(Por Josefina Marcuzzi) La cantante mexicana Natalia Lafourcade visita por estos días la Feria del Libro para presentar De todas las flores, el libro hermano del disco que lanzó tras siete años de introspección, una pieza artística que bucea en preguntas existenciales, explora los significados de la vida y de la muerte, y surge a partir del duelo de una ruptura amorosa: Encerrarme en la música me hace sentir como un león enjaulado. Me gusta saber que puedo pintar otros caminos para el futuro, dice.
Cuando tenía seis años, Natalia Lafourcade sufrió un accidente doméstico: ante un descuido, un caballo le pateó la cabeza. El rastro del accidente todavía puede verse en los puntos de su frente, pero lo más importante es el legado que le dejó internamente. Durante seis meses la cantante transitó una rehabilitación que comandó su mamá bajo el método macarsi, que incluía musicoterapia para reconectar sus cables, como dice ella.
Como no podía aprender a la par de sus compañeros de colegio, la artista siguió educándose en su casa. Leía mientras improvisaba algo con un instrumento. Escribía escuchando música. Y hasta había lugar para el baile. Así, desde muy chica, la música se filtró en sus poros hasta la raíz.
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Tras más de 20 años de carrera y 9 discos de estudio, por primera vez la cantante presenta un libro, "De todas las flores", un objeto artístico y literario que es hermano de su disco homónimo, que a su vez es hermano de un podcast y que verá también la luz en forma de película. Como un pulpo que libera sus tentáculos, Lafourcade despliega su sensibilidad y talento en todos los formatos posibles.
Canciones marcadas y corregidas, fotos inéditas del proceso de grabación, una entrevista en profundidad con la artista y comentarios de puño y letra integran un libro que será un objeto de colección para fanáticos y fanáticas de la artista mexicana que trasciende las fronteras de su país natal.
En ocasión de la presentación de De todas las flores y ante una sala repleta, Lafourcade tocó el pasado lunes en la Feria del Libro algunas canciones en vivo y emocionó a quienes fueron a verla. En un mano a mano con Télam, la cantautora repasó luego el origen del libro y su proceso artístico, y destacó las ganas que tiene de volver al escenario tras siete años de no tocar en vivo.
-Télam: En la presentación de la Feria hiciste una mención a lo que fue la pandemia, la confrontación con el encierro en el proceso creativo. ¿Qué implicancias tuvo este contexto en la gestación de De todas las flores?
-Natalia Lafourcade: El encierro funcionó como un momento de silencio y de confrontación muy fuerte. Yo me tardé muchísimo en hacer cosas por zoom, por ejemplo. Estuve en el campo, en mucho silencio, estuve mucho conmigo. Y eso me permitió ver que había algo que no estaba completo en mí Yo ya no podía huir a eso que venía sintiendo, una necesidad de regresar a mí. Fue clarito. Eventualmente en ese silencio yo pude ver, había algo de mí que extrañaba. Volver a ser creativa, a mi niña interior descuidada entre el trabajo y los viaje que se me había olvidado. Pero, ¿por dónde empezaba? ¿Cómo iba a reconectar? Tuve que buscar. Me encerré en el rancho de una amiga, hice danza contemporánea, me puse a hacer barro, a pintar. A tratar de despertar otras áreas, y eso abrió catarsis. Eso me permitió volver a crear.
-T: De este disco surgieron un podcast, un libro y entiendo, también, está en marcha una película. ¿Qué implicancias y ganancias tiene llevar un mismo proceso creativo a diferentes formatos?
-N.L: Siempre me había pasado con mis discos que cuando los libero y viene la etapa de la prensa y de las preguntas, se vuelve como una terapia. Me pasaba que pensaba ¿por qué hice esto de esta manera? Y entre las respuestas iba descubriendo el disco, era una etapa como de entender lo que había hecho. Porque para muchas cosas acudo al llamado de la música, que es muy intuitivo, pero muchas veces no sé por qué lo hago de esa manera. El podcast tuvo la intención de invitar a mi público a mi casa, a esa intimidad tan fuerte que se genera con la escucha. Se me hacía interesante la forma en que estábamos haciendo el disco: intercambiando mensajes por whatsapp, avanzando a la distancia. Entonces en este punto ya yo tengo una claridad de lo que pasó, porque ha habido tanto análisis de mis procesos que me permitió conocer mejor mi persona, conocerme mejor a mí. No creo que en otro disco repita esto de hacer proyectos hermanos, porque lleva mucho trabajo y también hay un punto donde ya quiero llegar al escenario. Este disco me permitió ver que soy una artista de muchas cosas, no solamente en la música. Encerrarme en la música me hace sentir como un león enjaulado. Saber que puedo pintar otros caminos, para un futuro.
-T: Este es tu primer libro, un objeto que condensa un proceso que incluye notas, textos, fotografías, detalles de la intimidad del disco. Incluso, le habla directamente al lector. ¿Cómo definirías el espíritu de este libro?
