Un grupo de amigas y un país imaginario que necesita de consensos para los acuerdos, un acto escolar que convoca a las familias a construir en voz alta una memoria colectiva sobre la historia reciente y convoca a reflexionar en conjunto lo qué es vivir en democracia, o el horror de la dictadura, los entierros clandestinos y la búsqueda de desaparecidos, son algunas de las historias que proponen los libros de la colección de la editorial Norma para aportar a la construcción y al debate sobre los derechos, la libertad y el respeto a los demás.
"La sombra del jacarandá"
Roberto, jubilado, retoma la escuela y en una de las clases una frase queda resonando en su cabeza: "enterradosclandestinamenteenloscementerios", "la familia los busca". Roberto siente la angustia de no haber contando nunca lo que vio, se castiga, se culpa, pero con la ayuda de su hija será una pieza clave para la búsqueda de memoria, verdad y justicia. Mientras se narra esa historia, otro hilo confluye en la novela: dos jóvenes hermanos que quieren saber sobre sus abuelos desaparecidos y cuya madre se resiste a recordar. A pesar del silencio -que es tristeza y dolor de volver a la sombra de la ausencia- los hermanos deciden avanzar y empiezan a reconstruir quiénes fueron sus abuelos a partir del diálogo con su bisabuela y tía abuela y otras personas que los conocieron. Luego aparecerá el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), los juzgados, las querellas, la verdad, los duelos.
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Escritora, científica y militante de Derechos Humanos, Paula Bombara empezó a escribir esta novela cuando el EAAF encontró los restos de su papá, desaparecido a fines de 1975: "Fue el inicio de un duelo muy demorado, tanto que lo atravesé acompañada por mi hija y mi hijo, que tenían en aquel momento, 6 y 9 años. Visito muchas escuelas primarias y secundarias y también esas infancias y juventudes lectoras de mis libros me acompañaron los tiempos del duelo con sus reflexiones, sus risas, sus reclamos. Una de sus preguntas era si volvería a escribir otra novela sobre la dictadura. Y siempre respondí 'eso queda en manos de ustedes, continúa en ustedes' ".
Con esa respuesta presente nació "La sombra del jacarandá" en la que cuenta "historias de personajes que viven y crecen en democracia, que leen, que investigan, que reflexionan sobre cómo lidiar con el pasado y la muerte desde el presente para estar mejor en el futuro. El pensamiento que me ocupaba, y me ocupa, es que, aunque yo seguiré aportando a las búsquedas de las víctimas del terrorismo de Estado, la continuidad está en las generaciones que siguen. El futuro está en las nuevas generaciones", dice Bombara.
Y plantea: ¿Cómo puedo, cómo podemos hacer para que tenga sentido continuar apostando al imposible de encontrar los huesos de todos y cada uno de nuestros seres queridos desaparecidos? Se me ocurre que hablar de eso es una posible respuesta, que sepan que pueden ser parte activa de las búsquedas. La conversación es un modo de sostener presente la memoria histórica, de enlazarla a lo afectivo".
"República de Kiara"
"Kiara no dejaba entrar a cualquiera en el castillo. A Lisandro Benítez, que se notaba que se moría por jugar con nosotras, ni siquiera lo saludaba. Ella es fabulosa, tiene chispa, le cae bien a las seños y a las mamás. Pero también tiene su parte oscura, como un planeta al que de repente no le da más el sol", escribe Zoe, la niña de ocho años que narra esta historia sobre un grupo de amigas que bailan k-Pop y juegan en castillos imaginarios con arcoíris y ponis voladores.
Laura Ávila, la autora de esta novela orientada a infancias a partir de los siete años, escribió esta historia mirando su propia infancia: "Yo era muy mandona de niña, mis amigas tenían que sufrirme bastante. Para esa época la democracia pudo volver a instalarse en el país, con sus deficiencias y sus fallas críticas, pero con un gran esfuerzo colectivo, con una gran esperanza. Desde la escuela nos fueron enseñando cómo podría ser ese sistema democrático, en donde cada persona tendría voz y voto, donde se respetarían todas las voces, donde se podría convivir con el disenso", dice.
Mandona como era, la democracia le vino "bien para aprender a escuchar" y para comprender que la puesta en común de ideas y opiniones las hacían mejores. Cuenta: "Mi grupo era un país en chiquito, y lo tomé de mis recuerdos para hablarles a lectores que hoy tienen la edad que yo tenía en 1984. La democracia también es una vocación, es querer convivir, respetar convenios, compartir: un país, una historia en común, un conjunto de derechos, una responsabilidad por el suelo y el ambiente, un sistema de gobierno Mi libro se llama 'República de Kiara' porque la novela cuenta la organización de ese pequeño país del corazón de la infancia, en donde juegan y se divierten Kiara y sus amigas".
"Todas las voces"
En este libro, escrito por Federico Lorenz y Mario Méndez, la trama gira en torno a un acto participativo y una gran muestra convocada desde la escuela para celebrar los 40 años de democracia, en la que invitan a las familias a sumar su testimonio sobre cómo vivieron y cómo viven la democracia. El recurso del acto participativo les permitió a los autores narrar "no solo los cuarenta años que van desde octubre del 83 a nuestros días sino también parte de lo ineludible previo: el golpe del 76, la valentía de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la guerra de Malvinas, la resistencia", cuenta Méndez.
Con imágenes documentales que acompañan el relato histórico, las muchas voces de esta historia ejercitan una reflexión en voz alta que aborda distintas artistas de la vida democrática y, en contraposición, de la dictadura. Uno de los profesores, por ejemplo, dice: "La memoria, como el mar, va y viene. Rompe en la costa, deja marcas. Acumula arena, piedritas, restos de barcos y también cosas que al gente tira, pero forma un paisaje que, para los que vive en su orilla, se vuelve inconfundible".
Para los autores -Lorenz, historiador, investigador y docente; Méndez escritor, editor y maestro- lo primero fue la búsqueda de una voz. "Nos costó encontrar la voz, o para mejor decir, las voces enunciadoras. Hasta que se nos ocurrió la idea del acto escolar con participación de las familias, y la comunidad escolar (docentes y también auxiliares) que habilitaba que todos pudieran decir algo, contar su experiencia, sus recuerdos, que cada testimoniante pudiera mostrar no solo su mirada personal sino también la de un grupo, un colectivo", argumenta Méndez.
Con información de Télam