Mori Ponsowy: "La buena literatura explora la complejidad de la naturaleza humana"

26 de marzo, 2023 | 14.41

(Por Eva Marabotto) Un personaje multifacético, una especie de Leonardo Da Vinci moderno, capaz de dedicarse al arte y a la ciencia es protagonista y eje de la biografía ficticia "La nueva vida de Valdi Bonetti", una novela de Mori Ponsowy que busca aprehender la riqueza del ser humano.

"Me conmueve pensar en el talento desperdiciado. Por cada artista y cada genio que logra destacarse, debe haber miles y miles que fracasaron en el camino y otros tantos que ni siquiera tuvieron tiempo de descubrir su propio talento", dice la escritora.

Pero, a la vez, "La nueva vida de Valdi Bonetti", editada por Alfaguara, es una historia que habla de la fugacidad de la dicha, el amor filial y lo inevitable de la muerte, mediatizada por una narradora honesta, que construye su propia versión del personaje. "Lo que sigue no es la historia de su vida, sino tan solo una versión de su vida; una en la que calzan las piezas que pude juntar a lo largo de los años", aclara desde el comienzo.

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Es por eso que la figura de Valdi, tan genial como desmesurada, se construye no sólo a partir de los testimonios del protagonista, sino también a partir de las voces de dos mujeres que lo amaron: la narradora y Azucena, la mujer con la que él tuvo un hijo. La trama de la novela, de este modo, documenta el apogeo y la decadencia del artista y construye esta última a partir de un paralelismo con la caída de Napoleón, a quien él representa en una obra teatral. "Mi nombre ya no dice nada. Soy un minotauro al que le pesa la cabeza de toro", confiesa el militar y estadista en un parlamento que también le cabe al personaje de Ponsowy.

La escritora nació en Buenos Aires pero vivió en Perú, Venezuela y Estados Unidos. Es autora de los libros de poesía "Enemigos afuera" y "Cuánto tiempo un día", y las novelas "Los colores de Inmaculada", "Abundancia" (Premio de Novela Letra Sur 2010) y "Busco un amigo". También publicó la crónica "Okasan. Diario de viaje de una madre", que está siendo adaptado al teatro y al cine.

Sobre la literatura como una herramienta para abordar la complejidad del ser humano y la multiplicidad de voces que se necesitan para narrar una vida conversó la autora con Télam.

-Télam: ¿Cuánto hay de autobiográfico en esta biografía de un personaje ficticio?

-Mori Ponsowy: Dicen que la literatura se alimenta de la geografía de la infancia y primera juventud. Viví casi veintisiete años en Venezuela. Nací en Buenos Aires, pero llegué a Caracas a los ocho años y allí terminé la escuela y la universidad, allí me casé, allí tuve mis primeros trabajos, allí nació mi hijo. Regresé aquí a los treinta y cinco pero, todavía hoy cuando me despierto en medio de la noche, con frecuencia me parece que estoy en la casa en la que viví allá cuando era niña. La geografía de esta novela -así como la de mis novelas anteriores- es Caracas: la Caracas real, con sus calles, su vegetación y sus gentes. Sin embargo, me gusta pensar que más allá de la geografía, lo que les sucede a los personajes podría ocurrir en cualquier lugar del mundo.

-T.: En los primeros capítulos aclarás que no es la historia de vida de Valdi sino una versión. Se puede aprehender la vida de otro o es imposible?

-M.P.:Los otros: qué misterio, ¿no? ¿Cuánto podemos conocer a otra persona? ¿Cuántos de sus sentimientos alcanzamos a compartir? ¿A cuántos nos ha pasado que, después de años de dormir junto a alguien, una mañana nos despertamos con la impresión de que esa persona que tenemos al lado es un extraño? ¿Un cuerpo nada más, un cuerpo cuyos pensamientos y afectos nos son desconocidos?

La literatura está llena de personajes que de pronto deben enfrentarse a esa extrañeza. "Gabriel la miró dormida, como si él y ella nunca hubieran vivido juntos como un hombre y una mujer", escribe Joyce en "Los muertos". En "Pastoral americana", esa maravillosa novela de Philip Roth, uno de los personajes se pregunta: "¿Qué hemos de hacer con este asunto tremendamente importante de los otros?". Y sigue: "Te equivocas acerca de ellos antes de conocerlos mientras imaginas que los vas a conocer; te equivocas acerca de ellos mientras estás con ellos; y, después, vas a tu casa y le cuentas a alguien acerca del encuentro y vuelves a equivocarte acerca de ellos una vez más".

