(Por Ana Clara Pérez Cotten) Novela de culto de uno de esos autores que logran exorcizar su propia biografía cuando logran publicar, Fat City, del norteamericano Leonard Gardner, fue recuperada por el sello Chai para que los lectores hispanoparlantes accedan a un clásico que narra de forma magistral una historia de boxeadores para indagar en la soledad, la amistad y los destinos truncos, en una expedición al corazón de la narrativa norteamericana.
Billy Tully, el protagonista de esta novela de perdedores que conquista al lector en menos de 200 páginas, es un boxeador común y corriente que, tras peleas repetidas coreográficamente cada 15 días, finalmente tiene la fortuna de encontrar una oportunidad y aprovecharla al máximo gracias a su determinación (Y con un poco de ayuda del destino). Sin embargo, la redención de Tully es esquiva y el protagonista es supremamente consciente del destino de su clase y las marcas del alcohol, un matrimonio también conflictivo y cruel y el trabajo sin pausa de los jornaleros en los campos de cultivo.
Con un sombrero de paja nuevo, Billy Tully se arrastró durante siete días por las plantaciones de cebollas, hasta que una mañana se encontró otra vez en la calle oscura del alba, entre multitudes de trabajadores abandonados por los colectivos, dolorosamente despierto y sin nada que hacer a una hora imposible: las 5 a.m", se lee en la traducción afinada de Juan Nadalini para Chai.
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"Los jornaleros se quejaron durante un rato de los inmigrantes mexicanos, comentaron que en las fábricas de enlatados estaban contratando, hicieron circular botellas, se arrodillaron en umbrales para jugar furtivamente a los dados, y con las primeras luces azules del amanecer se dispersaron -por Main y por Market, por Central y por El Dorado - hacia los hoteles, hacia el césped en sombra de Washington Square, hacia cafés chinos y mexicanos, y hacia los pocos bares que para ese momento volvían a abrir sus puertas, recrea Gardner sobre el clima social que envuelve a Tully mientras busca la redención en unos guantes que le permitirían salir del amateurismo.
Crece, en forma paralela, la historia de Ernie Munger, quien dedica su tiempo en el gimnasio perfeccionando sus golpes, y gracias al consejo de Billy, logra establecer contacto con un entrenador y comienza a ganar peleas.
El boxeo es el deporte que une el devenir de los protagonistas entre el gimnasio Lido, el Hotel Coma y los almuerzos en los restaurantes de la calle principal. Y aunque es el eje en torno al que giran sus vidas, Fat city no es una novela de boxeo sino un relato clásico de la literatura norteamericana con ecos de Clint Eastwood, las miradas perdidas que recreaba Edward Hopper y los registros de la cultura white trash, en la intersección de la amargura y el entretenimiento.
En 2016, la colección New York Review Book Classics decidió sumar Fat City a sus filas, sellando su condición de clásico al enlistarlo en el canon.
Gardner, nacido en 1933, pasó su infancia y adolescencia en Stockton, California, inmerso en el entorno de una ciudad que marcaría su biografía y su obra y, como propone el escritor Mauro Libertella en el prólogo, quedó anclada en las 300 mil personas como una postal de palmeras raquíticas y diners abiertos toda la noche.
Para financiar su pasión por la escritura, Gardner trabajó a cargo de un garaje durante cuatro años mientras se adentraba en la creación Fat City, una obra que capturaba la esencia del mundo que lo rodeaba: los combates de boxeo amateur, los gimnasios llenos de sudor y los bares su ciudad.
En 1970 comenzó a llegar el reconocimiento a su talento literario. Fue galardonado con la prestigiosa Guggenheim Fellowship, un logro que impulsó su carrera y lo colocó en el panorama literario, y "Fat City" lo llevó a ser finalista del National Book Award ese año, compartiendo el reconocimiento con figuras destacadas como Kurt Vonnegut y Joyce Carol Oates.
El director de cine John Huston reconoció inmediatamente que detrás de aquella novela había un clásico y en 1972 decidió llevarla a la gran pantalla con una adaptación magistral a cuatro manos, una película que contribuyó a restablecer su reputación como uno de los grandes directores norteamericanos.
Gardner tiene 90 años y vive en Marin County, pero no volvió a publicar más que algunas notas para revistas literarias, algo que acrecienta el mito. Libertella lo define como el modelo del autor que se vacía con el ejercicio: Quizás un escritor así solo puede escribir un libro. Ahora tiene más de noventa años y hace veinte que asegura, al que se lo pregunta, que está ´puliendo una novela. Hay que verlo: un hombre que se pasa toda una vida ajustando la terminación de una frase, modificando un adjetivo, quitando un paréntesis. Gardner encarnó, en esos remotos años sesenta, el gran mito del escritor que escribe desde la vida.
De niño estuve enfermo de fiebre reumática. Me pasé dieciocho meses postrado en cama. Apenas podía leer. ¿Y qué haces en esa situación? Debo haber soñado despierto, una y otra vez. Creaba todo tipo de historias en mi cabeza. Lo que no entiendo es por qué no me convertí en el tipo de escritor que publica una docena de libros, contó en una entrevista publicada por The Paris Review en 2019, cuando se celebraron 50 años de la publicación de su única novela.
Y aunque Fat City adopte la dinámica de un relato de perdedores, es una novela cargada de energía, seductora y que cautivará al lector que acompañe a los personaje en la adversidad para, solo después, poder entender cierta vitalidad.
Con información de Télam