Marcelo Cohen, escritor, traductor y crítico literario, artífice de una obra cargada de inventiva, destreza y experimentación, fue distinguido hoy con el premio honorífico La Rosa de Cobre que otorga la Biblioteca Nacional para homenajear y reconocer la trayectoria de los creadores que con sus obras realizaron un aporte significativo a la cultura argentina.
Pasadas las 18, la sala Cortázar de la Biblioteca Nacional fue el escenario de un encuentro cargado de emoción pero alejado de solemnidad, en el que el director de la institución, Juan Sasturain; el ensayista, periodista y músico Abel Gilbert; y el editor Maximiliano Papandrea fueron los encargados de retomar la obra y el alcance de Cohen (Buenos Aires, 1951) en la literatura argentina.
Sasturain fue el encargado de inaugurar los discursos asegurando que la cita tenía "espíritu de fiesta, de cumpleaños" y se animó a bromear: "La rosa no es un premio, ¿a vos te dijeron que te van a entregar un galardón?", le preguntó a Cohen.
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"Si, un galardón", respondió el homenajeado y el funcionario señaló que se trataba de "una distinción, un reconocimiento" impulsado por el exdirector de institución Horacio González en el 2013.
Sasturain dijo que la literatura de Cohen "despierta la unión del lector con el autor" y lo comparó con el pianista de jazz Brad Mehldau: "Con Marcelo tenemos un punto de encuentro que es el jazz. Yo creo que escribe como Brad Mehldau toca el piano, toca una cosa con una mano y otra con la otra", graficó.
El autor de "Perramus" aseveró que "no siempre se puede acompañar a los escritores que llevan a puntos extremos sus descubrimientos. Cuando la tensión llega hasta el balbuceo, uno se baja. Marcelo tiene la sensibilidad y la cortesía de dejarse acompañar", enfatizó y señaló que eso implicaba "un desafío en esa selva literaria que uno asume con todo el compromiso. Marcelo no nos deja salir del bosque literario". La frase disparó uno de los primeros aplausos de la tarde.
Esas fueron las palabras que marcaron la presentación de Cohen, quien visiblemente emocionado advirtió que el homenaje era para él "una satisfacción enorme, un baldazo de agua tibia, que te despierta y te revive pero no es una ducha de locos".
"Me voy a emocionar", advirtió en un momento. "Voy a mencionar a varias personas: primero a Graciela (Speranza), por su amor, por su talento, por su capacidad de estudio, porque es una escritora de primera y tenerla al lado siendo esto que yo estoy describiendo no era poco. Vino con una biblioteca distinta a la mía, lo digo materialmente y mentalmente. durante mucho tiempo las tuvimos separadas y después las mezclamos, y quedó bien. Como para jugar a la canasta", relató sobre la vida compartida con la crítica, narradora y guionista de cine que lo escuchaba en la primera fila.
"Y la biblioteca venía con Mariana. Conocí a Graciela con una hija, Mariana. Al principio esto era difícil, pero pasó la vida, pasaron todos los momentos, porque la juventud madura y después viene la universidad. Siempre fue una persona inteligente y tremendamente comprensiva. Y lo es más ahora porque actúa. Ella está en la Secretaría de Cascos Blancos entonces participa en gestas de ayuda, en situaciones catastróficas, estuvo en la frontera de Ucrania ayudando a salir gente. Uno tiene miedo de eso. Podría hablar una hora de ella", repasó Cohen en un ambiente de escucha atenta y silencio.
Artífice de una obra rica, cargada de inventiva, destreza y experimentación, Cohen afirmó que su trayectoria fue "un aprendizaje constante": "Me he tomado la vida como un aprendizaje sin fin, se terminará por supuesto pero un aprendizaje constante. A todos los que nombré, no puedo hacer otra cosa que agradecerles. Mucho", dijo el autor de una veintena de novelas y volúmenes de cuentos que se ha convertido en el mayor renovador del género fantástico en lengua castellana de las últimas décadas.
Al hablar del premio, Cohen se remitió a Roberto Arlt: "Como en la rosa de cobre de Arlt, la literatura es también una galvanización. Porque hay una base en lo real, que uno convierte en un hecho material. A diferencia de Arlt, yo quiero la tranquilidad y el estilo de Flaubert así como la potencia de esa literatura que es un cross a la mandíbula", expresó.
