Jorge Stamadianos: "Creo mucho en el poder de lo invisible y lo irracional" 

En su última novela aborda una historia de amor que aparenta ser un policial y que refleja la sociedad centroamericana. "Es increíble enfrentarse con todas las variantes del español,  esta babel idiomática riquísima", sostiene. 

17 de febrero, 2024 | 00.38

Definir una novela trae calma. Decir que se encuadra en el policíal, en lo romántico, a veces nos permite asimilarla para decirle al lector si va con sus gustos o no. Con la novela La Concha Parlante (Metrópolis) no lo vamos a poder hacer. Se trata de una obra que encuentra en el realismo mágico un vehículo para contar un romance que ocurre en una isla del Caribe, dónde en un hotel comienza una ola de muertes.

"Creo que es una historia de amor entre Franco y Viridiana, pero también encierra algo de Thriller. Lo mitológico es también muy fuerte. Soy hijo de griegos y hay algo de los cuentos que ellos narraban: una fuerza superior que manejaba el destino de los humanos de alguna forma", explica Jorge Stamadianos, el también autor de Latas de cerveza en el Río de la Plata.

El narrador de la historia es Franco Kazán, un cronista estrella que se enamora de Viridiana, una joven sensual con pelos de rasta que creció en un circo casi huérfana y que reproduce ideas de Luis Buñuel.

 El primer quiebre del relato tiene lugar con un crimen y posterior incendio de la Torre Salazar perpetuado al parecer por un joven rico que volvió de Europa de forma misteriosa. El cronista entrevista al joven pirómano que da un discurso delirante frente a las cámaras de televisión, pero -como si fuera un discurso encriptado- se cometen atentados en Europa reseñando frases de su entrevista. 

Como si fuera poco, Viridiana queda sepultada en el fondo del mar, el cronista Kazan encuentra a una mujer que resucitó y por momentos cree que es la reencarnación de Viridiana. La lleva a su casa en busca de saber qué ocurre y la mujer salvada de la muerte solo repite diálogos como mantras. A partir de esas conversaciones, el periodista busca revelar el misterio que lleva a las muertes desatadas en la isla.

Usando al Caribe que es el lugar donde ocurre la historia, podría decirse que la novela es como un arrecife de coral con multiples colores y escenarios que conforman una totalidad colorida, compleja, alegre y turbia como la sociedad que describe. 

-¿Cómo lograste captar los tonos de Centroamérica y por qué decidiste situarla ahí?

-Viví 14 años en la ciudad de Los Ángeles, en California, y además por mi trabajo producía series para el canal Fox. viajé por toda Latinoamérica. La verdad que fue un descubrimiento increíble enfrentarme con todas las variantes del español que tenemos en el continente, esta babel idiomática riquísima, divertidísima, muy colorida, que primero fue en Los Ángeles, trabajando ahí rodeado de inmigrantes de todo el continente, trabajando con muchos de ellos codo a codo.Todo el día nos divertíamos jugando con las palabras que cada uno traía, hacíamos una mezcolanza que es un poco la mezcolanza que tiene la novela. Es una especie de invención de un idioma centroamericano que no existe.

 A veces digo en chiste que es como el Poema Conjetural de Borges donde finalmente se enfrenta a su destino latinoamericano: yo me terminé enfrentando a mi destino latinoamericano en la ciudad de Los Ángeles y entendí que éramos muy latinoamericanos por el idioma, por la forma de ver el mundo, un poco esto contrarrestado con toda la cultura sajona protestante. Me enamoré de esa gente, de esa cultura, de ese idioma. Primero conocí por los libros, por el realismo mágico, por todo el boom que fue ese movimiento, y después tuve la suerte de conocerlo en carne y hueso. Ese mundo pueblerino, tan pintoresco, se había transformado en otra cosa, en algo mucho más de realismo sucio, con muchas tensiones, con muchas problemáticas muy complejas, como es la inmigración. Cruzar, morir en la frontera, tirarte en una balsa, el narco. Empieza a cobrar un espesor casi apocalíptico, y bueno, por eso un poco está situada en el Caribe, en este lugar imaginario también de Puerto Azufre. 

-Buñuel aparece en el libro de forma constante como referencia de personajes. ¿La obra tiene también algo de surrealista?

