Fabián Soberón y una colección de cuentos distópicos con similitudes con la realidad actual

19 de noviembre, 2023 | 16.30

(Por Eva Marabotto) Con ecos de tradiciones y hechos del pasado local pero una mirada cosmopolita, el autor tucumano Fabián Soberón reúne en "Naranjo esquina" una serie de cuentos que van de lo delirante a lo profundamente emotivo: "Lo más atroz se propala si se lo toma como algo anodino o cotidiano", dice el escritor.

En el libro editado por el Ente Cultural de Tucumán desfilan un músico snob, una santurrona particular, una joven sin brazo, un pintor que levita y un militar con reminiscencias del general Antonio Bussi. "Fabián Soberón es una voz original en una casa muy tomada, alguien que juega a las identidades literarias con una facilidad platónica", dice el ensayista y novelista puertorriqueño Edgardo Rodríguez Juliá en la contratapa.

Soberón nació en Tucumán. Es Licenciado en Artes Plásticas y Técnico en Sonorización. Enseña Teoría y Estética del Cine, Historia del Cine, Comunicación Audiovisual y Crítica de Cine en la Universidad de Tucumán. Obtuvo la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes.

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Es autor de la novela "La conferencia de Einstein", los relatos: "Vidas breves" y "El instante); las crónicas: "Mamá. Vida breve de Soledad H. Rodríguez", "Ciudades escritas. Crónicas desde EEUU" y "Cosmópolis. Retratos de Nueva York" (2017); y el volumen "30 entrevistas".

-Télam; Contás historias ligadas a la provincia de Tucumán pero las hacés transcurrir en un espacio ficticio, el pueblo Naranjo esquina. ¿Cómo trabajaste el ambiente de los relatos?

-Fabián Soberón: Naranjo esquina es el nombre de un pueblo imaginario. La plaza, la estación de servicio, los patios, la verdulería, el banco, el cementerio y la panadería construyen el ambiente de Naranjo esquina. Los personajes se mueven en esos espacios con comodidad y en lo cotidiano ocurre lo extraordinario: una mujer pierde un brazo y debe afrontar el dolor junto a su hijo. Un joven pinta una imagen religiosa y se generan versiones diversas sobre su paradero: algunos dicen que se ha elevado como un ángel. Un militante católico lucha contra los prejuicios de los homofóbicos, un dictador convive con su esposa y tiene nostalgia de las glorias pasadas; en sintonía con las creencias del dictador anciano, una mujer considera que el Operativo Independencia es una obra de arte.

-T.: ¿Cómo va creciendo la figura del narrador gradualmente de observador a periodista que interviene?

-F.S.: Augusto Rodríguez vuelve a Naranjo esquina para averiguar cómo murió su padre. Habla con muchas personas: monjas, amigos, policías, la hija de un fotógrafo, una mujer piadosa y cruel, el viejo Hasper, verdulero anarquista, etc. En el camino escucha las murmuraciones, las versiones y las digresiones de las historias. Estas construyen una telaraña hecha de ficciones múltiples y delirantes. Los cuentos funcionan como el escenario estrafalario de una distopía con el perfume del realismo más crudo.

-T.: ¿Qué lugar quisiste darle a la historia de Tucumán en la dictadura?

-F.S.: La historia del pueblo es la historia de los pueblos del norte argentino y de Argentina. Quise crear una cifra del villorrio, la condensación de la vida pueblerina. En este sentido, la historia del horror inyecta un tono particular. El pasado se cuela como una dosis de realidad siniestra. Hay personajes que defienden la dictadura. Con la perspectiva del miope, ven el pasado como un paraíso terrenal. Otros, menos crédulos, lo contradicen. El centro secreto de esta perspectiva oscura y contradictoria es el general Bessi, casi un homónimo de Antonio Bussi, el dictador que gobernó la provincia de Tucumán en la década del setenta y durante la democracia. Lo curioso es que lo que parece distópico o delirante se toca con ciertas miradas en el presente del país.

-T.: ¿Los personajes transitan de una historia a otra? ¿Quisiste que compongan en su conjunto una novela?

