"Puedo ser infiel con un perro", se pregunta Aína al instante en que la asaltó la certidumbre de saber que su vida comenzaba a girar en torno de Kaidú, el perro mestizo de su pareja Juan. Kaidú (Editorial Tusquets) es la historia de los estragos y los placeres que genera un animal en la vida cotidiana, pero también es una profunda reflexión acerca de la existencia, la muerte, el presente, la posibilidad de libertad y la felicidad.
Juan es un antropólogo porteño que le gusta conocer el mundo, Aína es una mujer inteligente y dubitativa. Se conocieron en una presentación donde comenzó un delicado romance, pero ambos tienen miedo al apego y se plantan distancias que son burladas por la felicidad cómplice de disfrutar tiempo con el perro Kaidú.
"Cada día veo más personas que llevan a perros de correas tirantes y gestos adustos, conscientes de la tensión que imprimen a esa sujeción, y me impresiona cómo ellos estiran sus cuellos al máximo con resignación, sometimiento o docilidad. Antes de conocer a Kaidú no los veía. Antes la palabra «mascota» no me producía el rechazo que siento ahora: cuando la oigo, le pegaría una cachetada en plena cara al que se atreve a cosificarlos de ese modo, un término infame con una connotación objetual desgraciada", analiza Aína.
La novela genera intriga con el relato de la protagonista que naufraga en el comentario de grandes viajes y la descripción detallada de una acción. La historia deja al lector con la punzante intriga de saber que algo está a punto de ocurrir, pero mientras tanto Aína retoma pensamientos filosóficos, muestra los ojos de Kaidú o lee los gestos corporales como si se tratara de un poema.
-Un perro es el personaje principal de la obra, pero lo difícil es que no habla. ¿De dónde provino la idea?
-La idea es pensar cómo un perro, que es un animal tan doméstico, tan cercano al hombre, cuando uno vuelve a mirarlo puede mostrar muchas cosas que nuestra mirada acostumbrada no deja ver. Un perro puede poner una bomba en la vida de una persona, como en este caso en la de Aina, la protagonista. Ella llega a tener una emoción amorosa, romántica.
-¿Cómo es Kaidú?
-Es autónomo, anda sin correa y camina a la par de las personas porque Juan lo educó y habilitó esta relación de paridad. Fue rescatado por la Sociedad Protectora después de dos años de callejear y estaba acostumbrado a la libertad. Él se deja cuidar, se deja cobijar, dentro de una casa donde solo vive con Juan. El perro cautiva a la protagonista y termina siendo el centro de la atracción. Él va desestabilizando la narración porque genera muchas preguntas a Aína acerca de cómo estar con el otro, relaciones en las que no cabe la dominación, y plantea la posibilidad de vivir en un mundo no jerarquizado, con los otros y el mundo. Produce una pequeña revolución secreta de la que Juan es ajeno, pero ella está mortificada por esto que le pasa y hasta llega a preguntarse si puede ser infiel con un perro.
"Este perro logra correr del lugar central al ser humano que se ha puesto allí desde hace siglos"
-¿El perro logra cambiar el espíritu de vida de la protagonista?
-Kaidú la va sacando de esa cajita. Todos estamos atrapados en alguna cajita. Hay cantidad de cajitas, de clasificaciones, de rótulos y definiciones, necesitamos tranquilizarnos sabiendo qué es esto o qué es lo otro. Ella en un momento se entrega y se deja vivir. Kaidú es un perro que vive el presente como todo animal y le enseña que es posible estar en ese presente de otro modo. De esta forma amplia su percepción de una forma notable, accede a una esfera desconocida. Es una novela del descubrimiento. El perro no quiere dominar las cosas como los seres humanos con la razón o el conocimiento. Casi todo nos excede y no controlamos nada y se trata de darnos cuenta de que vivimos en un mundo de pura inmanencia. No hay nada fuera de la vida. Y la pregunta es: ¿con esto qué hacemos? Kaidú le propone entregarse a la deriva, al puro presente, ser un devenir, sin que importe llegar a algún lado.