Sí, claro. Viridiana, el nombre de nuestra protagonista femenina, ya es un homenaje a Buñuel, un director que me encanta, un director que también se fascinó del mundo caribe, que vivió en México muchísimo tiempo, que trajo su surrealismo, que creo también se lleva en algún punto con la cultura latinoamericana. Buñuel es un personaje que entró y se instaló como un gran artista que con mucho humor ponía en evidencia lo que nadie quería poner en evidencia. Desde esos sketches donde la gente se sienta en un comedor sobre inodoros pero va a comer al baño. O sea, todo el tiempo jugaba con las convenciones, ponía las convenciones pata para arriba y creo que esa es la fuerza del deseo, las fuerzas del inconsciente. Fuerzas irracionales, porque creo también la novela tiene, sobre todo en la relación de Franco y Viridiana, la pasión, la fuerza demoledora que da la intimidad a dos personas. Ese mundo construido, secreto, donde solo los amantes se entienden, esos códigos que son solo para ellos y que tanto nos duele cuando los perdemos.

-¿Cómo definirías la obra? ¿Es un policial cruzado por lo mitológico?

-Sí, podría ser. Yo lo veo más como una historia de amor, la historia de Franco y Viridiana, y Manuela después. Toda esta triangulación. Pero claro que tiene elementos de thriller, ya por la aparición de Manuela, lo que sucede después en el Hotel Centurión, Mateo Salazar, el incendio de la torre de sus padres. Lo mitológico es también muy fuerte. Yo soy hijo de griegos y hay algo de los cuentos que ellos contaban, el tipo de historias que narraban eran casi mitológicas, siempre había algo sobrenatural, había una fuerza superior que manejaba el destino de los humanos de alguna forma. Siempre había un enigma, había algo que resolver, el hombre tenía que resolver algo para después arreglar algo que le habían desordenado a los dioses.

-¿Qué es lo sobrenatural? 

-Creo mucho en el poder de lo invisible, creo que nos manejamos de una forma tan racional cuando todavía hay muchas cosas que no entendemos. La pandemia, que es un hecho de la novela también, paralizó el mundo, murió gente, la economía se quebró, la humanidad se aterrorizó. Tenemos secuelas de salud y mentales, nuestros hijos sufrieron privaciones que les dejaron secuelas psicológicas, por un murciélago o porque un virus se escapó de un laboratorio. No parece racional, parece casi mágico, entonces también eso pesa en la novela, la naturaleza casi que responde con su tornado y poniendo a la luz el basurero tecnológico del final, y es lo que dice Franco Kazan al final, la isla habló de alguna forma, se expresó. Ahí también tiene que ver el título, la concha parlante obviamente tiene miles de significados, pero es como un objeto de una pitoniza que cuenta historias.

-¿Cómo lograste la conexión entre los capítulos y la multiplicidad de historias y enigmas que cruzan las novelas?

Me formé en el ENERC, en la Universidad de Cine que depende del INCAA. Tuve la suerte de tener muy buenos profesores, sobre todo de guión. Después tuve la suerte de trabajar 20 años desarrollando series con muchísimos escritores y escritoras de toda Latinoamérica. Fueron años y años de desarrollar proyectos, series incluso de varias temporadas. Te da un entrenamiento de estructurar un relato, la verdad que es algo que me encanta. Pude vivir de eso, tener que trabajar estructurando y pensando historias y cómo contarla. Algo de eso se me pegó, aprendí, disfruto mucho, trabajo mucho también en armar estos rompecabezas, es algo que me divierte. Es una novela ambiciosa con muchísimos personajes y muchas líneas que de alguna forma van confluyendo.

-Entre las cosas que más me gustaron del libro está la creación de imágenes mediante descripciones. Tomas mucha parte del libro para eso. Es como ver una película. Viene por el lado de tu vinculación con el cine? Cuando escribís pensas en eso o solo te dejas llevar?

Me formé como director y al mismo tiempo como escritor. Estoy muy influido por el cine. También la fotografía, la fuerza de la imagen es algo que me surge naturalmente y que me encanta poder volcar en los libros. Creo que, de nuevo, ahí hay algo mitológico. Una de las primeras imágenes que surgió del libro fue la de la cruz, una cruz que es levantada en redes con peces con dos manos crucificadas. Parece que esas imágenes son mitológicas, o sea, hay un símbolo ahí, como todo símbolo, con miles de lecturas, pero me gusta mucho recrear los lugares, los ambientes, las atmósferas. La imagen del océano cubierto de basura tecnológica está lleno de las gaviotas de madera volando en el cuarto de Viridiana con ella desnuda sobre la cama. Sí, sí, hay algo que viene del cine. A veces también creo que es eso, yo escribo cosas que sé que jamás podría filmar por lo complicado o lo caro que sería producirlas, ¿no? Entonces, en ese sentido, la literatura te da un aire y una posibilidad que el cine no te lo permite.

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