El mar despierta amores, terrores, respeto. En el caso de Inés Marcó, la autora de Som-hi! Diario del mar (Blatt & Ríos), es amor verdadero. Al menos esa es la sensación que produce en el lector que se anime a bracear hasta las profundidades del original diario de viajes. En diálogo con El Destape, Marcó reflexionó sobre los motivos que la llevaron a pensar este título con fragancia a verano.
- De todos los temas posibles para escribir un libro elegís el mar como protagonista, ¿por qué?
Cuando con mi pareja, un investigador, decidimos ir a Barcelona mientras nos poníamos de acuerdo para ver qué becas aceptar, lo primero que pensé fue ‘voy a poder nadar en el mar a diario’. Yo ya había estado en Barcelona como turista y me parecía increíble la conjunción de esa ciudad, que es hermosa, y el mar. No tenía idea que había tanta actividad en el agua, tanta gente que hacía surf. Desde mi faceta de artista visual –con la que venía investigando el tema del agua- empecé a llevar un registro de las salidas que hacía los domingos al mar. Me parecía un desperdicio no hacerlo y dejar pasar un montón de cosas interesantes que pasaban. No fue mi intención inicial llevar un diario literario, sino trabajar con esas experiencias acuáticas desde el arte visual.
- ¿El mar intimida?
De a poco te vas acostumbrando. Temerosos somos todos, al principio. Esa masa de agua es incontrolable, está más allá de lo que uno puede hacer. Las primeras veces que nadé en aguas abiertas en Argentina y en el río me generaba bastante miedo. Con el tiempo me empecé a habituar a esa sensación de amplitud.
Lo que me pasaba con el mar de Barcelona es que, a comparación de lo que es nuestra Costa Atlántica, es mucho más calmo. Es raro que tenga oleaje –de hecho es raro ver gente haciendo surf- y, por lo general, es fácil de entrar y de salir. Igual, adentro del agua hay ciertas dificultades. Creo que uno nunca tiene que confiarse del todo. Por eso está bueno nadar en grupo, sabés que tenés a alguien cerca. Otra cosa muy curiosa para destacar es que en Barcelona se siguen muchos protocolos a la hora de salir a nadar: se sale con trajes de neopreno y con una boya que te da visibilidad y te permite sostenerte de ahí cuando estás cansado. En Argentina los nadadores son más guapos.
- En un momento del libro hablás de tu embarazo, ¿eso interfirió en tu contacto con el mar?, ¿cómo viviste esa distancia, si es que la hubo?
Seguí nadando con el embarazo hasta que volví para Buenos Aires. Desde ese momento, extraño mucho salir a esa cotidianeidad que tenía antes. Ahora entreno en pileta, no tengo la posibilidad de tirarme en aguas abiertas. Solamente si me anotase en alguna carrera. No fue tanto el embarazo lo que me alejó del agua sino el lugar donde vivo.