Si se pudiera crear energía con la excitación colectiva, las más de 200 mil personas que fueron parte de esta nueva edición del histórico festival de Glastonbury podrían haber generado electricidad para una ciudad entera. En 2020, cuando este mega evento se preparaba para festejar sus 50 años, la pandemia alteró todos los planes. 723 días después, la granja Worthy del sudoeste británico volvió a abrir sus puertas.
Un poster hecho con la impresora de cilindro Heidelberg que se encuentra en el predio rezaba “get back to where you once belong” (vuelve a donde alguna vez perteneciste), fragmento del himno de The Beatles que no solo anticipaba la presentación de Paul McCartney en el escenario principal sino que marcaba el tono general de todo el festival: la esperada vuelta de un evento masivo que durante décadas construyó un sentido de pertenencia colectiva difícil de replicar.
Glastonbury es masivo no sólo por la cantidad de gente que congrega, sino por el tipo de reunión que genera. Es intergeneracional: por la granja pasean miles de veinteañerxs disfrazadxs, millennials que crecieron en los convulsionados años ’90 y personas que estuvieron en la primera edición del festival, 52 años atrás. Pero también abundan los bebés y niñxs, que vienen de la mano de lxs hijxs y nietxs de esas primeras camadas de 1970, y que tienen sectores del predio especialmente pensados para que las infancias también disfruten de este mega evento. Glastonbury también es internacional, porque año tras año convoca gente de todo el mundo que viene con sus banderas a marcar presencia. “Trajimos la bandera de Argentina con el logo de Soda Stereo porque es la banda sonora de nuestras vidas, pero también queríamos tener la bandera de Maradona, que se hizo eterno el mismo año que el festival iba a cumplir 50 años” dicen Jimena y Gabriel, dos cordobeses que es el tercera vez que vienen y que agitaban sus estandartes a metros de una bandera de México y una de Kazajistán. Esas banderas, una de Divididos y una de Boca, que también flamearon durante varias de las presentaciones en los escenarios principales, sirvieron de faro para que otros argentinos y argentinas se encontraran entre sí. Una pareja, que se acercó gracias a la presencia de la cara de Diego en el cielo nublado de la región de Pilton, contó que desde 2013 se dedican a ahorrar todo el año para poder participar del festival.
Si bien en Inglaterra las medidas de aislamiento por la pandemia hace rato que dejaron de ser política de Estado, la expectativa por el regreso de uno de los festivales más grandes del mundo se sintió en todos los rincones de esta granja de más de tres millones de metros cuadrados. La necesidad humana de congregarse se cruzó con un line-up de lujo que hasta rompió dos records: Paul McCartney, que esta misma semana cumplió 80 años, es la persona más longeva que jamás tocó en este evento y Billie Eilish, de 20 años, la más joven. Ambos tocaron en el Pyramid Stage, el escenario más grande del predio, dando cierre a las jornadas del viernes y el sábado. Los dos shows colmaron la capacidad del espacio, y en el caso del ex Beatle se calcula que al menos unas 150 mil personas estuvieron presentes para cantarle el feliz cumpleaños y corear a grito pelado “Hey Jude”.
A diferencia de los festivales más tradicionales, Glastonbury no se limita solo a los recitales sino a la experiencia completa de los cinco días. Al realizarse en una granja que está en el medio de la campiña inglesa, no hay ciudades cerca que permitan ir venir fácilmente del predio, por lo cual la gente se queda dentro del terreno en carpas, motorhomes o carpas de alquiler (un gusto que no muchas personas pueden darse). Esto también corre para las trabajadoras y los trabajadores, voluntarios y voluntarias, e inclusive para las bandas más chicas que deciden venir a tocar y de paso quedarse. Periodistas y trabajadorxs de prensa también: quien escribe estas líneas pasó los cinco días conviviendo con su mochila adentro de una modesta carpa para dos personas dentro del sector de camping reservado para prensa, invitadxs y artistas. Vistas desde la colina más alta del terreno, las miles de carpas, sumadas a los escenarios y los locales de comida, parecen una ciudad.
