(Por Emilia Racciatti) La potencia de "Los nombres propios" es la voz que construye su autora Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) para dar vida a una niña que lleva su nombre pero es narrada por su amiga invisible llamada Belaundia Fu quien con esa segunda persona logra un tono de intimidad, cercanía y entusiasmo por los años de infancia, adolescencia y juventud de quien la inventó, es decir, la protagonista que vemos convertirse en distintas Martas ante su familia, sus amigos, sus novios y sus compañeros de estudio o de trabajo.
En esta primera novela de Jiménez Serrano proliferan las mujeres y sus formas de estar en el mundo, ya que esa amiga invisible de Marta logra situar en primer plano a su abuela, una aliada para esa nieta, quien aprende con ella una forma del amor, esa que permite "compartir un espacio haciendo cosas distintas", y a su madre, que nunca logra estar sola y a quien esa hija no puede concebir así y se preocupa: "Mamá sigue estando en todas partes" o "Mamá nunca se enfada, mamá no tiene tiempo de estar cansada".
"Te pasan las cosas antes de tener las palabras para nombrarlas -el trauma, la desconfianza, la indefensión- y por eso estás perdida", dice esa voz narrativa que comparte la relación del personaje de Marta con el mundo y esa puede ser una clave de lectura que cruza a esta novela, la de cómo crecer implica ir encontrando una forma de nombrar el mundo.
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Antes de este libro editado por Sexto piso, la autora publicó otro de poesía "La edad ligera" y en este 2023 llegará a las librerías españolas y después argentinas una nueva obra suya pero esta vez en otro género, el de cuentos, cuyo título será "No todo el mundo" y el eje serán las relaciones de pareja.
Sobre este recorrido por distintos géneros, el trabajo sobre esta novela y sus trabajos como poeta y tallerista, la escritora habló con Télam vía correo electrónico.
Télam: En una entrevista contaste que terminaste esta novela en pandemia. ¿Cómo fue ese proceso? La novela tiene un registro muy personal, ¿ayudó la pandemia o el aislamiento en ese registro?
Marta Jiménez Serrano: La verdad es que cuando llegó la pandemia ya tenía el primer borrador del manuscrito, así que en pandemia me dediqué a releer y reescribir. No creo que el confinamiento contribuyese al registro íntimo de la novela, que ya estaba en una primera versión, pero sí creo que fue fundamental a la hora de poder dedicarle tiempo de seguido a un texto que no conseguía terminar porque no encontraba el momento. Estaba a punto de pedir vacaciones en mi trabajo para poder darle continuidad a mi labor como escritora cuando llegó la pandemia y no me hizo falta.
T: Sos poeta y tallerista, ¿cómo dialogan esos roles en tu trabajo con la ficción?
MJS: Para los talleres analizo muchos textos, de mis alumnos y también textos ya publicados, y ese análisis siempre es muy pedagógico y aplicable a mi propia escritura. Es una constatación de lo que funciona, de lo que no... Pero no diría que tiene una aplicación directa. Es como ser fisioterapeuta y atleta. El conocimiento del cuerpo te sirve, pero luego tienes que correr y ya está. Son disciplinas relacionadas y que se retroalimentan en un nivel teórico, diría.
T: En el comienzo está la cita de Virginia Woolf sobre la "existencia real" de la escritura y "Los nombres propios" tiene una protagonista que se llama como vos, Marta, aunque la primera persona está desviada por esta narradora amiga invisible, ¿cómo te interesa pensar lo que se denomina ficción del yo o autoficción?
MJS: Abandoné un doctorado en literatura, así que no sé si me interesa pensarlo, jajaja. Como escritora, creo realmente que cada historia requiere un tipo de género, de tono, de narrador, etc. Y a veces ese registro que la historia me pide no es el que más me apetece, pero es el que tiene que ser. Para mí llamar Marta a la protagonista fue un recurso más de verosimilitud, y que la abuela se llame como mi abuela fue sencillamente un homenaje. Pero la protagonista podría llamarse Sara y la abuela Rodolfa y todo el libro seguiría siendo igual. También pienso que ahora llamamos autoficción a todo lo que sea mínimamente autorreferencial y esté escrito por una mujer, pero no es lo mismo una autoficción pura, que un memoir, que una autobiografía, que un testimonio, que utilizar materiales de lo que te rodea para construir una historia... Y, por cierto, no se está haciendo nada que la poesía no lleve siglos haciendo con ese 'yo'. No sé, me encanta la autoficción cuando está bien hecha, como cualquier otro género.
T: ¿Cómo surgió la idea de que la voz narradora sea esa amiga invisible? Es un recurso que permite generar intimidad en ese punto de vista pero no es un yo.
MJS: Siguiendo ligeramente con la pregunta anterior, yo comencé mi libro en primera persona y me encontré con que no me resultaba interesante. Hay muchos libros en primera persona que sí me resultan interesantes, ¿eh? Pero el mío no. Así que me puse a pensar en qué quería contar realmente y en desde dónde hablaba ese 'yo'. El personaje de Belaundia Fu ya existía, y en un momento dado me di cuenta, pensando sobre estas cuestiones, que sería mucho más interesante que lo contara ella. Así se refleja formalmente el diálogo interior que todos sostenemos con nosotros mismos, que era mi intención, y también me permitía cambiar de narrador al final del libro y mostrar el adueñamiento de la propia voz.
T: La abuela es un personaje clave, posibilita que esa niña viva la soledad como aliada. Marta va encontrando en ese estar con ella en silencio un espacio para pensarse, proyectarse. Además es quien la conecta con el cine, un universo en el que se insertará, y la que ella registra que le pregunta con interés genuino por lo que hará, o por lo que quiere hacer, sin caer en la pregunta por su novio.
MJS: Sí, totalmente. Abuela y nieta están retratadas por oposición. Esa protagonista tiene mucha necesidad de soledad, de que no se metan en sus asuntos, de que la dejen hacer las cosas a su manera. Exagerando mucho, casi podemos decir que quiere a su abuela porque ella la deja en paz. Creo que asociamos las relaciones personales positivas a un alto grado de intensidad, pero esa intensidad no siempre es buena. En las relaciones familiares muy especialmente, creo que una toma de distancia puede ser muy saludable. Pero eso en una relación abuela-nieta viene ya casi dado por defecto, se parte de una diferencia generacional que hace que sea obvio que cada una vive las cosas a su manera. No hay que confluir en todo, y eso está muy bien.
T: Está por salir tu libro de cuentos "No todo el mundo", ¿cómo te sentís con los distintos géneros en los que vas trabajando (poesía, novela, cuentos)? ¿Hay alguno en el que te sientas más cómoda o que sientas más propio?
MJS: La verdad es que no hay ningún género en el que me sienta más cómoda, y tampoco hay una voluntad de cambiar de género: se me ha ido dando así. Es verdad que cuando termino un proyecto siento que lo he quemado y me apetece pasar a otra cosa distinta, y cambiar de género es un modo muy obvio de pasar a otra cosa distinta. Ahora que he terminado un libro de relatos, echo de menos la novela.
T: ¿Hay libros, películas o música que te haya acompañado en el proceso de escritura de esta novela?
MJS: Hay dos libros que creo que tienen una influencia directa, aunque yo no me diera cuenta en ese momento. Uno es "La Vida nueva de", Dante Alighieri, y otro es "Metafísica de los tubos", de Amélie Nothomb. En diferentes registros, Joan Didion, Alejandro Zambra o Andrés Barba me enseñaron que lo cotidiano puede ser excelente materia literaria. Y creo que el libro tiene algo también de la película "Boyhood".
Con información de Télam