(Por Leila Torres) ¿Cómo era ser pequeño?¿Qué sucede cuando intentamos recordar la experiencia del tiempo en nuestra infancia? ¿Qué sentimientos teníamos de pequeños ante la mirada de nuestros padres, nuestros hermanos o los maestros? En su último libro, "Cómo era ser pequeño explicado a los grandes", el escritor Luis Pescetti explora estos interrogantes y propone diferentes metáforas para acercarnos a una época en que la relación con el pasado se ha transformado en algo lejano.
"Quería hacer un libro para adultos sobre las emociones y ése fue el disparador inicial. Tenía la intuición de escribir un ensayo autobiográfico porque soy un devoto y admirador del género. Al poco de empezar a escribirlo, se modificó", cuenta a Télam Luis María Pescetti, autor de más de treinta libros, como los de la saga Natacha, músico, pedagogo, actor, y una de las voces más influyentes en infancias de las últimas décadas.
El autor escribió este libro publicado por Siglo XXI en el contexto de un bombardeo de noticias sobre la Franja de Gaza, territorio en conflicto entre Israel y Palestina. "No quería hablar solo de la infancia sino también sobre los desplazados, porque yo estuve en México y allí las noticias son más presentes sobre ese tema. Poco a poco fui cambiando el eje y encontré noticias sobre gente mayor que podía quedarse sin sus tierras, sus bienes o su vida. Y pensé: `¡Ah, como la infancia!. Tienen miedo de no poder elegir qué van a hacer de ellos", dice.
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-Télam: "Las personas somos inmigrantes en el tiempo" es una de las oraciones que se lee al comienzo del libro ¿qué significa esta idea?
-Luis María Pescetti: En mis charlas con docentes no funcionaba decir "acordate cómo era cuando vos eras chico" pero si le decís a alguien que por razones que están fuera de su control se tiene que mudar a otro lugar, a un cuarto con baño compartido y esa persona no quiere baño compartido, lejos de su casa, a un lugar que no estaba en sus planes, entonces, enseguida se pone alerta. Era más fértil decir "imagínense que somos todos inmigrantes".
Cuando me di cuenta de eso, supe que la metáfora además de ser muy fértil, era muy cierta. Los niños no son inmigrantes en el espacio pero sí lo son en el tiempo porque como recién llegados son tiempos de los cuales nosotros somos los titulares. Después seguía leyendo porque hay un par de autores de novelas indias que me gustan, entonces dije: "es como los colonos cuando llegaban los evangelizadores y les decían que el Dios era otro, que estaban equivocados". Es devastador. Y resulta que se enseña como si se evangelizara. Así como se evangeliza y se plantea una "verdad revelada" al ser una verdad no hace falta que convenza al otro porque es él quien tiene que acceder a mi verdad. Así también se enseña: uno posee el conocimiento y la infancia es una página en blanco que el maestro debe llenar. Me fui corriendo de todo eso.
T.: ¿Y de qué se trata la idea de que un niño es un embajador entre dos mundos?
-L.M.P: Esa metáfora la dijo una maestra en México. La familia de un chico no quería que su hijo estudiara música porque era de un barrio muy humilde. Querían que hiciera algún trabajo que le asegurara el porvenir, entonces la maestra le dijo: "Mira, tu eres un embajador entre dos mundos". Me pareció bellísima la imagen: el mundo de la familia, el ámbito en el cual él crecía, y el mundo que le conectaba la escuela y al que él quería acceder. Es una metáfora hermosa porque enaltece las dos partes, tu destino, lo que vayas a hacer y tu origen. No le decía "entendelos a ellos". Ahí la maestra le está diciendo al chico: "Vos te querés sacar el atraso como el que se baña después de haber limpiado una central nuclear".
-T.: En el libro planteas la idea de siempre intentar hacer lo que a uno le guste, luchar contra los comentarios que nos puedan desanimar en ese camino, ¿por qué incluir la vocación?
-L.M.P.: En el gusto se resume mucha sabiduría sobre uno mismo y no quiere decir que porque te guste va a ser fácil. O porque te gusta va a ser efímero. No: si algo te gusta podes ser perseverante aunque te cueste. Quizás dando vuelta la versión muy opaca de mandato de "no se puede hacer siempre lo que te gusta".
