Un libro sobre Ricardo Piglia, al estilo del perfil o el retrato que hizo sobre Mario Levrero, es uno de los proyectos que ocupa el escritorio de Mauro Libertella, pero no el único, ya que a esa tarea se suman los trabajos como editor y periodista que sostiene a diario y pese a los cuales encuentra tiempo para los trabajos más autobiográficos como el reciente "Un futuro anterior".
-T: ¿Estás trabajando un libro sobre Piglia?
-M.L.: Sí, no le quiero decir biografía porque siento que es algo más total y no puede faltar ningún momento, hay que acceder a papeles a los que no creo que pueda acceder. Tendría que viajar a Princeton y además tener tiempo para leer toda su correspondencia, sus diarios personales. Perfil o retrato, el libro es un poco eso. Hice un libro sobre Levrero para la Universidad Diego Portales de Chile y este también sería con esa editorial. Surgió como una invitación de Leila Guerriero: con ella trabajamos el de Levrero y cuando terminamos me dijo "che hagamos otro" y primero le dije que no porque es un trabajo tremendo, meterse tanto tiempo en un autor es muy asfixiante, te tiene que interesar de verdad. Corrés el riesgo de quemarlo para vos. Es como escalar una montaña, muy lento, hay que aprender a hacer un corte, siempre aparece una entrada nueva. Tengo ahora en mi escritorio 4000 papeles, todas las entrevistas que le hicieron a Piglia, sus libros, los ensayos críticos de su obra. Es como hacer que esas 5000 páginas se conviertan en un libro de 200. Es difícil pero es muy lindo. Así que dije que si. Pero también me pasa que como escribo estos libros autobiográficos y me gusta escribir tampoco puedo escribir todos los años un libro autobiográfico porque tengo que vivir algo para poder escribirlo. Entonces hago un libro ensayístico, vivo un poco, entonces después puedo escribir otro y así.
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-T: ¿Lo elegiste vos a Piglia o fue una propuesta de Guerriero?
-M.L.: Me propuso tres y entre ellos estaba Piglia y fue inmediato. Levrero se lo propuse yo, ella me había propuesto varios y ninguno me cerraba del todo. Con Piglia le dije "no lo quiero hacer ahora pero reservamelo por las dudas". Además Piglia es muy complejo, es la historia de la literatura argentina de los últimos 50 años, los años 60, la Buenos Aires bohemia, la editorial Jorge Álvarez, el under, toda la política de los 70, las revistas de la resistencia tipo Punto de Vista, todo su trabajo como guionista, como profesor; está el Premio Planeta si estuvo arreglado o no, los 15 años en Princeton, su enfermedad final que fue una locura, con él reescribiendo todos sus libros con el cuerpo paralizado. Así que estoy ahí.
-T: ¿Cómo hacés para encontrar el hueco para escribir tu ficción con tantos laburos: la agenda, revista Ñ, la revista de la Universidad de Hurlingham y la editorial Vinilo?
-M.L.: Estoy pensando mucho en este tema, me tiene obsesionado, preocupado. Siempre llega un momento en el que digo que tengo que dejar uno de los trabajos para dedicar más tiempo a la escritura. Pero después siento que nunca es el momento de dejar un trabajo, siempre hay más inflación, está todo a punto de destrozarse. Siempre pasa algo y soy muy cauteloso y cuidadoso con este tipo de temas, no me sale renunciar. Si me surge un trabajo digo que si porque tengo que ahorrar dinero por si después viene la mala y me voy metiendo en un callejón sin salida. En un contexto en el que hay poco trabajo, está bueno tener trabajo pero al mismo tiempo me genera esa trampa de que no me queda tiempo para escribir y toda la vida es trabajar. Cada uno me gusta por distintas cosas, es una neurosis infinita. Ahora, una vez que escribo, escribo rápido así que si solo puedo disponer de dos horas limpias por día para solo pensar en la escritura, estoy. Con el libro de Piglia tuve un momento de euforia, me puse a escribir y hace tres meses lo tuve que parar porque no estaba encontrando tiempo por la cantidad de trabajo. Eso es un garrón porque retomarlo es volver de cero, perdiste el pulso, la energía. Tengo ganas de hacer un libro sobre dinero y trabajo y quizás sea mi modo de resolver este callejón sin salida. Para hacerlo quizás dejo un laburo. Es un problema que tengo todo el tiempo en la cabeza. No existen soluciones mágicas. Pienso en cómo viven los escritores, me hago la pregunta de cuánto necesita uno para vivir.
Con información de Télam