(Por Ana Clara Pérez Cotten). Entre versos, canciones, lecturas y shows, una camada de escritores, músicos, editores y libreros se animan a explorar las zonas de contacto entre música y literatura para discontinuar la noción de límite y, a la vez, tender puentes creativos que acerquen aquellos mundos familiares pero diferentes.
Rafael Otegui, Diego Frenkel y Francisco Garamona son algunos de los autores que ponen en movimiento esta alianza entre dos universos y, en diálogo con Télam, reflexionan sobre esas prácticas y sus formas de creación.
Desde fines de 2017, Rafael Otegui, autor del libro de poemas "Demoras en la General Paz", comparte junto al escritor Pedro Mairal el dúo "Pensé que era viernes" y, por estos días, graban su primer disco entre Montevideo y Buenos Aires.
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"Mi recorrido es modesto, me cuesta decir que soy músico o escritor, pero sí puedo decir que son dos búsquedas vocacionales en las que me reconozco. El entusiasmo por el verso y por la canción está ahí, trabajando en el subsuelo. Es un deseo activo, y la convivencia entre ambas facetas está signada por la energía errática del deseo: es una convivencia desordenada, ociosa, amable pero improvisada", explica Otegui sobre cómo dialogan esas facetas.
Cuenta que, en la práctica, ocurre algo similar a las "apariciones": "A veces voy con la guitarra a la cocina y entre acordes se asoma un verso, un principio de poema, que después sigue su camino en el papel y nunca remonta vuelo como canción. Otra veces, en cambio, estoy escribiendo en la compu y una línea se viene al frente con la fuerza de un estribillo. Un estribillo posible. Entonces empiezo a tararear y me grabo en el celu".
"Tengo cientos de audios con ideas para canciones: son croquis borrosos, desafinados, que normalmente quedan ahí, en la memoria cada vez más pesada del celular. Pero a veces uno de esos fragmentos vuelve, reaparece una tarde caminando por la calle o esperando el bondi, y entonces la línea melódica o lírica se empieza a definir, empieza a tomar dirección", agrega.
La sociedad con su compañero creativo le deja alguna seña más sobre cómo ocurre ese diálogo en el caso de "Pensé que era viernes": "Pedro Mairal, además de ser un gran amigo es uno de mis poetas favoritos y un músico tremendo, uno de los tipos más creativos que conozco. Todo lo convierte en canción: le tirás un fragmento deshilachado, una proto melodía, y él te devuelve un tema estructurado, con estrofas, puentes y estribillo".
¿Qué puntos de contacto y qué distancias hay entre los versos de un poema y la letra de una canción? Diego Frenkel, el músico y compositor de rock que lideró durante 20 años el grupo pop rock La Portuaria y que logró después desarrollar una carrera solista, publicó en 2017 por planeta "A través de las canciones".
Se trata de un libro de crónica en el que reconstruye su trayectoria pero a partir de una voz literaria. "Mi experiencia como escritor es de un libro de crónica frente a más de 20 discos, pero espero avanzar", dice, durante la charla con Télam y se autodefine como "un lector apasionado que siente un gran vacío si no tiene la compañía de un libro que lo tenga atrapado".
"Mi deseo era escribir, ocupar un espacio creativo, jugar con ese oficio que cuando era chico tenía más aceitado. Nunca lo había hecho público y ni había puesto forma de obra -confiesa Frenkel-. Se convirtió en algo sano y metódico para mí. Pero en algún punto, siempre pensé que carezco de imaginación, de la capacidad de crear un mundo o mentir sobre mi propio mundo. Me cuesta mucho, tal vez en algún momento pueda hacerlo".
Y agrega: "Lo que entiendo como narrar mi vida es tomar parte de esa narrativa que recuerdo y plasmarlo y creo que ahí hay una cuota de ficción. Es algo que sucede de manera física y metafísica indefectiblemente. Gran parte de los sucesos del libro son singulares y quería contárselos al mundo para que se metamorfosearan y se convirtieran en arte".
En aquel libro Frenkel propone que una canción no es un objeto: "Es un ser. Un cúmulo de energía que el autor puede propiciar; captar y dar forma. Como el lenguaje -como las palabras-; las canciones están vivas".
Y es en esa línea que entiende la conexión entre las artes: "Es el mismo que hay entre todo lo que vive, somos una red en constante metamorfosis interdependiente. Pasa entre la música, la literatura y todas las experiencias. La literatura y el cine me influyeron para escribir letras pero también en toda la música. Letra y música son una misma cosa".
Para el escritor, músico y creador del sello Mansalva Francisco Garamona, quien recientemente armó una orquesta de cámara con Daniel Melingo y Julio Sleiman, verso y letra son parte de un mismo universo: "Pensaría que la letra de una canción también es poesía, tal vez escrita de una forma más directa, más urgente y con sus versos medidos para acompañar a una melodía. La poesía tiene música y la canción tiene música, participan de un mismo universo".
