Aquella niña de 15 años que revolucionó la música folklórica con su poncho en alza hoy es una mujer con la misma premisa artística que tenía en 1996: generar fiesta en el pueblo. En el cumpleaños de Soledad Pastorutti, recordamos el cambio de paradigma multigeneracional que significó y significa su intervención en el folklore.
En Alem y San Lorenzo
“De chiquita me veía donde me perdí, en Alem y San Lorenzo, donde yo crecí”.
El 12 de octubre de 1980, cuando el Día de la Diversidad Cultural aún era llamado Día de la Raza, Omar Pastorutti y Griselda Zacchino tuvieron a su primogénita: Soledad. Su niñez transcurrió en la intersección de las calles Alem y San Lorenzo de Arequito, pueblo que años más tarde cobró reconocimiento nacional por su popularidad. “Casita de rejas bancas, frente aún sin terminar”, reza su canción Nunca me fui, donde recuerda con una gran cuota de romanticismo sus días de niña en las calles de la localidad santafesina de 7 mil habitantes, en la que muchas veces tenía que inventarse sus propios mundos para mantenerse entretenida.
Hija de un mecánico y una profesora de danzas, la infancia de La Sole se basó en jugar con los chicos de su barrio, molestar a su abuela Elvira con sus travesuras, visitar a su abuela Valeria y disfrutar de sus tallarines y pelear con su hermana Natalia, un año menor que ella. Además, desde sus cuatro años, su vínculo con la música fue inevitable. Los actos de su escuela, las muestras del profesor de guitarra al que acudía y cualquier evento del pueblo eran una excusa perfecta para que pudiera descargar su histrionismo escénico. Ya en aquel entonces era palpable lo que, una década más tarde, fue confirmado por su apodo artístico: “El Huracán de Arequito”.
El vínculo de Soledad con el folklore siempre fue muy orgánico: su padre escuchaba a los clásicos de ese género e imprimió en ella un sentimiento de pertenencia a la música de raíz, a pesar de vivir en un pueblo con costumbres bastante urbanas. “Cada vez que presentaban a Horacio Guarany, mi ídolo máximo, en los festivales, yo cerraba los ojos, agarraba el desodorante de mi mamá pensando que era un micrófono, me paraba arriba de la cama y sentía esa ovación como si fuera para mí”.
El distintivo timbre que generaban sus cuerdas vocales y la insistencia de su padre, el primero en ver su talento, hicieron que la Sole comenzara a cantar en pequeños festivales de su pueblo y de la zona, a partir de sus 8 años. Esos viajes austeros y en familia cada vez eran más largos, hasta que en enero de 1995, a sus 14 años, llegó por primera vez a Cosquín.
La repercusión de esa pequeña de Arequito en las peñas del festival folklórico más importante del país fue tal que muchos artistas consagrados acudieron a verla y, finalmente, César Isella les dijo que haría lo posible por que La Sole pudiera subir al escenario mayor. “Habíamos avisado a toda la gente del pueblo, teníamos una ilusión tremenda. Estaba lista para subir y, antes de cruzar el telón, una mujer me dijo que había una disposición municipal que no permitía a menores de 15 años subir a cantar. Al día de hoy me acuerdo de estar con mi hermana sentadas en el cordón de la vereda de la Plaza Próspero Molina, donde se desarrolla el festival, muy desahuciadas. Nos daba vergüenza volver al pueblo y decir que no habíamos subido”, relató en Mi Camino al Hoy, en 2015.
La Sole estaba un poco cansada de hacer shows y el golpe de no haber podido subir a Cosquín la bajoneó aún más. Al año siguiente, cuando ya tenía 15, no quería saber nada con volver a intentarlo, pero la gran insistencia de su padre hizo posible el viaje a Córdoba. “‘Te prometo que es la última vez que yo te jodo con esto’, me dijo y fuimos a la misma peña, volvieron a ir figuras como Mercedes a verme, nos dijeron que íbamos a poder subir, todo igual al año pasado”. El intendente de Cosquín se acercó a ver de qué se trataba el fenómeno del que todo el mundo hablaba y, cuando vio el despliegue escénico de La Sole, le dijo que le conseguiría un lugar para que cantara una canción en la parte televisada del festival.