-F.S.: Los personajes entran y salen de los cuentos. Aparecen y reaparecen como sombras o como fantasmas de sí mismos. Son evocados mediante la alusión, las versiones múltiples; las derivaciones de las historias se conectan de alguna forma. No quise atarme a un género: se podría decir que es una novela inconclusa o un conjunto de cuentos que arman la historia de un pueblo. Los lectores han leído el libro de dos maneras: como una novela o como una colección de cuentos. La literatura es la ruptura del principio de no contradicción: una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo.

-T.: Viviste en el exterior, ¿te dio ese hecho una perspectiva diferente sobre tu provincia?

-F.S.: Encontré ciertas similitudes entre algunas aristas estéticas de la ficción en el sur de Estados Unidos (Faulkner, Flannery O 'Connor) y en el norte de Argentina. En este sentido, he hablado del gótico del norte argentino. Autores como Elvira Orphée, Tomás Eloy Martínez y Daniel Medina o cineastas como Agustín Toscano y Bonzo Villegas han trabajado en sus ficciones literarias y cinematográficas ciertos personajes o problemas ligados al gótico: curas pedófilos, religiosos ultraconservadores que aman lo impensado, jóvenes ladrones angélicos, ancianas que desean el mal con pasión y la propagación de la barbarie en un ámbito complejo e incierto.

-T.: Sos profesor de estética y director de cine, ¿se traduce ese trabajo sobre el lenguaje audiovisual en tu escritura?

-F.S.: Mi relación con el cine y la escritura funcionan como vasos comunicantes: se conectan aunque no me lo proponga. También aparecen, supongo, la escritura de poesía, ensayos, crónicas, mi estudio de historia de la filosofía y de la música. ¿Quién puede ocultar o tapar sus pasiones?

-T.:¿Cómo pensaste el personaje de Antonio Bussi, omnipresente en el pueblo y en la historia?

-F.S.: Empiezo con una aclaración clave: el personaje del libro se llama Antonio Domingo Bessi. Es uno de los muchos personajes del libro. A partir de Bessi, creé una atmósfera: el pasado funciona como un mar de fondo. Los personajes no hablan directamente del horror, pero creo que lo siniestro se respira. En este sentido, seguí la senda de Kafka: lo más atroz se propala si se lo toma como algo anodino o cotidiano.

-T.: Algunos personajes son asesinos, otros dementes, ¿desde dónde narras sus miserias?

-F.S.: Traté de ponerme en la mirada y en la cabeza de los que no piensan como yo. La ficción te permite ser otro. Me interesa la idea de narrar desde otro punto de vista. Es un ejercicio intelectual, principalmente. Terminé un libro de cuentos basado en femicidios ocurridos en Tucumán. Hace años que los corrijo: hay cuentos escritos desde las perspectivas de las víctimas y de los asesinos. Sospecho que la creación de un pueblo es más verosímil si hablan con fruición los personajes que no piensan como yo.

-T.:- ¿Cuál es el trabajo que haces con la realidad?

- F.S.: Naranjo esquina es un pueblo imaginario, pero el nombre está tomado de un pueblo real, uno que existe desde la época de la colonia en el sur de Tucumán. Bessi es un dictador jubilado, pero el nombre se conecta con un genocida que existió. Los personajes manifiestan creencias que tocan las convicciones que circulan en los pueblos argentinos.

Es decir, hay un diálogo entre la ficción y lo que existe. La ficción produce una interpretación sesgada de lo real, es un espejo vivo y falso. Es falso porque la literatura no puede copiar: sólo produce fulguraciones, versiones, astillas iluminadas con el poder de la penumbra. En el nombre del pueblo está cifrada la operación de la ficción: Naranjo esquina. ¿Se trata de la esquina del naranjo? ¿Es el naranjo de la esquina? No, es Naranjo esquina. La ruptura de la sintaxis es una metáfora de lo que hace la ficción con la realidad. La ficción alude pero no refleja, muestra lo real pero de forma indirecta. Se trata de un disloque intencional, de una desviación controlada, organizada. La ficción ordena el caos de la real y le da una forma que no tiene. ¿Quién puede conocer y explicar el laberinto de lo real?

Con información de Télam