-N.L: En el texto del principio, "Sembrando canciones", invito a la gente a experimentar con el libro. Le hago guiños a los lectores, que en definitiva son mis seguidores. En un momento invito a las personas a arrancar las páginas, si quieren. Es un libro para que hagan lo que quieran, rayarlos, marcarlos. Yo quería que la gente viera mis procesos y entonces pues tener inspiración en sus procesos personales. Saber que en un punto todo es muy caótico, como en esta foto que se ven cables y pedales (señala el libro). El libro está dividido en tres etapas con una entrevista en el medio, y en la última etapa hay una producción de fotos más preciosista. Y esa etapa ya forma parte del arte del disco. El libro es eso, el modo de mostrar cómo se van entrelazando tantas cosas para que algo se logre terminar. Nunca había compartido ese nivel de intimidad, siempre he sido muy celosa con mis procesos personales. No podría compartir una página de cómo compuse una canción. En el libro se ve cómo las primeras canciones están llenas de tachones y correcciones, pero después hacia el final están las canciones como Que te vaya bonito Nicolás, que casi no tiene correcciones. La última canción del disco vino cerradita. La materialización es una maravilla en la vida, eso es algo que me di cuenta en la pandemia. Como fui mapeando el mundo de De todas las flores y ahora digo qué bárbara, qué intensa (risas).
-T: En el podcast en un tramo decís que te la pasaste muy bien en este proyecto, y pensaba en el lugar que tiene el goce para los artistas. ¿Qué rol tiene?
-N.L.: Creo que es muy importante no perder de vista la parte de gozar, porque como en cualquier profesión hay momentos en que se pone duro, en el sentido de que la misma profesión demanda mucho. La gente, la industria, el tiempo. Hoy es tan demandante, hay que estar haciendo contenidos todo el tiempo. Puede ser muy abrumador y pasa que de repente volteas y dices: ya no la estoy pasando bien. Y con el disco me pasó eso, tuve muy presente el juego. Retomé la fuerza de no ser tan condescendiente con la ola de lo que se suponía que tenía que hacer con mi música. Quise hacer algo que me guste, me conmueva, me emocione.
-T: Tu madre es música y docente, tu padre también es músico y sigue ejerciendo con 86 años. ¿Cuánto de todo ese entorno forjó el devenir de tu carrera?
-N.L: Pues fundamental. Yo construí la relación que tengo con la música gracias a mis padres. Sobre todo, a mi madre. Absorbí toda la enseñanza de mi madre que muchas veces iba dirigida hacia mí y muchas veces a grupos de niños en donde ella era docente y yo estaba ahí. Todas esas formas de ver la música, que son tan intuitivas y de la sensibilidad, se me desarrolló ahí. El accidente fue fundamental y básico. La música fue la que me permitió recuperarme, jugamos, hicimos ritmos, bailamos. El accidente fue a los 6 años, yo no podía coordinar, no podía caminar bien, en la escuela no podía hacer las cosas que mis compañeros hacían. Entonces toda la pedagogía de mi madre era a través de juegos. Yo hablaba mientras tocaba un instrumento, o hacía un movimiento particular. Lo hacía en forma de juegos pero ella estaba trabajando partes de mi cerebro mientras. Esas memorias las tengo muy marcadas. Mi mamá siempre se sintió muy culpable por el accidente, pero el accidente fue un regalo de la vida para mí. Porque pues claro, me acercó a la música. Y eso generó que yo creciera rodeada de arte.
-T: El disco y este libro hablan del amor y del desamor, de la vida y de la muerte. Ayer hablaste de que en vida existen micro-muertes y planteaste el hecho de dejar de tenerle miedo. ¿Cómo es tu relación con la muerte?
-N.L.: El tema de la muerte nos cuesta mucho confrontar, el miedo a la muerte está ahí latente todo el tiempo. Y este disco me enseñó, en parte por la muerte de personas cercanas que fueron sucediendo en el período de composición del disco, y ver esas personas partir y transitar esos duelos. Y también en parte por estar cerca de la naturaleza, ver cuán presente está la vida y la muerte en la naturaleza, en la tierra. Está todos los días ahí. Y luego cuando conectas con los aspectos emocionales, también entiendes claro, es que estoy transitando un duelo, acabo de morir. Hay que llorarlo, permitir que el tiempo pase. Y va a venir una nueva primavera. Es un ciclo natural, que por más que uno quiera evadirlo, no puede. Llegamos, pero nuestro contrato va firmado con una salida. Y no hay más. El haberlo entendido me ha permitido cambiar la forma de mi vivir. Y este disco parte de una muerte en vida. Yo ya no le tengo miedo a la muerte, y entonces ya puedo agradecerle. Y por eso le hice una canción.
Con información de Télam