(Por Claudia Lorenzón) El estreno en cines de "Un crimen argentino", basada en la novela que Reynaldo Sietecase escribió a partir del estremecedor asesinato de un empresario rosarino en 1980, vuelve con una nueva publicación de esa obra, diez veces reeditada, que llega 20 años después a la pantalla y se filmó en los escenarios donde ocurrieron los hechos, durante la última dictadura argentina.
Conocer a Juan Carlos Masciaro, el hombre que en diciembre de 1980 asesinó al conocido empresario rosarino Jorge Salomón Sauan, fue el germen que de a poco llevó a Sietecase a escribir el libro, su primera obra de ficción, publicada por primera vez en 2002, a la que luego le siguieron otras, también en clave policial.
Dotado de buen ritmo e intriga, el thriller transita por los complejos pliegues de la personalidad del asesino, identificado en la ficción como Mariano Márquez -hijo de un militar severo y maltratador, y una madre entre sumisa y ausente- que urde un crimen destinado a no dejar huellas, disolviendo el cuerpo del empresario -que en la película cambia su nombre real por el de Gabriel Samid- en ácido sulfúrico, bajo la premisa de que "sin cuerpo no hay delito".
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A la desaparición de Sauan , un hombre soltero, herido tras una ruptura amorosa y figura de bares y restaurantes de la noche rosarina, siguió un pedido de recompensa de un millón de dólares por la aparición del empresario, que dio lugar a una investigación judicial, de la que en paralelo participaron mandos militares, urgidos por el esclarecimiento del crimen, quienes entorpecieron los tiempos y procedimientos de la justicia con métodos ilegales propios de esos tiempos de tortura y desaparición.
La película, que aborda precisamente el desarrollo de la investigación judicial, fue rodada en Rosario bajo la dirección de Lucas Combina, y con los roles protagónicos de Nicolás Francella y Matías Mayer, en la piel de dos jóvenes secretarios de un juzgado de instrucción, que inician la investigación pocas semanas antes de que uno de ellos emigre a España.
A esas actuaciones se suman las de Malena Sánchez, Luis Luque, Alberto Ajaka, Rita Cortese y César Bordón, que forman parte de un elenco al que se suma con una participación especial de Darío Grandinetti, como el abogado Márquez.
En la génesis de esta novela, primera obra de ficción de Sietecase, intervinieron "el destino, el azar y un motín en la cárcel de Coronda", recuerda en diálogo con Télam el autor, quien ese momento trabajaba en Rosario 12 y mientras entrevistaba al secretario de Justicia de la provincia estalló el motín y le pidió al funcionario que lo llevara con él para cubrir esa información, ante la interrupción de la entrevista.
"El funcionario accedió a llevarme y cuando estuve en el penal no sólo cubrí el motín sino que pregunté por un personaje que era célebre por haber asesinado a un empresario y haber disuelto su cadáver en ácido sulfúrico", recuerda en diálogo con Télam.
El abogado Masciaro, que previo al asesinato de Sauan, había estado preso por defraudación y estafa, sedujo a Sietecase en una charla a la que luego le siguieron otras. "Me deslumbró con sus conocimientos de la situación de los presos y me aseguró que era inocente. Desde ese día me puse a investigar el caso y en 1998 a instancias de Tomás Eloy Martínez me dispuse a escribirla como una novela".
"Yo había escrito un texto periodístico sobre el caso en el marco de un taller de la Fundación García Márquez, fue en ese momento que Tomás me dijo: 'Usted tiene una novela allí, pero no sé si podrá escribirla'. Fue su generosa manera de empujarme a escribirla y de señalarme que la historia pedía ficción. Y lo hice", recuerda.
Esa obra significó para el escritor y periodista un ingreso a la narrativa de la mano del género policial que dio como resultado también el libro de cuentos "Pendejos" y las novelas "A cuántos hay que matar" y "No pidas nada".
En este juego entre realidad y ficción en el que se inscribe la obra, Sietecase dice haber construido el perfil del abogado "con datos reales y con datos imaginados" donde se cuelan un constante afán por el delito, la atracción amorosa por una tía, hermana de la madre, y los castigos y amenazas a los que lo sometía su padre. "Se trata de una novela que está basada en un hecho real muy conmocionante", afirma el autor de la obra en la que el asesino para concretar el crimen compra un tanque cilíndrico de fibrocemento, bolsas de tierra, dos bidones de ácido sulfúrico y un ficus, con los que intentará no dejar rastro del cuerpo diluido de su víctima.
"Desde que lo conocí en la cárcel hablé cuatro o cinco veces con él, cuando salió de prisión me llamó por teléfono, pero no me fue de mucha ayuda para componer el personaje. Era un gran fabulador y yo no estaba dispuesto a disputar con él un lugar que sólo pertenece al escritor", relata Sietecase.
La forma de concretar el asesinato por parte del abogado, cuya intención es hacer desaparecer un cuerpo, remite sin lugar a dudas al período de tiempo marcado por la dictadura cívico-militar donde el gobierno de facto instrumentó como forma de persecución, la detención y desaparición de personas, que en Argentina asciende a 30 mil desaparecidos. Por eso, para el autor "Un crimen argentino" (Alfaguara) refiere a una forma de matar. "Yo suelo decir que las sociedades también pueden definirse por sus formas de matar y la desaparición de cuerpos es una marca argentina que nos atraviesa desde la revolución de Mayo al segundo milenio", subraya.
Producida por Juan Pablo Buscarini y con guion a cargo de Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti, Sietecase se manifiesta a gusto con el thriller llevado a la pantalla: "Me alegró mucho que se haya concretado y más me alegra el resultado, es una gran película, con actuaciones notables".
La posibilidad de llevar la novela al cine siempre fue un objetivo del periodista, que vio frustrarse esa iniciativa varias veces. "Desde que se publicó hace veinte años estuvo tres veces por filmarse, pero esos intentos se frustraron. La tenacidad del productor Juan Pablo Buscarini, rosarino como yo, fue fundamental para que el proyecto se concrete. Él tiene todo el mérito, yo sólo confié en su entusiasmo y supe esperar", afirma el autor.
La historia impactó a gran parte de la sociedad de aquellos años cuando Sietecase y Buscarini eran adolescentes. "Este hecho también nos atravesó en nuestra adolescencia y los dos queríamos contarla en imágenes".
En cuanto al guion, Sietecase dice que fue invitado a participar pero desistió de esa posibilidad. "No es un registro que yo maneje, y estoy tapado de trabajo y escribiendo otra novela. Me pareció que era mejor dejar esa tarea en profesionales. El trabajo de Sebastián Pivotto, Jorge Bechara y Matías Bertilotti fue estupendo. Estuvimos en contacto y fui opinando sobre el proceso. Siempre me escucharon. También creo que fue importante soltar. Es una película basada en mi libro, es otra obra", señala.
El periodista y poeta también destaca el elenco de actores y afirma: "Las actuaciones me parecieron formidables. Es un elenco muy sólido, una especie de selección nacional de la actuación. En el caso de Darío Grandinetti, además, tiene un impresionante parecido con el personaje real".
Que la obra se haya filmado en Rosario también entusiasma al autor, quien dice que "fue una apuesta de Buscarini, un gesto extraordinario de confianza en el talento local, el 80 por ciento de los técnicos son rosarinos. Además muchos roles secundarios son cumplidos por rosarinos. Bueno, Grandinetti también lo es. Poder filmar en los lugares donde ocurrieron los hechos le da una potencia inusual a la historia".
Con información de Télam