Su palabra incisiva, tallada meticulosamente, le valió un lugar de reconocimiento en el campo periodístico y literario, de la mano de crónicas y perfiles de largo aliento. A lo largo de su trayectoria, pasaron por la perspicaz mirada de Leila Guerriero numerosos y diversos hechos y personajes, retratados en textos ágiles, originales, desopilantes. En diálogo con El Destape, la autora de Frutos extraños (Alfaguara) -reedición ampliada de una compilación de sus mejores historias- habla de su presente, sus gustos, sus memorias, de forma tan auténtica como su obra.
- Revisando las solapas de tus libros me di cuenta que no sonreís en ninguna fotografía, ¿qué cosas te hacen reír?
Me río mucho, pero en las solapas de los libros me parece raro salir así, riéndome. Es decisión personal. ¿Qué cosas me hacen reír? No tengo una cosa puntual que me provoque risa. Lo que usualmente sí detecto que me sucede es que lo que normalmente suele hacer reír, no me produce mucha gracia.
- Tenés un sentido del humor muy especial
El humor que uno podría llamar “fácil” no me hace nada, y me deprime un poco también ver que la gente se ríe de esas cosas.
- El humor de las películas de Adam Sandler
Más o menos. Pero hay algunas de Adam Sandler, como esa en la que es un espía israelí, que están muy buenas.
- No te metas con Zohan
¡Zohan!, sí (risas). Jamás la hubiera visto pero vino mi pareja, Diego, y dijo “me morí de risa con esa película”. Nunca la vi entera pero veo partes y me parece una parodia tan incorrecta. Me resulta refrescante, divertida.
Ayer estaba mirando partes de una serie que se llama The White Lotus, que está en HBO y esa sí me causa mucha gracia. Tiene un humor retorcido, oscuro, que es como un contraste con todo lo que pasa en la historia. No sé si me río a carcajadas aunque si me divierto. La británica Fleabag, también me provoca algo similar.
Tengo mucho sentido del humor. Cuando doy clases estoy todo el tiempo haciendo chistes. Seguro algunos participantes me mirarán con cara de ¿y a esta qué le pasa? El humor es parte de mi vida todo el tiempo.
- Recién mencionabas a Diego, tu pareja, al que siempre le dedicás tus libros. ¿Cómo lo conociste?
A Diego lo conocí hace muchos años. Éramos parte de un grupo grande de amigos, con algunos subgrupos con los que nos veíamos más a menudo. Un día coincidimos en una de esas salidas de subgrupos, (algo como las burbujas de hoy), y se dio que empezáramos a salir. Y ya llevamos mucho tiempo juntos.
- ¿Creés que el amor es lo más importante a lo que aferrarse en este tiempo de pandemia?
Creo que si la palabra es aferrarse, vamos mal. No hay que aferrarse. Pero sin duda, la relación con el otro, en general, diría que es fundamental. Una de las cosas que más he extrañado es la relación improvisada, genuina, espontánea con los afectos. No solo con los cercanísimos, como es el caso de una persona con la cual uno convive, sino con los amigos, de acá y de todas partes. Pero no sé cómo hacerlo ahora. La vida afectiva, tener intimidad con alguien, es algo que me parece importante, nutritivo, es una inspiración que, si sale bien, suele ser mutua.
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Todos somos un poco raros, ¿no?
- Mencionaste en varias entrevistas que no tenés redes sociales. ¿De dónde viene esa decisión de no involucrarte con el mundo tecnológico?
A lo tecnológico lo tomo y lo aprovecho mucho, pero establezco una frontera. De hecho, el Whatsapp, por ejemplo, lo preservo únicamente para hablar de cuestiones relacionadas con mi familia y amigos. No lo uso mucho. Y siempre lo advierto, 'mirá mi teléfono es tal, tengo Whatsapp pero lo uso para cuestiones de trabajo o solo en cuestiones puntuales'. Me deben llegar dos mensajes por día, ese es mi límite.
Después, estoy conectadísima todo el tiempo a la web. Me pregunto cómo podíamos estar antes. No puedo entender cómo estuve quince años atrás practicando el periodismo sin la web, ¡Dios mío! ¿Cómo era eso? De ahí a las redes sociales hay un abismo muy grande.
- ¿No sentís que quedás un poco desconectada del minuto a minuto?
