Jacoby y un libro que sobre Virus que captura un clima de época

27 de octubre, 2023 | 20.43

(Por Dolores Pruneda Paz) En su libro "Superficies de placer", el artista y sociólogo Roberto Jacoby repasa, a través de la revisión que hace de su trabajo como uno de los letristas del grupo Virus, un momento específico de la Argentina, cuando el rock, espacio de las juventudes que se revelaban contra la pacatería social y trinchera de protesta y denuncia de de la dictadura más sangrienta del país, se topa con un fenómeno que no termina de decodificar, el de una alegría irónica y mordaz que desentona con sus cánones de insumisión cultural viril y heteronormada.

El trap, Bizarrap, la música como goce y las artes visuales, fueron parte del diálogo que Jacoby mantuvo con Télam con la excusa de la publicación de este nuevo libro, publicado por Planeta, donde recorre las letras creadas junto al mítico Federico Moura y otros músicos fundamentales de la escena rockera latinoamericana.

Ironía, hedonismo, crítica mordaz, sexualidad ardiente, catarsis, marginalidad y refinamiento, son algunas de las cuestiones que lleva Virus a esa escena de la contracultura de inicio de los años 80 en el país, plantando su semilla junto a otros tantos grupos -”lo que uno hace no sale nunca de un repollo, siempre hay otras referencias”, advertirá Jacoby durante la entrevista-, para abrir un espacio de libertad y, entre otras cuestiones, de visibilidad a disidencias sexuales vapuleadas incluso dentro de la contracultura.

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“La intervención cultural (interferencia) de Virus y Roberto Jacoby llegó sobrada de elegancia cosmopolita, charme callejero, íconoclase universalista porteña, marginalidad carioca y queerdom. Llegaba para despertar la escena pop y poner en hora los relojes de un rock local que parecía disfrutar de cierto síndrome de Estocolmo en los primeros compases de los años 80, apegado a unos valores difusos”, resume Andrés Calamaro en el prefacio del libro escrito por Jacoby (Buenos Aires, 1944) mientras estuvo recluido en una quinta del conurbano bonaerense durante la pandemia que trajo el virus del Covid’19.

Pero no es solo de Virus ni de los múltiples sentidos de algunas de sus canciones de lo que habla este libro: prolijamente comentadas por Jacoby -desde los iniciáticos álbumes Wadu Wadu y Recrudece, pasando por Imágenes Paganas, entre otros, hasta Tierra de Fuego-; estas páginas habla del juego como filosofía vital.

En esas canciones, “el juego de palabras no es un envoltorio para esos sentidos sino el sentido en sí mismo, porque el juego no precisa explicarse”, escribe el autor, que no se detiene ahí, llega hasta el presente en el relato sobre su tendencia por componer letras y grabar sus propios y singulares discos, desde su “infanto senil” proyecto Chacra 99 de fin de siglo, pasando por el Cemento de la crisis 2001, hasta los menos lejanos álbumes Tocame el rok, de 2010, Golosina caníbal, de 2018 y algunos boleros con lo que se encontró en la reclusión pandémica de 2020.

“En algún sentido acá hay un trabajo sobre el tiempo -reconoce Jacoby-, porque es un volver atrás y mirar todo lo que uno ha hecho: juntarlo, mirarlo y recordar sobre eso, hacerlo productivo nuevamente”. Hacer letras, dice “fue algo que me cambió la vida, me orientó un poco hacia otro lado”.

“Yo era fundamentalmente un artista visual conceptual de arte contemporáneo; me dediqué a actividades sociológicas y a la investigación; en los 60 formé un grupo artístico que se propuso trabajar con los medios de comunicación de masas y fue muy importante circunscribir un terreno de reflexión y de tareas, pero después fui cambiando hasta que en el 81 empezamos a trabajar con Federico en algo que ni me imaginaba que iba a suceder”, repasa.

“Hacer las cosas porque uno tiene ganas, nada más”

“Eso me abrió muchas perspectivas -dice-, volví a cosas de arte, empecé a trabajar obras con mucha gente, creé mis propias redes de artistas, organicé una institución de investigaciones artísticas que duró 10 años, contribuí a la existencia de Ramona, una revista de arte visuales que también duró 10 años y que, casualmente, no tenía imágenes. Ese es el tipo de cosas que me gustan, moverme en esas contradicciones o en esas construcciones que también están en mis letras”.

