeres grandes en protagónicos
No las hay. Creo que la obra Brujas debe ser la única, actualmente. Estamos en una cultura donde si sos vieja, tenés que operarte para parecer más joven, y en donde la tarasca está en manos de los varones. Todas las productoras están lideradas por varones. No lo digo con saña, soy activista feminista y muy compañera de mis compañeros, pero la paridad de género no existe en términos de espacios de trabajo y poder. Sueño con que haya un teatro de la Avenida Corrientes liderado por mujeres.
MÁS INFO
Una película sobre el Juicio a las Juntas y una serie sobre la Crisis del 2001
- Actuas en 1985, la nueva película de Santiago Mitre que estrena en septiembre. ¿Me contás cómo es tu personaje?
Es una película sobre el Juicio a las Juntas militares a través de los ojos de los fiscales Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo. El guion está armado desde las vivencias personales y familiares de estos personajes. La película tiene elementos del cine policial y yo interpreto a la esposa de Strassera, quien es interpretado por Ricardo Darín. Tengo mucha expectativa con el estreno, el guion me conmovió hasta las lágrimas. Me parece espectacular que mi hijo, que tiene 19 años, pueda ver esta película, por más que haya estudiado qué pasó en la Argentina en ese momento. La escena del Nunca Más y la posibilidad de revivir ese momento en la ficción fue un momento indescriptible, emocionante. También voy a hacer de Chiche Duhalde en la serie Diciembre 2001.
- ¡Qué personaje oscuro ese!
Y muy interesante de transitar. En esa serie son un montón de actores y somos tres actrices nomás. La Casa Rosada de ese momento estaba llena de varones. Me encantan este tipo de materiales que generan resonancia y preguntas.
- Además de Tarascones, Alejandra Flechner presentará, próximamente, las obras La madre del desierto, junto a Santiago Gobernori, y Turba (puesta que la tiene como directora) en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037) los miércoles 17 de agosto y 14 de septiembre.