El minuto a minuto no me sirvió nunca en la vida, ni siquiera para el tipo de trabajo que hago. En Frutos extraños, en la última edición que se editó, se sumó un perfil de María Luján Rey, que es la mamá de Lucas Menghini, el chico que murió en la tragedia de Once. En su momento ella estaba encabezando de forma activa el grupo de familiares de la tragedia y yo lo hice al perfil tres años después de que hubiera pasado la trágica muerte de su hijo. Siempre llego en el momento que elijo para llegar. Y la verdad es que la experiencia indica que de las cosas importantes uno, antes o después, se entera.
La posibilidad de entrar en el mundo de las redes sociales me resulta más bien una amenaza a la concentración que necesito para escribir, que ya de por sí es difícil de lograr porque hay miles de cosas que te desconcentran. El mundo es un atentado permanente a la concentración. Conozco mi maquinaria y no podría lidiar con todo eso y, a la vez, tener una vida de escritura que me resultara satisfactoria.
- Hay un personaje muy curioso en uno de tus perfiles de Frutos extraños: el cardiólogo que es doble de Freddie Mercury. ¿Cómo llegaste a él?
Jorge Busetto. Me lo encontré una vez pasada, previa a la pandemia, en una fila de migraciones. No sabía si saludarlo, si se acordaría de mí. Y fue él que me saludó tan cariñoso…Habrá pensado que no lo quería saludar. Un divino, la verdad.
A la historia de Jorge llegué por un documental que vi en la televisión, creo que en una historia de Sergio Bizzio. Así llegué. Yo miro mucha tele, me encantan los canales de aire, me interesa que tengan llegada masiva. Pero también miro esos canales de cable que nadie mira. Siempre ando buscando cosas que andan en la periferia y así descubrí esta historia. Cuando lo contacté me encontré con un tipo súper agradable, un sujeto sin filtro. De hecho, pensé que cuando saliera la nota tal vez no iba a provocar un buen impacto. Pero no, tanto él como su familia estaban encantado. Pensé eso porque es una familia un poco extraña. Bueno, todos somos un poco raros, ¿no?
- Sí, claro. ¿Algún protagonista de tus crónicas y perfiles te expresó su disgusto por lo escrito sobre su persona?
Seguramente, pero no me lo hicieron saber. Así, de manera frontal, no. A veces uno puede tomar el silencio como esa distancia. Obviamente me encantaría que se sintieran reflejados, pero no estoy esperando que salten de alegría. Si todos saltan de alegría, hay algo que no está bien. Siempre encontrás algo no tan simpático.
- Todes tenemos nuestra parte de oscuridad, lo que pasa es que a veces elegimos no mostrarla
Claro, eso pasa. Y un perfil es una cosa muy facetada, con contrastes.
Detrás de la escritora
- Cuando no estás entrevistando, escribiendo, o realizando cuestiones relacionadas al oficio periodístico, ¿qué otras cosas te producen placer?
La salida al cine para mí es como …la extrañé mucho. Hace unos fines me compré una entrada para ver Nomadland, que me encantó. Y mirá que la podría haber bajado. Un jueves dijeron “hay cine” y yo el viernes o el sábado estaba en la sala.
También disfruto pasear sin rumbo, caminando, o en auto. El combo perfecto es subirte a un auto, con un bolso chico, e irte a algún lado, así medio improvisado. Cosa que se ha vuelto muy complicada. Con música, mirando. Me gusta mucho leer fuera del entorno de casa, sentarme a leer en un lugar de viaje, como una montaña, un laguito, una piscina, una playa, y tumbarme ahí. Me puedo leer dos libros al día, si me interesan, obvio. Si el libro es plomo, me cuesta bastante.
- Creo que era Borges el que decía que si hay un libro que no te gusta, lo tenés que dejar de leer…
Lo dejo. El problema es que cuando leo, me gusta el libro físico. Entonces, si me voy de viaje me llevo una cantidad acotada. Acá no hay problema, porque vas a una librería y compras otro, pero si estás en un país y no es tu idioma el que se habla es complicado. Y si conseguís un libro en francés o tailandés, sonaste. Si es inglés, más o menos avanzás, o portugués, pero si es un libro en italiano…no entiendo nada aunque todos digan que se lee bárbaro..