Lo grafica: “tengo una canción que se llama Dije y todo el argumento está construído sobre el decir, no sobre un dije”, alhaja o joya pequeña que se lleva colgando de una cadena o pulsera. Otro tema usa la palabra océano en su estribillo, “es el intento de un encuentro que falla ‘o sea, no’, y toda la letra está hecha sobre cuestiones marítimas: todo tiene que ver con barco, con naufragios, que también puede ser ese ‘o sea, no’, un barco que no llegó. Mis letras no son optimistas”, advierte.

-Télam: Pero esas letras tienen que ver con la decisión de jugar y eso sí es optimista.

-Roberto Jacoby: Exacto, lo fundamental es jugar, trabajar con las formas de libertad. Virus empezó en una época en que veníamos de una tremenda represión, había toda una sociedad aterrorizada y nosotros trabajábamos sobre la alegría, sobre producir alegría. Por eso tantos chistes, por eso tienen tanto humor las letras, no todas, pero muchas sí. Tuve suerte, porque todo esto fue algo que pasó, no fue algo buscado, fue una cosa que sucedió y que me quedó para toda la vida. Después de mi colaboración con Virus seguí trabajando, escribiendo, produciendo discos, cantando también.

-T: Y la pandemia te agarró con un proyecto, una época especialmente cruenta con los mayores de 60, a quienes les anunciaban catástrofe y muerte todo el tiempo.

-R.J: Fue la única manera de soportarlo, pero en mi vida tuve bastantes situaciones así, cuando nací todavía no había terminado la Segunda Guerra Mundial, ahí de algún modo el genocidio estaba presente; después presencié los bombardeos de Plaza de Mayo, vivía a 10 cuadras y veía los aviones que iban a tirar a plaza; después la dictadura, otro genocidio; el HIV, otro genocidio; o sea, la pandemia no fue una experiencia inicial. Fue una cuestión generacional, tuve y tengo todavía una vida interesante. Es una maldición china, te dicen: 'que vivas en tiempos interesantes'.

-T: El libro captura un clima de época y habla del juego como resistencia, como carne de una libertad que parece contraria al registro urgente actual, a la exigencia de ser productivo, de responder a demanda.

-RJ: Sin embargo la gente más joven que está haciendo música juega también, el trap es uno de los más geniales juegos y muy interesante, muy lindos, con canciones muy buenas; y también es un negocio, obvio, pero no lo empezaron como negocio,lo empezaron cantando, porque querían, y después se convirtió en una cosa masiva y ahí se convirtió en dinero.

-T: Lo que hace 40 años era el rock para la sociedad ahora lo es el trap, una corriente musical que refleja las deconstrucciones del presente: la asimilación rápida de la información para incorporarla a un discurso y un ritmo, por ejemplo, que habla de otra época de la comunicación.

-RJ: Es fabuloso, mezclan todo, palabras, situaciones. La letra es lo que manda, esa es la diferencia con las canciones que conocíamos, en el rap el arreglo musical tiene que ser bueno pero lo que lo distingue es que el cantante y el que escribe es la misma persona y que además escribe al mismo tiempo que canta. Mirá Bizarrap, que hace la producción musical de un montón de artistas, cantantes, escritores, productores y es uno solo. Es algo totalmente diferente y sumamente novedoso también. Siempre se dice que la juventud no estudia ni sabe nada, que no saben historia ni saben hablar, que tienen un lenguaje compuesto por 50 palabras, y acá se demuestra que no es así, es un lenguaje riquísimo.

-T: ¿Hay alguna vinculación entre la revisión que hacés en este libro y la desmaterialización que con ironía anunciaste en marzo cuando subastante cientos de obras de reconocidos artistas argentinos: un deseo de legar, entregar, de pasar en limpio?

-R:J: Las pinturas que tengo son de amigos, entonces tienen un significado personal

y a veces muy fuerte porque muchos de ellos no están vivos, pero además un cuadro sintetiza o deja ver tremendas cosas de cada persona y eso tiene un peso; conviví un montón de años con 100 cuadros colgados en mi casa, ahora no hay uno.

Todo lo que hice en relación a la música lo hice con mucho placer y me trajo satisfacciones y beneficios de todo tipo, lo vinculado al arte visual más o menos, es un ámbito donde tengo cierto prestigio por ciertas cosas en determinados momentos, pero no tanto goce. Son cosas muy pensadas, muy teóricas o filosóficas, no es que no lo haya pasado bien ni nada, pero no es lo mismo que la canción. Vos te ponés a escribir una canción, la grabás y a la semana ya la están escuchando; en cambio cuando te ponés a hacer una obra de esas complicadas tardan por ahí 20 años hasta que le dan bola, en mi caso 40.

Con información de Télam