“Comenzó a correrse el comentario de una chica santafesina, de Arequito, que canta en las peñas de César Isella. Se llama, simplemente, Soledad. ¡Que sea con suerte querida!”, esbozó Julio Mahárbiz, el histórico presentador del Festival de Cosquín, y así dio comienzo al momento que marcaría un antes y un después en la relación de los argentinos con la música folklórica.
"Una persona de la gente"
“En el pueblo nos recibieron con autobombas, 2000 personas en la calle esperándonos, las mismas personas que veía todos los días. Fue una revolución, fue el comienzo de mi carrera”.
Después de los días de ensueño que vivió tras su presentación en Cosquín, el fenómeno “La Sole”, que hasta ese momento había sido regional, se convirtió en nacional. A mediados de 1996 lanzó su primer disco Poncho al Viento con Sony Music y fue un récord de ventas. En el interior era aclamada por multitudes, pero no se animaron a presentarla en la capital del país hasta 1997. “Ese fue el año que más trabajé, la llegada a Buenos Aires fue conocer un público mucho más intenso que el del interior: la foto, el autógrafo. No podía creer que la gente lloraba por mí, me empecé a acostumbrar a ser una persona de la gente. Una cosa. Esa vorágine ni me dejaba pensar en si eso estaba bien o no”.
El Festival de Jesús María es uno de los más reconocidos y convocantes del país y, en su pico máximo de fama, a sus 16 años, La Sole tenía su espacio en la grilla. “Había mucha gente afuera que quería entrar, literalmente estaban agolpándose en la puerta. Fue la primera vez en la historia de Jesús María que se suspendió la doma para que la gente pudiera entrar”. Esa noche, Soledad marcó un hito en la trayectoria del festival que aún no fue superado: 40000 personas pudieron disfrutar de su talento y carisma.
Ese mismo año, la cantante sacó su segundo disco de estudio, La Sole. El fenómeno era tan grande que ese material competía con Poncho al Viento por el primer puesto de ventas a nivel nacional. No cabían dudas de que la adolescente era la nueva dueña del público argentino.
“En 1998 habíamos programado una función en el Gran Rex, para probar. Terminamos haciendo 20”. Era tan extasiante lo que sucedía en esas presentaciones que la compañía discográfica propuso grabar un disco en vivo y así nació A Mi Gente, otro récord de ventas. En ese mismo año, Soledad fue distinguida en Madrid por Sony Music International por haber llegado en tiempo récord al millón de copias vendidas de sus álbumes. Además, Sony Music Argentina la reconoció como la artista que produjo mayores ventas en menor tiempo en la historia de la compañía.
Convertida en una celebridad de la que todos hablaban, 1999 propuso un nuevo desafío para la Sole: el cine. La Edad del Sol fue una película basada en su propia vida, que trataba sobre un grupo de egresados que viajaban a Bariloche. Ante las especulaciones y comentarios detractores de algunos, el filme se estrenó y evidenció una vez más el fenómeno que significaba Soledad: fue el éxito de la temporada, con más de un millón de entradas vendidas.
Apuesta internacional
Al mismo tiempo que se estrenaba La Edad del Sol, Soledad estaba enfocada en su tercer álbum de estudio, Yo sí quiero a mi país. Producido por Emilio Estefan, grabado en Miami y con Sony Music Latin como respaldo, ese material significaba una bisagra en la carrera de la cantante. Aunque tenía reconocimiento en países vecinos, este era un paso más grande para la proyección internacional de su música, ya que incluía ritmos de distintos países de Latinoamérica. Gracias a este disco, la arequitense hizo giras por Uruguay, Paraguay, Chile, México, Estados Unidos, España y Perú.
Si bien la imagen de Pastorutti a nivel internacional creció, el éxito no fue el esperado por la compañía. A pesar de que en Argentina el disco recibió algunas críticas por un supuesto alejamiento del folklore, las ventas locales estuvieron bien, gracias a hits como El Bahiano y Cómo Será.
Nuevo milenio
El 2000 encontró a la Sole por primera vez en el escenario del Festival de Viña del Mar, donde le otorgaron la Gaviota de Plata, y en proceso de grabación de su cuarto disco de estudio, Soledad. En ese material, la artista volvió al folklore argentino y le puso voz a canciones pertenecientes al clásico repertorio folklórico. También volvió a tocar en Buenos Aires, después de un tiempo sin hacerlo, y agotó tres funciones en el Luna Park.