Me inquieta y fascina a la vez la idea de que nunca llegamos a conocer del todo a ninguna otra persona, ni siquiera a la más cercana. Pero quizás no debería sorprenderme tanto porque, ¿acaso nos conocemos a nosotros mismos? El ser humano es enormemente complejo y, con frecuencia, desconcertante.

-T.: ¿Cómo es la nueva vida de Valdi Bonetti? ¿Es la historia de la decadencia de un emperador de la que trata la obra que representa?

-M.O.: Así es. Quise contar la historia de un artista que nació con muchos talentos, que en su juventud fue muy amado y admirado y que, luego, no supo -o no pudo- encausar su creatividad, ni esa personalidad suya tan cautivadora, hacia un destino luminoso. Como Napoleón, el personaje que representa en el teatro, Valdi también se creyó llamado a grandes hazañas pero termina tremendamente solo, abandonado por todos los que hasta hacía poco lo aplaudían y prisionero de su pasado. La conquista del poder y su ulterior pérdida, así como el peso y las consecuencias del propio talento, son algunos rasgos comunes entre las vidas de Valdi y Napoleón.

-T.:Aunque no está datada específicamente, la historia reciente de Venezuela está presente…

-M.P.: Sí. Para mí era muy importante que la historia de las últimas décadas en Venezuela operara como telón de fondo de esta novela. Las personas no nacemos, ni vivimos, en un vacío: el clima de época también hace que seamos quienes somos y da forma a nuestros destinos. Venezuela, en la década del 90, era un país rico en el que la riqueza estaba muy mal distribuida y ahora es un país pobrísimo donde la riqueza sigue estando mal distribuida, y la escasez y la pobreza son abrumadoras. Sin embargo, no quería que ese fuera el punto central de la novela y que eclipsara a los personajes cuyas vidas quería contar y, por eso, la situación del país está contada con pinceladas apenas.

-T.: ¿Cuál es tu concepción del artista que deja traslucir la novela? ¿es un ser desmesurado, un genio loco?

-M.P.: Me conmueve profundamente pensar en el talento desperdiciado. Por cada artista y cada genio que logra destacarse, debe haber miles y miles que fracasaron en el camino y otros tantos que ni siquiera tuvieron tiempo de descubrir su propio talento, ya sea porque nacieron en la época o el lugar equivocados o porque no supieron cómo encauzarlo. No creo que, por definición, todo artista sea desmesurado o que deba estar loco: eso sería un estereotipo nefasto. Sin embargo, también es cierto que la bipolaridad y la depresión son más comunes entre personas que tienen una profesión vinculada a la creatividad que entre el resto de la población. Van Gogh, Sylvia Plath y Virginia Woolf son sólo algunos ejemplos de creadores que sufrieron tremendamente pero, por supuesto, también hay miles y miles de artistas que llevan vidas saludables y relativamente comunes.

-T.: El personaje se queja de que el mundo se vuelve demasiado real. ¿Es el mundo demasiado real?

-M.P.: El mundo -la vida- cobra peso cuando nos hacemos adultos, cuando empezamos a tener responsabilidades que afectan a otras personas pero, sobre todo, en el momento en que nos convertimos en madres o padres. En ese momento la vida de otro ser humano, un ser indefenso y frágil, depende enteramente de los padres y, más que nada, de la madre.

Valdi no puede hacer frente a esa responsabilidad, siente que es demasiado para él, que lo ahoga y que mata su propia capacidad creativa. Es entonces cuando dice que el mundo se ha hecho demasiado real y, paradójicamente, se refugia en la ficción. Por las noches, el mundo del teatro lo salva de lo que la vigilia parecería exigirle. Pero, claro, no se puede vivir para siempre en un sueño porque, después, la realidad regresa recargada y te golpea entre los dientes.

-T.: Aunque las mujeres no tienen un papel protagónico, en la historia son las que tienen la voz para contarla

-M.P.: La historia de la literatura está llena de obras escritas por varones en las que las protagonistas son mujeres: "Madame Bovary", "Anna Karenina" y "Casa de muñecas" son sólo algunos ejemplos. Era inevitable que fuera así porque, hasta bien entrado el siglo XX, el canon literario era eminentemente masculino. Hoy ya no lo es tanto. Sin embargo, aunque ahora hay muchísimas más autoras que hace algunas décadas parecería que, de alguna manera, la mayoría de los libros escritos por mujeres están centrados en personajes femeninos... como si todavía no nos sintiéramos autorizadas -o como si no nos interesara- contar la subjetividad masculina o cruzar ciertos límites. Yo quise contar la vida de un hombre pero, efectivamente, la voz que narra la historia es la de un personaje femenino. Si no fuera por ella, nadie habría contado la historia.

Con información de Télam