Desde el punto de vista del niño, "no solo estoy todo el día haciendo algo que no me gusta todo el tiempo que es la escuela, sino que me confirman que no se puede hacer lo que me gusta. Me quiero matar". Entonces, me pareció que había un acercamiento muy torpe y pobre en relación a la vocación, como si ese radar enorme de la vocación, que sintetiza tu alma, tus aspiraciones, cómo te criaron y lo que vos viste y te faltaba pero también lo que te dieron y todo se resume en tu talento, y hubiera que descartar. Es la invitación a descubrir y oír la voz que hay en vos: "dale bolilla, porque resume mucha sabiduría".
-T.: Abrís uno de los capítulos contando la historia de una conocida cuyo padre se fue de casa cuando ella era una bebé y que, luego de muchos años, viajó hasta donde el padre vivía y le regaló un álbum de fotos con diferentes momentos de su vida. A partir de este texto hay todo un planteamiento sobre la mirada, ¿qué papel cumple en la infancia?
-L.M.P: Digamos que es el sustituto y la continuación de lo que nutre, de la leche materna. Lo que hacés no lo hiciste hasta que alguien lo vio. El chico realmente completa algo cuando fue visto empáticamente. Hay un documental en Netflix, que es una actuación de John Leguizamo, un actor latino americano, que se llama "Historia latina para idiotas". En una parte, él dice esta frase: "Hasta que no te ves a vos mismo reflejado por alguien fuera tuyo, vos sos invisible". Para sentirte visible tenés que verte representado afuera. Entonces, como dice la charla TED de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, "yo pensé que todas las historias de los personajes eran blancos, (ella es negra) hasta que descubrí a escritores africanos y eso fue un flash".
Los niños ven historias en las plataformas streaming o en YouTube y la mayoría de esas historias no reflejan ni sus paisajes ni sus conflictos, entonces crecen sintiendo que el centro de mundo, que es donde nacen las historias, está en otra parte y por lo tanto que sus aventuras no son del todo aventuras, que no tiene importancia. Hasta ese punto tiene valor la mirada del otro.
-T.: ¿Cómo es el tiempo en la infancia y por qué la afirmación de que a los chicos los guían las aventuras?
-L.M.P.: La primera vez que escuché esta idea fue por Geneviève Patte, una bibliotecaria francesa muy copada. Ella dio una charla en Medellín, Colombia, donde habló de los cuentos de irse a dormir. Y planteó que cuando le contás un cuento a un chico, a lo que más está atento es si es verdadero. No a si es verdadero el cuento, a si es verdadero tu momento de estar con él. Si el chico pesca que te da fiaca estar con él... eso es un fracaso, el niño se quiere escapar.
T.: Abordás también la cuestión de la hermandad, ¿por qué esta indagación sobre la relación con los hermanos en la infancia?
L.M.P.: Yo fui hermano menor, entonces que me prestara atención mi hermano, que me mirara, que "bla bla bla mi hermano", era como el flash de la cámara de los casamientos, que te encandila. Y después el flash se va a otra parte y decís "dejé de ser interesante al camarógrafo, te quedás a oscuras". El flash de mi hermano mostraba que yo estaba haciendo algo interesante.
De grande, por ser papá, me di cuenta que me llevé el hueco de su mirada en el mundo. En ese hueco fui calzando a diferentes personas, tenía que haber alguien que validara con su mirada de hermano mayor. Al final, ante un fantasma, yo seguía siendo un hermano menor interno.
T.: Planteas que la empatía nos guía en cómo nos comunicamos, ¿cuál es la importancia de la empatía en la infancia? ¿Y de la diversión?
L.M.P.: La empatía tiene importancia a lo largo de toda la vida. La empatía es la capacidad de imaginar cómo el otro se representa a sí mismo o como el otro te representa a vos. Es decir, cómo se ve a sí mismo o cómo te ve. Entonces si uno es torpe en eso, salvo que seas laboratorista y no tengas que interactuar con nadie, y todo sea una cadena de mil microscopios...sin empatía vas muerto. Hay un biólogo que dice que el que no interpreta bien la realidad, muere. La empatía es la interpretación a nivel humano. Y la diversión es un índice de salud, no la búsqueda permanente de diversión, ese es un índice de fuga siempre. A los chicos también les interesan los temas tratados seriamente.
Con información de Télam