Pasadas las nueve de la noche del viernes, las luces del Teatro Ópera se apagaron y el telón comenzó a subir. El escenario se exhibió dividido en dos partes: a la derecha, la Orquesta Aeropuerto 2000 y a la izquierda, la banda de Patricia Sosa. Los músicos tocaron una introducción en la que lo sinfónico tuvo su protagonismo hasta que la cantante se apersonó en la escena con un look en tonos negros con detalles en plateado, recibida por una ovación.
Salva lo que queda fue la primera canción que la artista interpretó ante un público calmo y sereno después de los aplausos de recibida. El clima tranquilo desapareció cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de Estamos en Acción, track emblema de la banda de hard rock que Sosa y Oscar Mediavilla tuvieron en los 80, La Torre.
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Rodeada de sus músicos y de las velas que formaban parte de la escenografía, Patricia demostró una vez más que el paso del tiempo no significó una merma en su energía escénica: bailó, saltó y agitó al público al son de los arreglos súper power de su banda rockera fusionada con la orquesta sinfónica dirigida por Nestor Tedesco, durante las dos horas y media que duró el show.
“Estamos aquí, tratando de cambiar el mundo”, rezaba Patricia en la tercera pieza interpretada, también perteneciente a la discografía de La Torre. La rocker aprovechó el contenido de crítica social de la canción para hacer una reflexión al respecto y así se dieron sus primeras palabras ante el público: apeló a la sensibilidad y solidaridad de la gente con un discurso sobre las falencias del sistema y cerró la canción con un bis coreado por todo el teatro.
Las pantallas ubicadas al fondo cumplieron un rol fundamental en relación a la estética del show; en ciertos momentos con animaciones alusivas a los conceptos de las canciones y en otros, con la transmisión en vivo de lo que ocurría en el escenario.
Luz de mi vida fue una de las baladas hit de los 90 y los primeros acordes de esta canción provocaron euforia en el público; la gente cantó cada fragmento de la pieza a todo pulmón. “Me encanta cuando me la cantan a mí”, dijo Patricia al finalizar el tema y apuntó a su público con su micrófono: las 2000 almas presentes en el Ópera se unieron en una armonía tan perfecta que pareció ensayada e interpretaron para su ídola el estribillo de su canción.
Tu Ego y El Valor de mis Sueños fueron las piezas que sonaron a continuación; la primera, compuesta en cuarentena y la segunda, una balada rockera perteneciente a su disco Lija y Terciopelo (2007). Patricia viajó al 2004 y a su disco Toda al interpretar Escríbeme, una balada de amor en cuya interpretación le entregó una carta a cada uno de los músicos de la orquesta sinfónica que la acompañó y a su director. “¿Les gustaron sus cartitas?”, preguntó Sosa en el cierre ante la mirada aprobatoria de sus colegas.
El rock pesado volvió de la mano de No me vencerán jamás, otro clásico de la banda a la que Sosa le rindió tributo con el disco Desde La Torre, en 2012. Pero el clima bullicioso no duró mucho tiempo: el siguiente track fue Canción de sanidad de Juan Luis Guerra, interpretado en un set acústico formado por su guitarrista y tres músicos de la orquesta que pasaron el frente con su violín, flauta y violoncello, respectivamente.
Mi Amor Eterno, No te rindas y El mar más grande que hay mantuvieron el espíritu sensible del público activo para dar paso al segundo cover de la noche: Nos veremos otra vez de Serú Girán, dedicada al histórico guitarrista de Patricia fallecido en 2019, Daniel Leis. El clásico Alfonsina y el mar es una zamba elegida por Sosa desde hace décadas para el repertorio de sus conciertos y esta ocasión no fue la excepción: la cantó con sus cuerdas vocales intactas a pesar de su larga trayectoria.
“Qué bueno que estuvo. Me encanta cuando salen a bailar. Acá adelante chaparon un poco”, soltó Patricia entre risas en alusión a las parejas que se pararon para bailar en los pasillos del Ópera al son de la icónica balada Endúlzame los Oídos. Pasado el momento de ternura y coqueteo, el público se aplacó con las canciones Mientras Tanto y Mundo sin Violencia.
Después de varios guiños a sus años rockeros de los 80, el momento cúlmine de homenaje a La Torre fue con Solo quiero Rock And Roll. El bailable riff de guitarra puso a todo el público a saltar, interpelado por la nostalgia a través de las imágenes de la banda que aparecían en las pantallas mientras Patricia interpretaba ese clásico.
El espíritu festivo que dejó Solor quiero Rock and Roll se mantuvo intacto, e incluso aumentó, con Hasta donde Dios me Quiera Llevar. “Esta es para que la bailen, la canten, hagan lo que quieran”, soltó y su gente le hizo caso: los pasillos se llenaron de fans arengando al sol del track y todo el Ópera se paró para expresar su euforia.
El típico simulacro de final de show duró menos de un minuto en el que el telón bajó y subió para que Sosa volviera al escenario con un cover de Todos Me Miran de Gloria Trevi. Si bien este hit puso a cantar a todo el teatro, su presencia en el repertorio fue algo disonante a nivel conceptual.
Los amagues y las bromas terminaron cuando comenzaron a sonar los primeros acordes de Aprender a Volar: ahí sí no quedaron dudas de que era la última canción. Fiel al concepto del concierto, Patricia interpeló una vez más a su público respecto de la desigualdades del mundo y de las maneras de empezar a cambiarlo a partir de acciones individuales. Con un cálido saludo a cada sector de las plateas del Ópera, la cantante desapareció del escenario y el telón bajó por última vez.