(Por Milena Heinrich) Con una narradora que pone el cuerpo para quedar embarazada, para criar, para amar y para sobrevivir al rol social de la maternidad, la primera novela de Ana Wajszczuk, "Fantasticland", construye una ficción sobre y más allá de ser madre: una trama que se compone de lecturas y de la experiencia propia, que se pregunta por los límites y la tensión con el deseo y que va al hueso de un lenguaje que permita contener algo de la transformación inaprensible que supone la maternidad.
Una mujer profesional, urbana, independiente, se enamora, al punto de que ese amor arrasa con todo lo que había hasta entonces. La pareja quiere tener un hijo, como un fruto que exprese eso que sienten, pero la búsqueda no es fácil y de pronto el cuerpo de ella se convierte en el terreno de la intervención médica. ¿Cuál es el límite del deseo? ¿A cuántos estudios, visitas médicas, procedimientos se puede someter alguien para convertirse en madre? ¿Cuál es el momento del querer y de la trampa en la maternidad?
Ana Wajszczuk, editora, periodista y autora de "Chicos de Varsovia", empezó a escribir "Fantasticland" durante los días y meses de pandemia; abandonó un proyecto de investigación periodística y se dedicó a trabajar en esta historia que ella llama "novela de no ficción". Necesitaba una trama que le pasara por el cuerpo, una escritura como idioma para entender el mundo, y ahí entró la maternidad: "La novela parte de cosas que me pasaron a mí pero no todo lo que pasa necesariamente me pasó, ni existieron todos esos personajes. Yo pasé por muchas de las cosas que pasa la protagonista y sí este libro nace de la perplejidad absoluta de ser madre. La maternidad te da una piña en la cara, te hace bajar a las necesidades más primarias del ser humano y a lidiar con cosas que no imaginaba".
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"Fantasticland", publicado por Sudamericana, se divide en dos partes: antes y después del nacimiento de la hija. Pero no todo gira en torno a la maternidad, o sí, porque la maternidad puede transformarlo todo: la relación con la pareja, con una misma, con el mundo que la rodea. Con una narración envolvente, que se hilvana entre la prosa poética que mira y siente, y las referencias a autoras que abordaron la maternidad en el terreno del ensayo -como Rachel Cusk-, la novela de Wajszczuk explora las luces y sombras del sistema médico hegemónico y su concepción del cuerpo como máquina productiva, indaga en las tecnologías de reproducción asistida y su capacidad para "mejorar" la naturaleza, expone la tensión entre la mujer, la puérpera, la madre y la trabajadora, la distribución y cargas de tareas de cuidado.
Pero también arma una gramática de la maternidad y de la mirada amorosa sobre esa hija, todo lo que le despierta y se vuelve espiral de incertidumbre y preguntas: "Cada vez que veo algo en ella inédito: un gesto, una palabra, algo que le gusta o que rechaza, algo que no es de Martín ni es mío sino de ella, todo de ella, una persona nueva, pienso: ¿de dónde lo trajo, de qué profundidad, de qué misterio venimos?", escribe la narradora.
¿Por qué "Fantasticland"? "Es ese lugar inasible de la utopía -responde la autora-, donde uno cree que su pasado fue mejor y quizás no fue así cuando lo vivió, o que va a venir algo mejor. Y también porque me hacía acordar a un parque de diversiones medio terrorífico, como Coney Island. La maternidad tiene un poco de eso: vuelta al mundo, sube y baja en una montaña rusa, el laberinto del tren del fantasma del terror en los tratamientos de fertilidad. Me gustó esa palabra para querer atrapar algo que nunca se deja atrapar y lo tenés en tus recuerdos romantizados o en tus aspiraciones futuras".
-Télam: Hay una búsqueda en la novela y es la aproximación a entender qué es la maternidad, qué transforma o qué supone...
-A.W: ¿Cuándo es que una empieza a ser madre? ¿Cuando lo deseas, cuando te enterás que estás embarazada, cuando tenés a tu hijo por primera vez en brazos? Me parece que aparece cuando uno empieza a pensar un poco en eso no, pero la verdad es que hasta que no sos madre tampoco te das cuenta de lo que implica, no sólo en en relación a un hijo sino en relación a un lugar en la sociedad. La maternidad y la paternidad. Son roles que están muy desvalorizados. Es como si fuese la quintaesencia del capitalismo, la privatización total: es tuyo, hacete cargo y no como algo de donde todos venimos. Creo que yo también hasta que tuve una hija pensé que era solo una cosa mía, íntima y privada.
-T: Esa pregunta sobre el rol social está presente todo el libro.
