(Por Leila Torres) En su primera novela "Un imperio de polvo", la escritora italiana Francesca Manfredi narra con tintes góticos la historia de una generación de mujeres que se ven atrapadas en una serie de desgracias y cargan un fuerte sentimiento de culpa, desde la perspectiva de una niña, Valentina, en su pasaje a la adolescencia que intenta comprender su historia familiar a la vez que busca construir su propia identidad y lavar una culpa que la constituye desde que nació.
Manfredi nació en Reggio Emilia, Italia, en 1988 y estudió escritura creativa en la universidad Scuola Holden, fundada por el escritor italiano Alessandro Baricco. En una entrevista a Télam sobre esta primera novela (publicada por Fiordo y traducida al inglés y al francés) cuenta que su interés por la escritura comenzó con los cuentos cortos.
"Siempre me gustó la ficción breve como lectora y luego, cuando probé la escritura de guion, descubrí que la narrativa corta era más apropiada para mí", cuenta la escritora del libro de cuentos "Un buon posto dove stare" que ganó el mejor Premio Campiello a la mejor ópera prima de 2017; uno de los más prestigiosos galardones a nivel nacional en Italia.
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"Los cuentos de Raymond Carver, en particular, resultaron de una gran inspiración para mí, rompieron un largo período de silencio en la escritura y me animaron a intentar", dice sobre relatos del cuentista y poeta estadounidense en los que se hace foco en las miserias de las personas y producen una incomodidad perturbadora resuenan en la primera novela de la autora publicada por Fiordo.
"Un imperio hecho de polvo" es una obra que en tan solo en 159 páginas condensa una historia familiar que atrapa por lo inquietante. En el libro, la escritora ahonda en las temáticas que trabajó en sus cuentos: los vínculos familiares, los escenarios domésticos y una fuerte presencia del concepto de "hogar". "Con la novela, tuve la posibilidad de decir y explorar más sobre cómo las personas conectan con el espacio en el que viven, cómo puede estar cargado de significados y memorias al punto que se convierte en una persona en sí misma, difícil de dejar atrás", explica Manfredi.
La novela transcurre durante el verano en un pueblo italiano pero lejos de la placidez o calidez que podría suponer esta época del año, el escenario se oscurece, resulta escalofriante y ocurren numerosas desgracias. La casa en la que viven Valentina, su madre y su abuela, funciona en una especie de simbiosis con los hechos desafortunados que padecen: las paredes se agrietan, los insectos invaden la casa (aunque por momentos, pareciera que la casa los creara para expulsarlos), aparecen ranas, animales muertos y caen fuertes granizos. Los habitantes del pueblo la llaman, directamente, "la casa maldita".
"Creo que mi obsesión con las casas y los espacios domésticos juega un rol importante en la novela. Desde el primer momento en que comencé esta historia, imaginé una casa grande de campo y embrujada, como en la literatura gótica, con sangre en las paredes, moscas y ranas por doquier", cuenta Manfredi sobre la imagen disparadora de la novela. Esa obsesión se plasmó también en dibujos: "Hice un bosquejo sobre estas imágenes en mi notebook, ¡aunque soy pésima dibujando!".
En diálogo con Télam, Manfredi confiesa ser "fan del género gótico". "Pero no escribo historias de terror, me enfoco en la relación entre los personajes y sus sentimientos frente a los eventos, frente a una casa que parece rogarles que huyan", precisa la autora.
Quien narra la historia de este verano lúgubre es Valentina, una niña de 12 años que está atenta a cada movimiento de su madre, una mujer seductora que hubiera querido otra vida, y escucha con cuidado a su abuela, una mujer católica y conservadora. Mientras intenta descubrir de dónde viene y si su familia es víctima de una maldición o no, ella busca desafiar y cuestionar los límites impuestos por la familia. Entonces, sale de excursión al río con su amiga, prueba el cigarrillo y visita a un compañero de la escuela por el cual se siente atraída.
Aunque la idea principal que impulsó la novela fue la casa, la autora cuenta que el segundo motor fue "una niña que tenía su primer período menstrual". "Fue natural para mí seguir a esta niña en un "verano que lo derritió todo", señala la autora sobre esta novela en la que las mujeres protagonistas buscan alejarse de los pecados.
Manfredi decide abrir el libro con "El ruido y la furia" de William Faulkner donde se caracteriza a la mujer como personas que nacen con "una práctica fertilidad para la desconfianza" y "una cierta afinidad con el mal". "En la novela, la maldad está relacionada con la culpa. Valentina, su madre y su abuela, fueron educadas para sentir culpa, porque la culpa puede arraigarse, ser hereditaria, especialmente si las personas a tu alrededor te acusan de traer mala suerte o ser brujas", advierte la escritora.
"Creo que para eso nacieron las madres. Tienen dos motivos para existir: traernos al mundo y alimentarnos de culpa", dice en un momento de la novela la madre de Valentina. La crudeza de esta sentencia encierra cómo la culpa se transmitió de generación en generación en esta familia. Sobre el concepto de maternidad que aparece en la novela, Manfredi cuenta que "aparece uno forzado, no del todo querido o deseado y principalmente obligado por el lazo familiar por una sociedad que no pide más que cumplir un rol".
"Quise explorar un tipo de maternidad que fuera desafiante, contradictoria. Tanto Valentina como su madre fueron niñas no planificadas; eso no significa que fueran menos queridas, pero dice mucho sobre las elecciones y la voluntad", explica la autora.
"Durante muchos siglos las mujeres no tuvieron control sobre su cuerpo y muy poco control sobre su destino. E incluso ahora, todavía tenemos que luchar por nuestra libertad de elección", reflexiona Manfredi.
A lo largo de la novela, las protagonistas buscan salvarse de las desdichas a partir de los rezos y la fe. "Esta novela tiene una deuda con, por supuesto, la biblia", dice la autora. ¿Hay una relación entonces entre la culpa que infunde la iglesia católica con la que sienten estas mujeres? "La culpa es un punto esencial de mi novela. Valentina -como muchas de nosotras en Italia- crecimos en un ambiente católico. El catolicismo, como muchas religiones monoteístas, son particularmente hostiles con las mujeres a las cuales ven sobre todas las cosas, como culpables de cometer el pecado originario", responde la autora y precisa: "Entonces sí. Esos dos aspectos están estrictamente conectados".
En "Un imperio de polvo", las desgracias se impregnan como el polvo en todos los espacios y cada vez parece más difícil que las protagonistas se las saquen de encima. "La imagen de un imperio de polvo sigue los puntos focales de la novela: familias, orígenes, limitaciones y cuánto 'la forma en que te crían define quién eres'", cuenta Manfredi y concluye: "Convertirse en adultos significa conocer quién eres a partir de y más allá de lo que te han dicho".
Con información de Télam