(Por Dolores Pruneda Paz). "El testimonio y los huesos" da título a una de las obras más intimistas y perturbadoras de la 4ª Bienal de Performance (BP.2021), site specific a cargo de Tamara Kuselman llevado adelante por seis artistas que trabajan sobre sus propios traumas (manipulación, abuso, violencia), a través de acciones de 15 minutos que se desarrollan durante todo el día, distribuidas en seis salas del Centro Cultural Kirchner (CCK), en forma continuada, simultánea y ante un único espectador por vez, convirtiéndolo así en testigo solitario y depositario de la inquietante pregunta que sugieren: ¿es sólo de ellas eso que las atraviesa?
El trauma que no se tramita, las emociones que no se metabolizan quedan en el cuerpo y lo cambian, intervienen en la postura, la gestualidad, la fisiología y es desde el cuerpo precisamente, a través de la performance, que Kuselman recupera traumas reales, probablemente amansados, trabajados, para que sus propias protagonistas los narren desde ese mismo cuerpo, contraponiendo esa primera lengua del trauma con un lenguaje donde interviene la voluntad y la propia elaboración.
El proyecto presenta seis narraciones que reflexionan sobre las formas de comunicar lo traumático al mundo, con un lenguaje que trasciende la palabra, está en la memoria del cuerpo, e invita a esa audiencia unipersonal -que puede hacer el recorrido completo o en forma parcial- a distinguir y hacer visible "aquello que llega para irrumpir y sacudirnos", resume Kuselman en diálogo con Télam.
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Estas performances, destinadas a una audiencia limitada en tanto se trata de seis repeticiones diarias durante cuatro días (hasta el sábado próximo) de seis acciones diferentes y simultáneas, cada una realizada por una única protagonista frente a un público conformado por una única persona, demarcan espacios casi privados de reflexión que también giran en torno a "la vulnerabilidad que supone explorar las complejidades propias de cada ser humane", explica la autora nacida en 1980 en Buenos Aires.
Belén Coluccio, Clelia Pucci, Denise Groesman, Valeria Polorena, Jazmín Ruffo, Juli Romano, cada una representa con su cuerpo historias personales fuertes, algunas más metafóricas que otras, cada una de ellas escogió cómo llevarla adelante. Desde el hall del CCK cada performer guía a ese único espectador hasta donde van a realizarse los actos performáticos y ese único espectador queda a solas con ella, en una acción que genera un vínculo muy privado y recupera el contacto visual, inquietante de sostener sin una pantalla mediante, sin la afanosa urgencia urbana, sin ajenos que interrumpan la potencia de ese contacto.
En un salón totalmente despojado del primer piso de CCK, "una bailarina se mueve por todo el lugar y te pide que te quedes sentada al borde de una ventana sin moverte -cuenta Marina, una de las visitantes recién salida de la experiencia-. El trabajo era sobre los límites, yo no me daba cuenta hasta cuándo o hasta dónde yo terminaba de desaparecer, por la necesidad de agradar".
En el espacio siguiente -los pesados muebles del Salón de Honor del CCK amontonados a uno de los lados, la performer aclara que podés moverte por donde quieras. Su historia habla de abuso en la infancia y marca un contrapunto entre la belleza de las imágenes recordadas y la truculencia de los hechos.
Buena parte del trabajo Kuselman, hija de terapeutas y víctima ella de un ataque sexual, gira en torno a la sensación de caída, el autoconocimiento y reflexiona sobre el instante de la disrupción, el momento en que el supuesto control y la certidumbre que predica el capitalismo occidental despista.
Estudió Bellas Artes en la Universidad de Barcelona. Vive en Ámsterdam desde 2012 donde hizo un máster en el Sandberg Institute. Expuso en reconocidos espacios como el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) y en el Centro de Arte Dos de Mayo (CA2M) de Madrid, España.
-Télam: ¿Cómo llega "El testimonio y los huesos" al Centro Cultural Kirchner?
-Tamara Kuselman: El proyecto surge como un ejercicio de comunicación de lo personal a un otre, la intención de esta construcción une a une aparece como un formato en el que se pueda compartir una historia personal, interpelar, buscar complicidades y con el título quise despojar al testimonio de capas y ver cuál es la forma que cada una necesita para comunicar eso que le sucede, por eso cada pieza tiene su propio ADN, es decir: su propio formato, sus palabras, su tono y su movimiento particular.
-T: ¿Cómo fue el proceso de selección de performers, en un trabajo que implica tanta exposición?