Semejante despliegue implica también que arribar a la granja sea un proceso largo, con filas eternas de mochileros y mochileras que llegan desde distintos puntos del país. Una de las puertas de salida desde la capital inglesa hacia Pilton (la región en la que se encuentra la granja) es la estación de Paddington en Londres, que desde el miércoles 22 muy temprano ya estaba invadida de gente cargando carpas, heladeritas, bolsas de dormir, comida y cerveza. Sí, se puede ingresar al predio con todo lo que se quiera llevar, no es necesario ni obligatorio consumir las comidas y bebidas que se venden en los puestos que están dentro del terreno. Inclusive hay un supermercado de la cadena cooperativa Co-op que vende alimentos, bebidas y productos de higiene personal a bajos precios dentro del mismo festival. No es un detalle menor que Inglaterra tiene una enorme tradición en la economía solidaria, dado que es la cuna del modelo cooperativo como lo conocemos hoy en día, con sus orígenes en la creación de las primeras empresas colectivas en 1844.
Hay otros números que pueden ayudar a ilustrar la magnitud de este evento, al que las fotos no le hacen justicia. Se vendieron 138 mil entradas para los cinco días, y otras 50 mil para distintas fechas individuales; hay 100 escenarios activos entre los principales, los alternativos, los más pequeños y los que están adentro de algunos de los 100 bares disponibles; dentro del predio se encuentran trabajando 67 mil personas y hay más de dos mil voluntarios; hay alrededor de 900 puestos de venta de comidas y productos y más de un millón de metros cuadrados de espacio de acampe (ocupado al 100%). La frase que usan desde la organización es real: esto es, verdaderamente, una ciudad en el campo.
La música, protagonista absoluta
Si bien el nombre completo del festival es “Glastonbury: festival de artes escénicas contemporáneas”, lo que convoca masivamente son los recitales. En paralelo a la música hay lecturas de poesía, debates sobre activismo, espectáculos de circo, teatro y talleres de artesanías, pero las estrellas son los escenarios donde se presentan desde grandes artistas hasta bandas de barrio o de otras regiones del mundo. En esta edición, entre los artistas de más renombre estuvieron Diana Ross, Noel Gallagher, Haim, Robert Plant, Pet Shop Boys, Primal Scream, entre muchos otros, y los cierres de las tres noches de música en el escenario principal estuvieron a cargo de Billie Eilish, Paul McCartney y Kendrik Lamar. En paralelo, todos los días desde muy temprano y hasta muy entrada la noche, cientos de bandas, solistas y DJs mantuvieron activos los más de cien escenarios. Las fechas fuertes de la música son los últimos tres días, mientras que durante los primeros dos el ambiente está mucho más orientado a otras expresiones artísticas. Lejos de quedar en silencio, las noches en la Worthy Farm son bastante movidas, con fiestas de todo tipo en los distintos bares del predio, con una predominancia clara de la música electrónica en sus distintas variantes.
Paul McCartney: 80 años no son nada
El 18 de junio, pocos días antes del arranque del festival, el legendario bajista de The Beatles cumplió 80 años. Pocos meses antes había confirmado que el cierre de su gira internacional lo iba a hacer en Glastonbury y la búsqueda de entradas en reventa explotó. Su cumpleaños coincidía con el -demorado- festejo por los cincuenta años del festival, lo cual anticipaba que su presentación iba a ser de esos eventos que marcan a una generación. Y no defraudó.
