Los vínculos humanos son un tema interminable para tratar en la literatura, pero son muy pocos los que se animan a abordarlo desde la solidaridad y la resistencia: ese vínculo que nos diferencia de los demás animales y que nos convierte en seres empáticos. Este es el eje sobre el que se basa Los días que fuimos felices, el nuevo libro de cuentos de Gustavo Cingolani, publicado por Qeja ediciones.
La estructura de cualquier libro de cuentos suele ser bastante individualista por la esencia pura de relatos independientes. Sin embargo, en Los días que fuimos felices, Gustavo supo crear un mundo atravesado por varios momentos históricos del país remitiendo a la nostalgia y aquellas situaciones cotidianas que, salvando diferencias, son comunes entre la clase media argentina. Los personajes se mueven por lugares similares, que en el imaginario remiten constantemente a la vida en el conurbano bonaerense, y se relacionan entre sí por una sensación en común: la memoria de los tiempos felices y la esperanza de que volverán.
Desde travesuras entre amigos en la adolescencia, salidas con abuelos en transporte público, las primeras fiestas y las primeras incógnitas que surgen como niños, ubicados en épocas de gobierno militar, el peronismo en todas sus facetas, hasta la reciente pandemia, son algunos de los escenarios que presenta el autor en sus cuentos. Pero más allá de eso, los relatos resultan adictivos porque tienen voces vivas y entrañables, ya que reflejan las memorias de los argentinos, tanto positivas como negativas y la resistencia política de las familias de clase trabajadora. Los cuentos son un retrato fiel de las últimas décadas. Tal como lo describe Laura Galarza en la contratapa, los personajes “profesan esa gratitud de los que entienden las penurias como condición de fortaleza”.
Gustavo no necesita llenarse de metáforas o extenderse en descripciones extensas, ya que su prosa está cargada de precisiones y una belleza radicada en la sencillez. Su relato es tan atinado que con simples palabras logra ubicarnos en tiempo y espacio en aquellos sitios que son comunes para todos, pero que por las vivencias personales se convierten en propios. Además el autor no se niega a explorar emociones: la alegría, la incertidumbre, la traición, el enojo y hasta la tristeza interpelan a los personajes, brindándoles la cuota de realismo para terminar encariñándose con cada personaje.
MÁS INFO
Sin dudas, se trata de un libro escrito con memoria y hecho para que perdure en la de cada lector. No hay que dejarse confundir por su brevedad, ya lo decía la frase que "lo bueno viene en frasco chico", porque El tiempo que fuimos felices lo tiene todo para convertirse en un relato vivo de la época. Un libro ideal para leer, releer y atesorar.
Sobre el autor
Gustavo Cingolani (Ciudadela, 1960) es licenciado en higiene y seguridad laboral. Estudió también periodismo, letras, y participa del taller de Laura Galarza. Su novela Los ojos del General obtuvo el segundo premio del II Concurso abierto de la Universidad Nacional de Moreno. Historiador aficionado, actualmente escribe sobre la guerra del Paraguay.