Volviendo a los gustos, me genera placer cuidar las plantas en el balcón. Me da mucha felicidad cuando empieza la primavera. Y cocinar, básicamente, es una actividad que me encanta. En épocas normales acá en casa se hacen cenas grandes, para varios amigos, y ahora hace mucho tiempo que no hago eso. Me sale rico. Hago buen pan, galletitas, postres, el primer plato, la sopa, el segundo plato. Me encanta todo.
- ¿Ves Bake Off?
No, no. Pero sí vi MasterChef.
- ¿Común o de famosos?
Los dos últimos que hubo fueron de famosos. Pero también vi común, creo. Me encanta ese programa. Aprendo mucho de las devoluciones, me interesa escuchar cómo hace la gente que sabe mucho de algo para hacer una devolución a alguien que está ahí con la expectativa, presentando lo que ha podido hacer.
- Está buena la mediatización de lo gastronómico en un tiempo de pandemia, en el que hay más tiempo para cocinar
Sí, no sé cómo funciona eso la verdad. Yo puedo decirte que a mí me gusta cocinar y no he sacado ni una sola idea del programa. Básicamente porque a veces eran muy complejas. Digo, 'ah, genial, están haciendo profiteroles'. En mi vida voy a hacer un profiterol. No es un lugar para ir a buscar recetas. Igual tuvieron un éxito bárbaro, así que algo debe haber pegado, qué sé yo. Tal vez esa idea de la cocina, tan relacionada con el cobijo, con el hogar.
- De lo que no hablás mucho en las entrevistas es de tu niñez. ¿Tuviste una infancia feliz?
Me parece que es un poco reduccionista esta idea de la infancia feliz. Es una etapa que está lejos de ser un paraíso perdido. Tuve una infancia súper agradable, con un par de padres estimuladores, en el campo. Lo único más oscuro fue que estuvo atravesada por la dictadura, desde el '76 hasta mi adolescencia. No porque mis padres hayan tenido militancia pero no era fácil, el tema se colaba por todos lados.
Más allá de eso, en mi casa había una biblioteca enorme, con ninguna restricción de lectura en términos de calidad. Podía agarrar cualquier libro: Desde un bestseller de Wilbur Smith hasta los cuentos geniales de Ray Bradbury y Horacio Quiroga, pasando por un montón de historietas.
Tuve muchas aventuras con mi clan: viajábamos mucho por la Argentina con casa rodante, íbamos hasta Salta, Bolivia, pasamos a Chile por el Paso San Francisco.
- Uno de los debates más álgidos del último tiempo lo protagonizó el lenguaje inclusivo en la literatura, ¿qué opinión te merece esta lucha?
En mi caso tengo una relación de orfebrería con las palabras. Trabajo mucho con lo que puede llamarse música o ritmo, y que elijo denominar estilo. Con cualquier cosa que me incomode en esa música, en ese estilo, me pasa eso, me resulta incómodo escribirlo. No uso el idioma inclusivo pero tengo la plena confianza de que no hace falta que descargue toda la responsabilidad en que un lector o una lectora puedan comprender cuál es mi posición acerca del género, o cualquier cosa relacionada con eso, a partir del uso o no de una letra. En mi caso me parece innecesario. Pero, bueno, las lenguas están vivas y habrá que ver que pasa dentro de diez años con esto. Y si bien no lo uso por ese motivo, jamás le he dicho a nadie, en un taller, que no puede usarlo bajo ninguna circunstancia.
- ¿Qué te pasa cuando en los medios te presentan como 'una de las cronistas más importantes de América Latina?, ¿Te gusta el título, cargar con esa responsabilidad?
La gente trata de ser amable. Así como me presentan a mí, a otra persona la deben presentar de manera parecida. Es una exageración pero me da vergüenza decir 'señor, o señora, está exagerando un poco'. No sé. Además, no tengo la sensación de estar aposentada en un título, prestigio, lo que sea.
Cada vez que sacás un libro nuevo, o escribís una crónica nueva, o sobre un tema medio complicado, decís 'bueno, ahora puede ser el momento en que todo se vaya al cuerno'. Es vivificante y todos tenemos ego. No hay manera de no tener ego y publicar libros. Pero, en todo caso, me protejo mucho a mí misma de estar necesitando todo el tiempo la mirada, el reconocimiento, el aplauso del otro, porque terminás siendo esclavo de eso, terminás haciendo algo re peligroso que es escribir para la tribuna.