No es un viaje placentero el de Natalia Moret en El año en que debía morir, una novela con tintes autobiográficos cuyo eje central es el miedo de la protagonista a morir por el mismo diagnóstico de cáncer al que se enfrentó su mamá, quien murió a los 42 años. La segunda novela de Moret está compuesta por pensamientos, recortes del pasado y situaciones de su vida cotidiana durante la inquietante espera del resultado de la biopsia que sellaría o no la premonición. En diálogo con El Destape, la autora habló sobre la muerte, su madre y las estrategias que aplica para engañar al paso del tiempo.
- Trabajar desde una situación traumática, ¿te hizo perder el miedo a la muerte?
Fue una experiencia muy catártica, pero siento que no perdí el miedo. Cuando finalmente el resultado del estudio dio bien, me relajé y sentí una calma en ese temor, pero también entendí que superar esa sentencia de muerte traía incertidumbre total a mi vida. De pronto las cosas no eran como estaban escritas en el guión que había imaginado. Sabemos que nadie tiene la certeza de cuándo va a morir y que, eventualmente, nos va a tocar a todos. Esa espera me permitió aceptar la imposibilidad de adelantarme al futuro.
- ¿Cómo te llevabas con tu mamá?
Tengo muchos recuerdos muy buenos de ella: era una mujer admirable, de una gran fortaleza y curiosa, que me dejó un montón de intereses y enseñanzas, pero también tenía una personalidad muy fuerte. Era una especie de 'bicho raro' para la época, no respondía a lo que se esperaba de las mujeres en ese momento. Debo confesar que, a veces, desee que mi madre sea más normal (risas)
- A veces los padres hacen lo que pueden
Tal cual, eso lo entendí con el tiempo. Pienso que está bien que a veces los padres hagan las cosas mal, porque los hijos necesitan diferenciarse y romper con esos moldes. En la novela está reflejada esa separación tardía: mi madre murió en la adolescencia, que es el momento de ruptura por definición, y eso me dejó un poco a la deriva. En ese sentido, el proceso de escribirlo me ayudó a cerrar el duelo.
- En la novela hacés hincapié en tus estrategias para dejar registros de tu vida en familia. ¿Seguís con esa costumbre?
Es un registro un poco obsesivo que llevo desde el día que nació mi primera hija. Son libros de recortes y fotos que espero poder seguir llenando.
- ¿Es tu forma de detener el tiempo?
Y de atraparlo. Lo hago siempre: tomo notas, saco fotos, me mando audios. Desconfío mucho de la memoria, ya que para mí trabaja olvidando. Es una manera de permanecer y engañar momentáneamente a la muerte.
- El año en que debía morir. Editado por Penguin Random House.