Gael Policano Rossi, a quien muchos conocen por su labor de divulgador astrológico como AstroMostra, acaba de lanzar su nueva novela, Machito. La historia narra la odisea frenética y delirante de Adolfo, un joven gay que está a pocos días de conocer al amor de su vida, con quien jamás tuvo contacto físico dada su relación a distancia. Hay algo que lo incomoda y gira en torno al rol sexual de su amado. ¿Serán los dos pasivos?
"Cuando escribo porno quiero que mis lectores la pasen bien", aseguró el autor, en diálogo con El Destape, presentando la novela. Con el sello de De Parado -editorial de literatura gay y queer- Machito no solo calienta y estimula las fantasías de los lectores sino que invita a repensar, siempre en clave humorística, la vida de los gays en 2010, aún no atravesada por la deconstrucción de los binarismos sexuales.
- ¿Cuál fue el detonante que te llevó a imaginar Machito?
Para la época en la que empecé a escribir la novela leía mucho a Baruch Spinoza, el filósofo holandés que habla sobre hacerse cargo de nuestro cuerpo y de tener una experiencia de conocimiento a través del cuerpo. Esto lo hace discutiendo con el racionalismo. Toda esta experiencia física y filosófica me fue llevando a la idea de querer sentir asombro en mi cuerpo, en mi pija. Después, hace mucho tiempo que tenía la premisa del chico pasivo que tiene que convertirse en activo. Machito tiene muchos años de escritura, por lo menos cinco. Eso me permitió, a medida que me iba alejando del 2010 (año en el que transcurre la historia), adoptar una perspectiva más sarcástica para seguir escribiéndola.
- Si bien la novela lo exacerba de forma cómica, saber si el que te atraía era activo o pasivo era conducta habitual entre los gays, años atrás.
Y me imagino que en algunos mundos todavía no existe la idea de que dos pasivos también pueden tener encuentros sexuales. Hay experiencias eróticas que siguen híper regladas por el afuera.
La famosa frase ‘¿quién es el hombre de la relación?’ o las distintas concepciones de la masculinidad y homosexualidad que tiene la cultura porteña, me hacen pensar que, en cierta medida, alimentamos al sistema para que haga esas preguntas. Hay una cuestión muy dominante ahí, entre cuál es el macho y cuál el pasivo. Son cosas qué he visto en mis relaciones amorosas y en las de mis amigos. También las vi romperse en estos años. Por eso me pareció divertido jugar con este anacronismo en Machito y cómo eso provoca neurosis en el protagonista.
- Un personaje bastante hipócrita con tal de conseguir su objetivo a cualquier costo.
Tal cual. En el 2010 no hay corrección política. Hay un montón de cosas que se pensaban, que hoy nos parecerían delito. Me encanta esa distancia entre nuestros slogans, discursos e historias. De eso se trata Machito: de ver las cosas que te súper importaban cuando estabas enamorado y después no te interesan más. Pasan los años, las recordás y te dan vergüenza. Estabas en cualquiera.
- ¿Las aplicaciones de encuentros gay mataron el levante?
El levante callejero, definitivamente. Fue muriendo a su modo y hoy funciona de manera muy diferente, en otros espacios. En la novela sí está presente ese mundo donde vos ibas a coger caminando, básicamente. En una escena, Adolfo (el protagonista) se va Galerías Pacífico a coger, eso antes era una tetera.
Ahora, el yire en la calle fue reemplazado por el gimnasio. Cambio el enclave. Aún así, en Machito está muy presente ese mundo del yire en Microcentro, los cyber de Lavalle. Igual, es cierto que las redes de encuentros gay mataron un poco la seducción, ahora es todo para ya.
- ¿Sentís que es una derrota cultural?
No, me gusta el ahora. No veo el pasado con nostalgia.
- ¿Es difícil escribir literatura porno?
La clave siempre está en gestionar siempre bien la fantasía. No repetirse en el armado de situaciones. Y en ese sentido no deja de sorprenderme la repercusión que está teniendo Machito porque si bien la pensé como una novela de amor idealizada y adolescente, la gente que ya la leyó me dice que es una historia graciosa. No la recordaba así.