El multifacético artista Guillermo Fernández se define como cantor de tango, tal y como denominó su último trabajo discográfico, pero su trayectoria de más de seis décadas estuvo marcada por idas y vueltas con el 2x4. “Yo cambié la vida en un hotel cinco estrellas en Miami por cantar con el Polaco Goyeneche en Café Homero”, describió tras su experiencia en otros géneros musicales.
Desde que saltó a la fama como niño prodigio de esmoquin en los programas de televisión de tango, Guillermo Fernández nunca pensó en abandonar el ritmo rioplatense que Carlos Gardel popularizó en todo el mundo. Durante su juventud, el artista, que cumplió 66 años, probó suerte en el mercado norteamericano, donde se convirtió en un baladista latino de pelo largo y ropa colorida. Vendió más de medio millón de discos, pero eso no lo representaba.
Eran los comienzos de los 80’, cuando Guillermo Fernández buscó nuevos horizontes en su carrera y se radicó en Los Ángeles. En esos años se reinventó como un cantante de baladas con un look más informal y pelo largo sin gomina como arrabalero. El manager argentino Roberto Livi, productor de Roberto Carlos y Julio Iglesias quería que saliera a competir con los ascendentes Ricardo Montaner, Franco de Vita y Alejandro Sanz.
Sin embargo, la relación no terminó en buenos términos: “Culminó con una gran pelea con Livi en la que le dije que no me sentía cómodo, que no era baladista, sino un cantor de tango que había grabado algunas baladas”. "Su respuesta me marcó: me dijo que no estaba preparado para la industria y que iba a terminar cantando en Argentina con el Polaco Goyeneche. Él lo decía como crítica, yo lo recibí como halago”, reveló el tanguero en una entrevista con Andrés Casak.
Cabe recordar que Fernández debutó en la televisión con 6 años, fue descubierto por Héctor Ricardo García, integró los programas Siete y medio, La feria de la alegría y Si lo sabe, cante, mientras recorría el circuito de cantinas, con base de operaciones en el Rincón de los Artistas.
En Grandes valores del tango, la creación de Alejandro Romay, el entonces “Guillermito” se afianzó como emblema del tango. Cantó con Floreal Ruiz para Azucena Maizani, recibió un tango que le dedicaron Julio De Caro y Sebastián Piana y se presentó junto a los hermanos Homero y Virgilio Expósito. Además, compartió mesa con Rosita Quiroga, Julio De Caro, Isabel del Valle, Enrique Cadícamo, Mona Maris y Tito Lusiardo.
“Pensaban que el tango se moría, estaban grandes y quizás veían en mí la posibilidad de la supervivencia del género”, analizó Fernández y explicó ante La Nación: “Para que te des una idea, muchos de ellos, que ni siquiera eran docentes de música, me tomaron como alumno: estudié con Aníbal Troilo, Alberto Marino, Lucio Demare, Roberto Grela”.
"Había elegido al tango, porque si no estaría en Miami disfrutando de las ganancias"
“El tango te espera a la edad que te llega. No sé si hay un número. En mi caso, siento que el tango me adoptó de chico, fue algo en lo que me vi envuelto. En cambio, de grande yo lo elegí a él y ya no quise cantar otra cosa”, remarcó el artista y confesó sobre su regreso de Estados Unidos: “Sentí cierto rechazo. Algunos me decían: ¿Por qué te fuiste a cantar cosas modernas?”.
Allí detalló su postura frente a las críticas: “Yo intentaba explicar que en un disco de baladas había vendido más que en 40 años de trayectoria, pero que había elegido al tango, porque si no estaría en Miami disfrutando de las ganancias. Los músicos entendieron, a los tangueros les costó”. “Me siento parte de la movida del tango actual y también del elenco de cantores que le puso el pecho a esa etapa tan difícil para el tango que fueron los años 60 y 70”, cerró.