Los albaceas literarios, gestores silenciosos de la circulación de las obras

27 de marzo, 2023 | 19.18

Tras la muerte de un autor, una obra literaria reclama seguir con vida a través de reediciones, publicaciones inéditas o traducciones, una gestión que muchas veces queda en manos de parejas y familiares pero también de amistades y personas de confianza designados como albaceas, cuyo caso más icónico se ubica en María Kodama, fallecida el último domingo, quien tuvo un perfil muy alto como difusora y protectora de la obra de Borges.

María Kodama fue la más universal de las albaceas literarias de nuestro país. Heredera de la obra de Borges, protegió cada detalle de circulación de sus libros al punto de estar siempre pronta a los enfrentamientos mediáticos y judiciales: rivalizó con biógrafos, amigos, coautores y coleccionistas y llevó a la Justicia numerosas demandas, como la que ejecutó contra el escritor Pablo Katchadjian. "Si hubiera sabido que Borges me nombraba heredera no hubiera aceptado", confesó en una entrevista con Télam en el año 2021.

Kodama tributó el apodo de guardiana samurai. "Mis amigos me decían: "Claro, fue un vivo, porque sabía cómo vas a cuidar su obra, sos japonesa y si tenés una responsabilidad la vas a cumplir, aunque te cueste la vida", había dicho. Borges designó a Kodama por testamento antes de su muerte: los unía no sólo el amor sino también el trabajo colaborativo. Dos años después de la muerte del gran escritor, creó la Fundación Internacional Jorge Luis Borges en 1988, desde donde llevó una activa tarea de difusión y gestión de la obra borgeana.

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Ser heredero de una obra no siempre supone asumir una tarea activa como albacea, pero están los y las que sí: aquellos que llevan adelante tareas intensas de archivo, revalorización, puesta en circulación y aceptan el riesgo de sus decisiones, como publicar una obra inédita sin el visto bueno del autor. Parejas, hijos y amigos forman parte de ese círculo que vela por la protección y difusión de una obra literaria mientras permanece en dominio privado, a veces por designación de sus autores en testamento, o por sucesión de herencia.

Es una tarea, como dice a Télam Galileo Bodoc, que aloja en sí misma la contradicción de la ausencia. "Ser albacea de Liliana Bodoc, de mi madre, es una tarea muy poco deseable porque significa que ella ya no está y es lo que menos hubiera deseado en la vida", señala el hijo de la autora de "La saga de los confines", albacea de su obra junto a su hermana y su padre.

Por otro lado "nos toca ir hacia adelante con una obra diversa, vasta, maravillosa, amorosa, artística y poética de un nivel quizá inédito en términos de ser una autora mujer, argentina, latinoamericana y de haberse metido con grandes géneros como la épica fantástica tan históricamente patriarcal y eurocéntrica. De alguna manera, esta maravilla que nos toca consuela y sana aquel dolor de no tener ninguna gana de ser el albaceas de Liliana Bodoc", sostiene.

Pero ¿cuáles desafíos hay en ese rol? "Sobre la tarea específica -dice Galileo Bodoc- tenemos un gran privilegio porque no nos tocó una obra que hay que empujar, nos tocó una obra que camina sola, que corre, que vuela". Junto a su hermana Romina, el año pasado presentaron el tercer tomo de "Tiempo de Dragones", interrumpido abruptamente por la muerte de la escritora y que sus hijos terminaron de escribir.

Aunque la "vastedad y diversidad" de la obra de Bodoc obliga a sus albaceas a ajustar criterios en función del tipo de texto, hay un eje que guía y sostiene cada una de las decisiones con los materiales de Liliana. "Pensar cómo lo hubiera hecho ella, tratar de mantener viva esa escuela que nos legó y seguir desarrollándola en una memoria activa", dice.