En las casi dos horas de show, hizo un recorrido por su carrera que le dio al público todo lo que quería. Repasó su trayectoria solista con algunos de sus temas más conocidos, pero el 70% de su show fue un homenaje a The Beatles, su historia, sus inicios, sus grandes éxitos y principalmente a sus compañeros de ruta. Tocó Something con un ukelele que le regaló George Harrison, mientras en la pantalla gigante pasaban imágenes de ambos en su juventud. Gracias al trabajo de Peter Jackson, director del documental Get Back que le dio la posibilidad de aislar fragmentos en crudo de la voz de John Lennon, pudo cantar a dúo nuevamente con su compañero las estrofas de I’ve got a feeling. En homenaje a Lennon también entonó Here today, la canción que escribió luego de su asesinato en 1980, y a la cual describe como la carta de amor que nunca pudo darle.
El repertorio lleno de canciones que son himnos no sería nada sin la intensidad con la que el ex Beatle interpretó cada canción. Puso el cuerpo en cada tema, agitó al público, contó anécdotas y se emocionó. También tuvo dos invitados en el escenario: Dave Grohl, líder de Foo Fighters, que volvió a subirse a un escenario luego de la muerte de su amigo y baterista Taylor Hawkins, y Bruce Springsteen, el mítico cantautor estadounidense. Todo esto, sumado a un gran despliegue escénico con imágenes, fuego y pirotecnia, confirma que Paul es una máquina perfecta, que hizo delirar a más de 150 mil personas que corearon por 10 minutos “Hey Jude” bajo su mando. Paul McCartney cumplió ochenta años pero parecía una persona dos décadas menor.
El activismo ambiental y el conflicto en Ucrania en el centro de la escena
Un aspecto llamativo de un festival de esta envergadura es que no tiene sponsoreo privado de marcas, sino de ONGs como Greenpeace, Oxfam, Water Aid, entre otras. Esto es por una decisión explícita del fundador del festival Michael Eavis, vinculado a los espacios más progresistas del partido Laborista inglés, y de su hija y continuadora Emily. El debate por el cambio climático atravesó todo el evento, desde la cartelería hasta los puestos de reciclaje y la búsqueda desde la organización de no utilizar envases plásticos descartables de ningún tipo. Pero el punto álgido fue el discurso sorpresa en el escenario principal de Greta Thunberg, la joven activista ambiental que habló durante diez minutos ante una multitud en silencio y sentenció "Las fuerzas de la avaricia y de la destrucción planetaria son tan poderosas que nuestra lucha es ya una batalla por evitar la catástrofe”.
El otro tema que acaparó la atención durante los cinco días de festival fue la situación en Ucrania, que fue mencionada por numerosos artistas, incluido el propio Paul McCartney que cerró la primera parte de su show ondeando una enorme bandera ucraniana. La organización tomó el tema como propio y lo incluyó en las mesas de debate del Left Field, el espacio para discusiones políticas y activismo, e incluyó en su merchandising una remera con un diseño exclusivo de apoyo, y hasta contó con un mensaje grabado del presidente ucraniano Volodymyr Zelensky transmitido en la pantalla gigante del escenario Other Stage minutos antes de la primera fecha de música que se iba a desarrollar en el mismo.
Todo concluye al fin
El lunes 27 por la mañana, después de muchísimas horas de fiestas en los distintos sectores del predio, y tras los recitales de Kendrick Lamar en el Pyramid Stage y de los legendarios Pet Shop Boys en el Other Stage en la noche del domingo, las miles de personas que ocuparon la Worthy Farm desarman sus carpas y se van, mientras alrededor los miles de voluntarios limpian el terreno con el desarme de los escenarios como trasfondo. Como es de esperarse por el nivel de convocatoria que tuvo esta edición, el regreso es lento y con algunas dificultades para aquellas personas que viajan en transporte público. A pesar de eso nadie se impacienta y las eternas filas para subirse a los micros avanzan sin demasiados contratiempos. En pocas horas estas tierras volverán a ser ocupadas por vacas y tractores, y las marcas que dejaron las carpas en el pasto van a borrarse de a poco. Pero no por mucho tiempo: en 359 días la Worthy Farm reabrirá sus puertas para que todos vuelvan a donde alguna vez pertenecieron.