-T.K: Las artistas que trabajan conmigo para este proyecto tienen un rol fundamental para que esta pieza exista. Mi convocatoria fue inicialmente a varias de ellas con las que trabajé en el pasado, así que cuando pensé en colaboradoras aparecieron inmediatamente. Es curioso que la selección de personas para el trabajo no tuvo que ver con los contenidos de las narraciones y sin embargo ahí me encontré en cada uno de los relatos, interpelada, viéndome en cada una de las historias en diferentes momentos de mi vida. Hay algo que se ablanda al estar ahí: nos vemos en la otra y eso nos confronta y reconforta a la vez, nos vemos menos solas en nuestra complejidad. Con ellas comparto haber pasado por situaciones similares que me/nos llevó (aún lleva) tiempo entender, procesar. El espacio del trabajo creo que nos ha dado a todas espacio para revisar esas experiencias, desde elegir el evento de sus vidas sobre el que trabajar. Ellas pasaron por el proceso íntimo y personal de escritura, leer juntas, releer, editar, imaginar cuál es la mejor forma de comunicarlo, y finalmente llevarlo al espacio y presentarlo.
-T: ¿Qué implicó para vos ese trabajo?
-T.K: Después de haber trabajado con las artistas me di cuenta que ahí también había algo muy personal mío, una violación que viví a los 17 años, y que, durante los años, el comunicárselo a otras personas se había construido para que la otra persona no se sintiera mal al escucharlo. Entonces se convertía en una historia heroica donde yo había resuelto a los 17 años una situación súper compleja y había sobrevivido y donde además cuidaba al otro para que no se angustie. Este deseo de contar qué nos pasa a nosotras está aquí también, sin esas capas mediadoras, las piezas presentan situaciones muy distintas de abuso psicológico, sexual, manipulaciones en el espacio laboral, en lo familiar, mostrando aristas no tan afiladas sobre los relatos, compartiendo las contradicciones, las heridas que derivan en comportamientos diarios, las vergüenzas, los momentos donde no nos reconocemos, la propia violencia, el deseo de castigo y a vez la empatía por el otro.
-T: "El testimonio y los huesos" trabaja sobre la resonancia, un concepto vinculado a la empatía con el otro, a lo que resuena del hacer de ese otro en cada subjetividad. ¿Qué riesgos implica esta acción uno a uno?
-T.K: En el une a une surge algo especial, un momento compartido, te convertís en testigo, siento que hay algo que te es entregado para que guardes con vos, que lleves y que recuerdes. La memoria personal que se hace compartida, y desde la experiencia del otre algo se me mueve en la mía. Me interesa mucho que la gente pueda ver una, dos tres piezas y pueda comentar con otras personas que vieron otras de qué se trataban, generando también otro nivel de comunicación posterior en el que los relatos son recontados y compartidos con más personas ya espectadores de los testigos.
-T: Contaste que tu papá es psicoanalista y musicoterapeuta y que tu mamá es artista bioenergética. ¿Algo de eso se cuela en tu forma de encarar tu trabajo o, al menos, este último?
-T.K: Haber crecido en un contexto donde lo terapéutico expandido sucedía en casa fue seguramente una de las causas por mi interés por el humane y sus complejidades. Argentina es una de las culturas más atravesadas por el autoconocimiento donde rápidamente nos abrimos a otres a contarnos, a pedir por escucha, a dar devoluciones aunque no seamos terapeutas. La construcción de quiénes somos alimentada/modificada/construida por les que nos rodean. Pienso en cada experiencia como terapéutica en la que no solo la comunicación es fundamental verbal/intelectual sino también la presencia del cuerpo, nuestras memorias corporales personales y nuestra presencia en un mundo de otres cuerpes.
-T: "No es mi vida personal lo que cuento, cuento un momento que a veces me lleva 15 años alcanzar, busco palabras, imágenes, juego con los contextos, pero no es la verdad, hasta cuando es mi vida no es mi vida, es un momento, una ficción", explicaba Sophie Calle justamente cuando presentó su performance "Cuídese mucho", en el CCK, en 2015. ¿Cómo definirías vos lo que trabajás en tus performances?
-T.K: El arte para mi es un espacio de construcción con le otre, les colaboradores son fundamentales para que ese espacio de comunicación esté abierto siempre, en el que nos interpelemos y nos hagamos ver en le otre. Cada pieza es en su complejidad trae un desafío nuevo y eso siempre deja el espacio de trabajo como ese salto al vacío donde no se sabe bien qué hay en el fondo.
-T: ¿De qué trata la película "Lo común y sus distancias" sobre la que estás trabajando?
-T.K: Lo común y sus distancias es mi primera peli, es un documental que grabamos en Capilla del Monte con un equipazo y editamos entre Argentina y Holanda con Sofia Ungar, Lucila Barbero, Ariela Bergman, Joaquin Aras, Daniela Medina Silva, Alfredo Aracil. Es un trabajo sobre lo familiar, lo colectivo, los mandatos y las formas de vida que nos unen y nos separan. Está en fase final de post producción de color y sonido y espero pronto poder compartirla.
Con información de Télam