La banda uruguaya Niña Lobo presenta su primer disco de estudio, Lo que duró la vida de alguien, un material que reúne trece canciones en una narrativa alusiva a los condicionamientos de las personas en relación a sus elecciones de vida. La cantante de la banda, Camila Rodríguez, dialogó con El Destape Web sobre cómo fue el proceso creativo del álbum, la relación de las cinco integrantes de la banda, el machismo en la música y las dificultades de los artistas independientes.
¿Por qué el nombre Lo que duró la vida de alguien?
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
- En realidad está conectado con la temática del disco, que es bastante conceptual: sigue una lógica narrativa y temática que, en pocas palabras, sería la idea de reflexionar un poco sobre vivir tu vida a través de otras narrativas, personas o personajes. Cuando te das cuenta de que viviste tu vida a través de otros y qué hacés en ese momento.
Claro, es ir a la introspección y darte cuenta de que por ahí las cosas que vivís no las habías elegido sino que era lo que estaba establecido.
- Total. Un poco la canción del disco que reúne toda esta idea justamente se llama Lo que duró la vida de alguien, que está en la mitad del álbum. De ahí también el nombre del disco.
En varias canciones del disco trazan un paralelismo con los consumos culturales, como en los tracks Hannah Montana o Natalie P. ¿Creés que los jóvenes de esta generación fueron muy marcados por esos consumos culturales, que en un punto eran aspiracionales?
- Sí, creo que cada generación tuvo sus referentes. Incluso hasta su plataforma: la televisión, el cine, las revistas, la radio. Creo que el cambio de nuestra generación, lo digo desde mi lugar, es que consumimos un montón de información, vivimos en una época donde podés encontrar información todo el tiempo y en todos lados. Eso para mí generó mucha reflexión sobre lo que vemos y consumimos. Somos muchos más autoconscientes y autorreflexivos, de querer desarmar todo lo que consumimos. Creo que es eso.
¿Y a ustedes qué fue lo que las motivó a que el disco abordara estos conceptos?
- En realidad fue bastante natural. Cuando empezamos a componer para el disco, que nos llevó como dos años. Cada tantos meses nos fuimos al medio de campo las cinco a componer y fue un momento de conocernos entre nosotras desde otro lugar. Hablamos mucho sobre los consumos que nos marcaron y nos dimos cuenta de que, si bien somos todas muy distintas y venimos de contextos distintos, había un ADN musical, cultural y generacional que nos unía. Las cosas que consumíamos de chicas eran las mismas.
Por ejemplo, nosotras que siempre jodemos con Hillary Duff, con Disney Channel y todo eso. De tanto hablarlo, dijimos: “Esto nos re formó. Forma parte de mí y no lo voy a negar”. Creo que, a nivel sociedad, hay cierta resistencia a admitir que el pop te formó, que te gusta mirar películas de mierda, que te gusta proyectar con películas románticas. Nosotras dijimos: “Sí, ¡y ya fue!”. (Risas)
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¿Creés que ya no se romantiza tanto a los consumos culturales como antes?
- Sí, 100%. Quizá también es como querer agarrarnos un poco del pasado, que realmente siento que era más fácil. Por ejemplo, a mí me gusta mucho el cine y creo que antes de haber estudiado cine me era mucho más fácil ver películas y consumir discursos, porque nos estábamos cuestionando lo que consumimos. Hoy en día los productos intentan adaptarse a las épocas y eso genera algunas contradicciones.
Claro. Qué interesante eso de que se fueron al medio del campo a componer, ¿cómo fue eso?
- En realidad lo del campo es porque los padres de Cami, la guitarrista, tienen en Florida un casa de campo y se dio. Nosotras somos todas de Montevideo menos la bajista que es de San José. Y cuando estamos acá cada una tiene su vida y sus cosas por fuera de la música, entonces a veces es difícil hacer que el proyecto conviva con todo lo otro. Por eso dijimos que era preferible irnos cinco días a la mierda para estar lejos del caos de la ciudad. Fue un poco eso y fue súper importante para el resultado final del disco, hasta te diría que hubiera sido otro sin esa experiencia.