Siente el legado de otros que intentaron el mismo recorrido como Juan Desiderio, Roberta Iannamico, Piro Jaramillo y Paula Trama y asume, que en su caso, "el escritor y el músico conviven bastante bien": "A veces me despierto músico, una tarde me despierto cantor y me acuesto poeta para poder dormir y así soñar con todos los poemas que escribiré alguna vez", asegura.
Otegui, en la misma sintonía, cree "que el poema y la canción toman del mismo vaso": "Más allá del soporte, más allá del formato, la palabra escrita y la palabra cantada tienen como punto de partida la misma fuente, la vida emocional, esa corriente subterránea que, como dice Betina González, es el hecho misterioso del acto creativo".
Asume que el impulso inicial es esencialmente el mismo y que en los dos mundos está presente la tensión entre musicalidad y sentido: "Por supuesto, en la canción la palabra escrita tiene que negociar de una manera más física con la melodía, con el ritmo; pero eso no es un límite, es un diálogo entre fuerzas distintas que produce cosas nuevas. Hay líneas melódicas que traen cierta impronta emocional y que piden determinadas palabras y no otras, y al revés, hay versos que parecen traer adosada su propia música, que marcan el rumbo de la canción".
Para Otegui, a veces lo musical arma el verso y a veces el verso estructura lo musical. "Es un vínculo orgánico que avanza en direcciones cruzadas y que no siempre conduce a algo: a veces uno queda empantanado, a mitad de camino entre el poema y la canción, sin hacer pie. Quedan fragmentos, moléculas emocionales que quizá algún día encuentren su lugar como poema o como canción", define.
Son varios los espacios que comenzaron a dar cuenta de los cruces entre música y literatura. Tras dos años de ausencia -en 2020 fue suspendido cuando se desató la pandemia y el año pasado se concretó pero en formato virtual- vuelve en versión presencial el Festival Leer, que bajo el lema "Letra y música" celebrará su cuarta edición el 9 y 10 de abril con la participación de Leila Guerriero, Fabián Casas y Frenkel. Entre las mesas de las editoriales y la dinámica de feria, se darán varias charlas sobre creatividad, rock, literatura y música y el ciclo cerrará con un show musical.
Para celebrar el mes del libro, la librería Mandolina de Belgrano ideó un ciclo para "compartir la música y la palabra". "La tarde y la terraza" será un ciclo de literatura y música que comenzará el 16 de abril a las 18 horas con una edición dedicada al universo musical de la obra de Mariana Enriquez. Los siguientes sábados serán para repensar lo musical en la obra de Mary Oliver y Emma Barrandeguy.
"Habrá un DJ con música seleccionada por Vic Boano a partir de los universos de cada una de ellas y una barra de vinos. Después, habrá variaciones para cada edición. En la primera, leeremos fragmentos de Enríquez entre canciones y en el segundo lecturas en vivo", cuentan los organizadores del ciclo.
Tal vez, el proceso de grabación de un disco sea, en tanto materialización, una de las formas de más concretas que asume el diálogo. Otegui y Mairal componían y tocaban en bares hasta que en 2019 junto con Yago Escrivá, el cantante de Ainda dúo, grabaron su primer tema, "La tormentosa", y lo subieron a Spotify.
Durante la pandemia, Mairal se mudó a Montevideo y eso, que al principio parecía una dificultad, les abrió la oportunidad de grabar en Uruguay. "Hoy estamos grabando en las dos orillas, con Nacho Gulias acá en Buenos Aires y con Nacho Algorta en Uruguay. Son dos músicos y productores tremendos, talentosísimos. Con ellos vamos avanzando con las grabaciones y ya tenemos al menos cinco temas bastante encaminados", cuenta Otegui sobre el proceso.
Hace pocos días, grabaron en Elefante Blanco, el estudio de la banda No te va a gustar en Montevideo. "Fue una experiencia alucinante. Nos dimos el lujo de contar con músicos invitados, tres miembros de la filarmónica de Montevideo, e incluso nos prestaron una de las guitarras de la banda para la grabación. Nos sentimos muy acompañados, muy alentados en todo el proceso. Las mezclas las estamos haciendo con Gastón Ackermann en su estudio Mastodonte, también en Montevideo, y esperamos poder ir subiendo los temas nuevos en los próximos meses", cuenta Otegui sobre una experiencia que les permitió a dos escritores salir de la rutina creativa más solitaria y acceder a la dinámica musical que incluye "la mezcla" de instrumentos, pero también del saber y el acompañamiento de otros.
Con información de Télam