Hasta el 2001, la Sole había coqueteado con otros ritmos folklóricos, pero nunca se había inclinado hacia el pop. El quinto disco se llamó Libre, fue producido por Alejandro Lerner y fue un éxito rotundo, entre otros motivos, por el track Tren del Cielo. La fusión de sonidos propios del carnavalito norteño con una estructura musical basada en la música pop pusieron una vez más a La Sole en el centro de la escena musical nacional. “Fue un disco que me devolvió a la radio FM. Nunca pensé que Tren del Cielo iba a tener el éxito que tuvo”.
En ese mismo año, la cantante protagonizó uno de los momentos más significativos de su carrera: La Sole y Horacio, juntos por única vez. En el Luna Park, Guarany y su admiradora número uno pusieron voz a canciones pertenecientes a las discografías de ambos. Esa noche quedó grabada en un álbum en vivo. “Creo que fue una de las cosas más importantes que hice en mi carrera. Todo lo que aprendí de él y lo que él siempre generó en mí se vio hecho realidad en ese espectáculo, donde la gente lloraba”.
En 2003, la masiva popularidad de La Sole en el público joven llamó la atención de Cris Morena y así se convirtió en la protagonista de Rincón de Luz, tira infanto juvenil donde compartió elenco con los entonces pequeños Gastón Soffritti, Lali Espósito, China Suárez y Agustín Sierra. Al año siguiente, la cantante hizo una extensa gira con el elenco de la telenovela, en la que se presentó siete veces en el Estadio Nokia Arena de Tel Aviv, con una capacidad de 11.000 personas.
Adonde Vayas fue lanzado en 2004 y continuó con la apuesta de Soledad a los sonidos más modernos, con un buen resultado a nivel ventas. Un año más tarde, la arequitense comenzó sus festejos por sus 10 años de carrera y estrenó el disco doble 10 Años de Soledad, que incluyó el hit Brindis.
En 2008, un año después de su casamiento con Jeremías Audoglio, con quien comenzó su relación a sus 19, La Sole volvió a sus raíces y lanzó Folklore. El material presentó una colección de canciones clásicas del repertorio folklórico latinoamericano y obtuvo una nominación a los Grammy Latinos.
Cuando su primogénita, Antonia, tenía cuatro meses de edad, en octubre del 2010, la Sole se presentó en Arequito ante miles de personas que habían concurrido desde distintas partes del país y del mundo y grabó el disco Vivo en Arequito, con canciones inéditas, algo atípico en ese tipo de álbumes. Por otro lado, ese año la cantante protagonizó el filme infantil Soledad y Larguirucho, de Manuel García Ferré.
Además del nacimiento de su segunda hija, Regina, el 2013 significó una gran oportunidad para Soledad: grabó Raíz, con Lila Downs y Niña Pastori. La apuesta Sony Music Latin se basó en unir a tres mujeres de diferentes países latinos y que cada una representara la música de su tierra. El disco fue un éxito, recibió un Grammy Latino y fue nominado a los Grammy Internacionales.
Un año después de haber lanzado Vivir Es Hoy, con invitados como Carlos Santana y Carlos Vives, en 2016 La Sole celebró los veinte años de carrera en el festival que la vio nacer artísticamente. Abel Pintos, Luciano Pereyra, Yamila Cafrune, Los Nocheros y muchos más nombres representativos del folklore nacional acompañaron a la cantante en una noche histórica para la música argentina, ya que nunca se había dado la unión de tantas figuras en el escenario mayor de Cosquín. Ese encuentro quedó documentado en el CD+DVD, 20 años.
Tan vigente como siempre
El fin de semana pasado, Soledad presentó su disco Parte De Mí en tres funciones en el Movistar Arena, donde desplegó su histrionismo en una puesta llena de pantallas led y plataformas que hicieron un espectáculo por sí solas. A 25 años de aquel primer Cosquín, la Sole continúa aferrada al folklore y se anima a explorar otros terrenos musicales, pero la energía escénica que cautivó a la Argentina en 1996 está intacta.