-A.W: Es la gran ambivalencia de la maternidad y no hay tanto escrito sobre la maternidad y los cuidados, sobre todo en ficción. Sí hay muchas autoras que han hablado de la ambivalencia materna, en los 70, las clásicas, Adrienne Rich o Jane Lazarre. Leí muchas autoras para tener cierta base para este libro porque como vengo del periodismo sentía que no estaba pisando firme en ningún lado mas que mi propia experiencia y la de mis amigas. Nada te prepara para la maternidad, es diametralmente radical lo que te pasa cuando tenés un hijo y para mí es una de las experiencias en la vida donde lo que uno se imagina y lo que termina siendo no podría ser más diferente.
Me parece muy fuerte lo que pasa no sólo en la relación madre e hijo sino en la maternidad como rol social, qué se espera de una, los mandatos que siguen operando y que literalmente son prehistóricos. Además, ahora, estamos abrumados por las redes sociales y por lo que todos los influencers de maternidad dicen que hay que o no hay que hacer, además de los médicos, o sea, estamos rodeados de expertos por todos lados y eso es bastante abrumador.
-T: Pero este libro no sólo habla de la maternidad sino que ficcionaliza algo que no se cuenta mucho y son los tratamientos de reproducción asistida.
-A.W: Me pareció interesante contar el arco que hace una pareja desde que se conoce, se enamora, quiere tener hijo que no llega y después qué pasa con ese hijo porque las cosas cambian, muchas para bien, otras para mal, como todo en la vida.
Por otro lado, yo pasé por tratamientos de fertilidad y me parecía un submundo no narrado. Quienes pasamos por tratamiento de fertilidad tenemos que atravesar un túnel del terror del sistema médico hegemónico y de un montón de cuestiones que son muy nuevas, que no hay mucho pensamiento al respecto y que implican un montón de cuestiones filosóficas, éticas. Quería que la protagonista pudiera plantear la labilidad de los límites porque muchas veces ni siquiera vos sabes si lo querés hacer pero lo hacés porque te empuja la ciencia: no podés tener un hijo naturalmente, hacé este tratamiento, si no funciona anda otro, no funciona, anda una donación, si no funciona, andá a una subrogación de vientre. Está todo esto muy intrincado con el mismo desarrollo técnico de la sociedad. Realmente es muy abrumador pasar por eso, hay mucho destrato y es muy difícil dar con médicos que empaticen porque, básicamente, te tratan con la misma liviandad que si se te hubiera roto un dedo. Me parecía un territorio muy rico para explorar emociones de la protagonista.
-T: Y otro territorio es el cuestionamiento de la maternidad, aún habiéndola deseado.
-A.W: Me parece que antes no había tantas preguntas y quizás podían criar de una manera más fácil, ojo tampoco es malo eso. Esto de preguntarse es un fenómeno muy de clase media profesional y la protagonista se pregunta por lo que está viviendo mas como un fenómeno de clase:; si hace colecho, si lo tengo a upa, método Montessori, si trabajo o cuido. Me parece maravilloso que se puedan hacer cada vez más preguntas sobre maternidad porque, la verdad, que respuestas hay pocas.
Yo nada más sabía que quería contar una historia y me fui dando cuenta a lo largo de la escritura que la riqueza está en abrir más preguntas y en ver más maneras de maternar, ya sea mirando para atrás o ya sea mirando a tus contemporáneas. Necesitamos esas historias porque son básicas para la vida, cuantos más relatos haya sobre maternar y paternar vamos a ver miradas más ricas sobre la vida de todos, como relato social.
-T: El concepto que se usa de "mala madre" no tiene tanto que ver con lo que se hace con el hijo sino con la experiencia de lidiar con la postergación de las necesidades de una por el otro, sobre todo en los primeros años de vida. Eso es algo que le pasa a la protagonista.
-A.W: Sigue operando el modelo del ángel del hogar, la abnegación, que la entrega de la madre tiene que ser radical o nada. Si la maternidad se empieza a pensar como algo más social, podemos liberar a la figura de la madre de esa presión de tener que ser la Virgen María. Es cierto que también la maternidad te hace conectar con una cuestión muy ética.
La fantasía de la modernidad que nació con el yo romántico, independiente del mundo, es algo que vivimos muy pocos años en nuestra vida. En nuestros primeros años necesitamos que nos cuiden y, en los últimos también. Sin embargo, recién ahora se está empezando a hablar del tema de los cuidados como una obligación y como un derecho. La maternidad te conecta con algo ético y del cuidado, ponerse en el lugar del otro, tratar de acompañarlo. Te conecta con esa bondad innata que todos tenemos en algún lado y si eso se replica a nivel social, creo que las cosas cambiarían un montón.
Con información de Télam