(Por Ana Clara Pérez Cotten) Entre filas interminables y con distintos fines que cruzaban todo el predio de La Rural, salas abarrotadas, pabellones que por momentos parecían hormigueros y ventas generosas aún en un contexto económico complejo, la 47° edición Feria del Libro de Buenos Aires mostró una postal de su mejor esplendor, en una jornada en la que confluyeron la española Irene Vallejo, Juan Manuel Abal Medina y la escritora juvenil Joana Marcús, pero también el economista José Luis Espert y el actor Benjamín Vicuña.
Con paciencia y estoicismo, miles de personas aceptaron la condición que la Feria pidió durante el último sábado: hacer fila para todo. Para comprar un café, para entrar al baño, para pagar los libros elegidos en (casi todos) los stands, para conseguir el número que se repartía minutos antes de las charlas o para lograr la firma del autor en la página inaugural del libro era necesario hacer fila. Esa dinámica hizo que en los pabellones de La Rural pero también en el exterior se intersectaran las interminables formaciones. Así, los lectores de El infinito en un junco de la filóloga española Irene Vallejo se mezclaron con las fans del actor chileno Benjamín Vicuña, que llegó a la Feria para presentar Blanca, la niña que quería volar, uno de los libros más vendidos y que generó una suerte de boom. La escritora juvenil Joana Marcús podrá contar en España que se pasó más de ocho horas firmando libros en Buenos Aires. Algo similar podrá relatar la venezolana Ariana Godoy, una de las superestrellas latinoamericanas de la plataforma Wattpad que tras el éxito de "A través de mi ventana" vino a presentar "Revelación".
Aquel entramado funcionó como una metáfora perfecta de la oferta variopinta de la Feria y de la diversidad bibliográfica que la caracteriza.
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Pasadas las 14, Benjamín Vicuña ingresó a la Sala Cortázar. Como el espacio estaba abarrotado, sus seguidoras y varias cámaras de televisión lo esperaron en el exterior. La postal de su visita dejó gritos de emoción, corridas acotadas por guardaespaldas y una fila de más de cien metros en el stand de Planeta para comprar su libro.
Mientras muchos visitantes apuraban el paso para llegar a alguna de las más de treinta charlas pautadas para la jornada, otros decidieron hacer un alto con una merienda en el piso, estilo picnic, mientras hojeaban los libros que habían comprado. Para tomar un café en alguna de las confiterías instaladas en el predio había que hacer más de cuarenta minutos de fila; muchos desistían. Afuera, en las gradas y bajo el mítico Cultivar el suelo es servir a la patria que enmarca la pista de La Rural, muchos otros disfrutaban de un descanso al sol.
En la Sala Gorostiza y acompañado por Elena Castiñeira, Juan Pablo Kryskowski, Hernán Brienza y la editora Paula Pérez Alonso, Juan Manuel Abal Medina (hijo) presentó el libro que escribió su padre, el histórico secretario general del Movimiento Peronista entre 1972 y 1974 y hermano de Fernando Abal Medina, el fundador de Montoneros. `Conocer a Perón´ es un libro que habla del pasado para hablar del futuro y de la condición humana. Le hace justicia a Perón y a la época pero no desde la emocionalidad sino desde la racionalidad. Es el libro más interesante sobre los 70 porque deja en claro hasta qué punto fueron justos pero terribles, advirtió Brienza, autor del prólogo, ante el auditorio. Abal Medina contó que su padre escribió el libro durante dos meses y medio interpelado por las preguntas de sus dos editores, Juan Manuel Becerra y Pérez Alonso. Y consideró que el texto cosechó mucha repercusión porque logró una lectura no moralizante y sincera de aquellos años. Durante el proceso yo le pedía que moderara algo o que sacara algún adjetivo y él se negaba. Creo que esas decisiones hicieron que el texto destilara honestidad. Es la visión de un protagonista la que se puede leer. Pero también gracias a eso podemos acceder a un Perón tierno y lleno de decisiones políticas que muchas veces la historia nos niega, analizó Abal Medina y contó que su padre, a pesar de no poder estar en la presentación por el enfisema que le impide salir de su casa, siguió la charla a distancia muy atentamente.
Una hora después, la historia argentina convocó en la misma sala a más de doscientas personas para escuchar al escritor y profesor de Historia Eduardo Sacheri, quien presentó "Los días de la Revolución (1806-1820)". Con la moderación de la historiadora Camila Perochena, Sacheri repasó los ejes fundamentales de la historia y, provocador, interpeló al público: La historia no se repite. Es mentira eso. Lo siento. Ese intento de mezclar lo que pasó hace 200 años con lo que nos pasa ahora no nos lleva a ningún lado. En sintonía, Perochena pidió hacer el ejercicio de distinguir entre Historia y Memoria: Mientras la Historia busca entender con complejidad los hechos, la Memoria narra de forma militante para justificar o cambiar el presente y achica la distancia entre pasado y presente.
Mientras tanto, el economista José Luis Espert era entrevistado por Luis Novaresio ante un auditorio repleto y consistente con otra postal que dejó esta edición de la Feria: la importante convocatoria de jóvenes que cultivaron dirigentes y economistas de derecha.
Menos rimbombante que Espert pero con más elementos para el análisis, en la Sala Alfonsina Storni el politólogo colombiano Alberto Vergara presentaba el libro "Repúblicas defraudadas", que intenta iluminar las crisis de las democracias latinoamericanas. No me gusta la dicotomía entre pesimistas y optimistas porque es algo casi caprichoso. Pero la realidad es que si uno analiza los últimos setenta años en nuestro continente no hay muchos motivos para ser optimista, no hay países que hayan podido dar un gran salto. No hay margen para el tono de autoayuda en la política de nuestra región, dijo el autor, quien hizo una encendida defensa del ensayo porque permite salir de los textos para cinco sabios de la universidad y permiten llegar al ciudadano interesado por la cuestión pública.
Mientras gran parte de la jornada se cursó en las charlas variadas y convocantes, en la gran parte de los stands había filas de entre cinco y diez personas para poder pagar los libros elegidos. La postal -que se pudo ver con claridad en la última edición, signada por la algarabía de la salida de la pandemia- fue sin dudas más compleja este año, en una economía signada por la inflación. El último fin de semana, sin embargo, la Feria mostró su músculo y las ventas parecieron repuntar para un cierre que los organizadores esperan con expectativa y con el anhelo de que al menos empate a la edición anterior.
Con información de Télam