Se detuvo a reconocer nombres claves en su recorrido -"gente sin la cual no habría sido lo que soy ahora"- y la lista incluyó a Cesare Pavese; el propio Sasturain; o a Ana Basualdo, "lectora de manuscritos, intransigente, uno podía estar de acuerdo o no pero ella no te endulzaba el comentario", entre otros.
El escritor y traductor dijo que "toda la gente" que nombró "hoy trabaja. No con prepotencia, pero trabaja". "Espero que de ellos sea el futuro, aunque la Tierra y nosotros mismos tengamos por delante un futuro bastante malo. Pero hay algo que sí existe: trabajar para mantener encendida la llama", enfatizó.
Lo siguieron las palabras de Gilbert, quien rememoró que "en principio" fue su lector en 1992 cuando "caminando por Corrientes" se encontró con "El fin de lo mismo" y lo terminó en una noche. "Me sacudió muchísimo. Después lo conocí a Marcelo. Nos veíamos en el bar de Pagina 12, y después devino en amistad", sintetizó.
El ensayista, periodista y músico señaló que "la música contamina la literatura" de Cohen porque indicó que "hay una voluntad en su obra de discutir lo real a partir de la música. En Cortázar aparece la melomanía. En su literatura se habla de discos. Acá Marcelo hace la diferencia, más allá de la poética, del registro, que lo va a conectar con Proust".
Para el autor de "Tropezar con la felicidad", lo constitutivo de la obra de Cohen "es la constitución de músicas imaginarias", ya que destacó que el traductor "compone y eso es una peculiaridad". Cohen lo escuchó siempre con una sonrisa y al finalizar hubo un abrazo emocionado.
Después fue el turno de Papandrea, quien se declaró "ultra fan" del escritor y contó que era un lector de su obra "desde hace ya más de 25 años" y en todo este tiempo lo regaló, lo recomendó, lo pensó y lo sigue pensando: "Hasta tengo el honor de seguir trabajando como su editor y seguir poniéndolo a disposición de los demás", expresó el editor de Sigilo.
En su discurso, Papandrea dijo que "hoy las distopías perdieron razón de ser. Cohen las abandonó hace un tiempo o, mejor, las llevó a un lugar más colorido" y finalizó agradeciéndole su amistad y sus libros.
El encuentro terminó y Cohen cerró manifestando: "Los dejamos libres, yo me voy a sacudir un poco los elogios".
La más reciente obra publicada del protagonista de la jornada es "Llanto verde", en la que continúa el ciclo de "relatos cinematográficos" que inauguró con "La calle de los cines". Con estos once nuevos relatos, el autor sigue expandiendo ese mundo maravilloso de islas de río y tiempos aglomerados en el que ocurren todas sus ficciones desde hace un tiempo y que dio en llamar el Delta Panorámico.
Ese espacio literario fue creado por Cohen en 2001 y está integrado por un archipiélago de islas de río en donde transcurren sus novelas y cuentos desde entonces. Cada isla tiene su propia geografía, su fauna y flora, su historia, costumbres y sistema político. También comparten ciertos rasgos como la moneda o las invenciones tecnológicas, pero el principal denominador común es el deltingo, un idioma hermoso y disparatado que Cohen va inventando mientras ilumina nuevas regiones de este territorio.
Entre sus relatos, ensayos y novelas publicadas se destacan El país de la dama eléctrica (1984), El fin de lo mismo (1992), El testamento de O'Jaral (1995), Donde yo no estaba (2006), Casa de Ottro (2009), Balada (2011), Música prosaica (2014), Algo más (2015, Sigilo), Notas sobre la literatura y el sonido de las cosas (2016), Un año sin primavera (2017).
Considerado uno de los traductores más prestigiosos en castellano, ha traducido a Nathaniel Hawthorne, William Shakespeare, Alice Munro, Clarice Lispector, J.A. Baker, J.M. Coetzee, M. John Harrison, Julia Armfield, entre muchos otros. Dirige junto con Graciela Speranza la revista digital de reseñas Otra Parte Semanal.
Con información de Télam