Fue muy fructífero. ¿Y cómo se conocieron?
- Fue por amigues en común. No es que éramos amigas e hicimos una banda. Solo Chane, la tecladista de la banda, y yo nos conocíamos hace años. Ella fue la última en incorporarse porque yo le empecé a insistir una vez que ya estaba formado el grupo. Pero fue así, yo preguntaba: ‘Estoy buscando una baterista para una banda’ y me decían tal persona. La verdad es que en ese sentido tuvimos mucha suerte, ya que nos unimos de una forma bastante random y sin embargo somos cinco personas que conectamos, que somos como hermanas. Son esas casualidades o causalidades de la vida.
Claro. Decías que tienen, además de Niña Lobo, otras ocupaciones. ¿Pueden sustentarse con la banda o aún no? ¿Cómo está el panorama indie en ese sentido?
- No, te diría que es bastante imposible. O sea, no se me ocurre ningún ejemplo de una banda indie que viva expresamente de su proyecto. Obviamente que conozco gente que además de los toques, da clases, prepara proyectos de fondos concursales y así se la rebuscan. Para nosotros es inviable hoy en día vivir de la música, obvio que es algo que proyectamos por la energía y el tiempo que invertimos. Pero bueno, hoy en día lamentablemente no.
En las letras de sus canciones usan lenguaje inclusivo. ¿Creen que eso pueda significar una acotación del público, por la reticencia que aún hay a la “e”? ¿Lo tuvieron en cuenta o ni lo pensaron?
- En realidad no lo pensamos mucho porque es algo que nosotras incorporamos a nuestra vida sin resistencia. Pero sí hemos recibido comentarios en las redes al respecto o te hacen el típico chiste y empiezan a ponerle “e” a todas las palabras. Pero bueno, un poco es como que decís: “Al final, si esta es la mente que tiene esta persona, ya fue. No sé si me interesa que me escuche”. Creo que nuestro público es bastante parte de una comunidad, que se siente como súper amigable, inclusiva y respetuosa, por suerte. Pero obvio que sí, recibís comentarios. Y bueno, 'tá.
Volviendo un poco a la banda en sí, tienen un estilo bastante marcado, forjado. ¿Les costó encontrarlo, tanto en lo musical como en lo conceptual?
- Creo que no. Sí nos llevó mucho trabajo el disco, todo el tema de desarrollar la estética que ya habíamos plasmado en los primeros EPs, cómo hacer para que la estética se sienta nuestra. Si escuchás los primeros dos EPs, hay un estilo re marcado en cuanto a los arreglos, la estética, todo; pero quizás es como más genérico del indie y no queda tan claro cuál es la identidad de Niña Lobo. También me parece súper natural porque era lo primero que hacíamos y un EP de cinco canciones no te da tampoco para poder desarrollar mucho. Pero cuando hicimos el disco sí, se fue dando naturalmente por el mismo hecho de que no pensamos en estructuras. Si hacíamos una canción que era distinta a todo lo otro, decíamos “la sentimos así, chau, después vemos cómo queda en el disco”. Tuvimos un proceso bastante libre de composición y por eso quedó un resultado más identitario, más maduro.
En los últimos años hubo un avance a nivel social en cuanto al machismo y a la deconstrucción. En la industria musical, desde su experiencia, ¿falta mucho por deconstruir todavía?
- Yo creo que sí. Ya con decir que a veces me preguntan sobre qué otras bandas de mujeres conozco y me cuesta pensarlo. A ver, que venimos avanzando y evolucionando hacia un mundo más inclusivo sí, pero falta un montón. Sigue habiendo micromachismo, micro y de todo tipo, pero lo que más se ve es el micromachismo en el día a día. Comentarios y cosas que sigue habiendo y que creo que van a seguir estando por un tiempo más. Así que hay que seguir intentando plantarnos para cambiarlo.