Así como hay nombres propios en el terreno de los herederos y Kodama fue quizá la más universal, hubo también otra albacea literaria que llevó adelante una destacada tarea con la obra de Julio Cortázar: Aurora Bernárdez, fallecida hace algunos años. Bernárdez fue traductora de grandes escritores como Sartre y Camus. Y fue también la primera esposa de Julio Cortázar y la única heredera. Tuvo un perfil bajo y renuente a la prensa pero como albacea su papel fue monumental porque habilitó la publicación de obras inéditas del gran cronopio, como "Divertimento", "Diario de Andrés Fava", "Imagen de John Keats", "Cuentos inolvidables según Cortázar", "Cartas a los Jonquieres" o "Papeles inesperados", ese tomo de cientos de inéditos que encontró desperdigados en la casa de Cortázar.

Bioy Casares dejó como albacea a Daniel Martino, un estudioso de su obra. En 1990, Martino comenzó a trabajar en los Diarios de Bioy, que contienen más de 17.000 páginas manuscritas con todas sus peripecias vitales y literarias. El escritor le otorgó a Martino acceso a todos sus manuscritos y le confió muchos de los secretos que durante décadas habían circulado como rumores en el Buenos Aires literario.

En el acuerdo entre Bioy y Martino, se estableció que el segundo se haría cargo de la edición de los papeles privados (los Diarios y las cartas), la edición crítica y anotada de las Obras completas y algunos textos aún inéditos. Bioy Casares tuvo un hijo, Fabián, al que reconoció antes de morir, sin embargo hasta ahora, solo Martino ha tenido acceso a todos los materiales necesarios para escribir la biografía autorizada del escritor.

Juana Bignozzi murió en 2015 y dejó un testamento con indicaciones claras para tres jóvenes poetas que había elegido como herederos, desde las flores hasta el destino de su departamento. A Mercedes Halfon la designó albacea de su obra literaria, tarea que quedó documentada en el film "Las poetas visitan a Juana Bignozzi", que registra a su heredera en el proceso de encontrarse con el material disperso de la poeta y asumir un trabajo que no esperaba.

Los papeles de Bignozzi estaban desordenados, desde manuscritos hasta recortes de prensa. "Lentamente fui mirando esos papeles y en algún momento, gracias a conversaciones que fui teniendo con amigos artistas y escritores me di cuenta que eso era un archivo", contó Halfon a Télam. "No estaba ordenado de modo tal que yo pudiera darme cuenta que lo era, pero así sucede. Hay escritores que dejan sus papeles en orden, piensan en que eso luego puede convertirse en futuros libros o material de estudio. Da la impresión de que Juana no lo pensó así", sostuvo.

Así de inesperado fue también para Liliana Viola, que quedó a cargo de la obra de Aurora Venturini (1921-2015). Esa misión que le encomendó Venturini surgió de la gratitud porque fue Viola quien la llamó para anunciarle que "Las primas" era finalista del Premio Nueva Novela de Página/12, galardón que la volvió una escritora de culto a sus más de 80 años.

Cuenta Viola en el prólogo de "Las amigas" que tiempo después Venturini se le apareció en su casa "con un testamento firmado ante escribano donde decía que me dejaba su obra literaria, la que ya había escrito y la que pensaba escribir. Era consciente que me legaba un tesoro y una obligación. Iba a decirle que no. Pero ¿qué se dice ante un testamento cuando la muerta que lo escribe está viva y te mira fijo?".

Según explica a Télam el abogado Gabriel Maspero, especialista en Propiedad Intelectual y Derecho del Entretenimiento, el albacea "no puede delegar el encargo que hubiera recibido y no se transmite ello a sus herederos.

"Sus atribuciones y responsabilidades -prosigue Maspero- suelen estar detalladas en el testamento que lo designa para cumplir esa función y aun cuando no estuvieran expresadas en ese documento, se entiende que será su obligación ejercer toda acción destinada a cumplir con la voluntad del autor fallecido".

Tal como define el marco legal de la figura de albacea, "entre sus principales tareas se encuentran la de velar por la seguridad de los bienes que conforman la herencia" y "en el caso de las obras deberá velar por el correcto uso y explotación de las mismas en protección de los derechos de autor procurando la defensa de ellos frente a cualquier acto de infracción y/o delito que pudiera afectarlos, como así también, rendir cuentas de su gestión frente a los herederos y derechohabientes", concluye el abogado.

Con información de Télam