Un padre narra la muerte de su hija, una joven asesinada, y emprende un descenso al infierno de la locura en El silencio es otra muerte, la nueva novela de Matías Segreti editada por La Crujía. En esta historia de duelos y venganzas, un hombre es llevado al límite cuando le arrebatan lo que más quiere en su vida y destruyen su familia. Con motivo del reciente lanzamiento editorial y en diálogo con El Destape, el autor expone cuáles fueron las preguntas que lo llevaron a meterse con los enmarañados recovecos de la mente humana cuando es llevada al límite.
- El silencio es otra muerte parte de un hecho terrible, el femicidio de una chica, pero se enfoca más en el dolor de sus padres vivos que en la búsqueda del asesino. No es una estructura de novela de misterio típica…
Siempre tuve en claro que la idea central no era el misterio en sí sino cómo transitamos nosotros los hombres acontecimientos de este tipo. Hace unos años escribí una columna de opinión en un portal en la que planteaba algunas preguntas con respecto a qué decimos los hombres cuando ocurre un femicidio, y si realmente estos temas circulan en nuestros ámbitos de intercambio más íntimos. Lo cierto es que se tocaba el tema pero de manera muy superficial o por arriba. La curiosidad de esta novela era preguntarme qué le pasa a un varón cuando le llega una noticia así, que lo atraviesa directa y personalmente. ¿Qué hace un hombre cuando asesinan a su hija?, ¿y cuando se entera que el asesino es uno de sus mejores amigos? Hace pocos días tuve una reunión con libreros, les hice estas preguntas y todos me respondieron “lo mato”, pero si uno va a las estadísticas la verdad es que no hay justicia por mano propia cuando sucede un femicidio, así que estos dichos son solo proyecciones de cómo narramos y construimos nuestra identidad.
- ¿Te hiciste vos mismo estas preguntas?
Sí. Y creo que hubiera reaccionado igual que el personaje cuando llega a El Cenagal (escenario donde sucede el clímax de la novela), lugar donde se concentra el odio y hay una rueda que no va a parar nunca en torno a la angustia y la imposibilidad de la venganza. Uno puede salirse de sí mismo -y tener una extrañeza con respecto a los narradores- y al mismo tiempo depositar algo de lo propio. Creo que eso es lo lindo de la ficción, que incluso se puede querer a los personajes más perversos.
- Los personajes masculinos de tu historia tienen las emociones muy reprimidas. ¿Sentís que los hombres siguen teniendo inhabilitada la apertura de su costado sensible?
Creo que la gran mayoría sí, aunque al mismo tiempo atravesamos un momento de época donde circulan nuevas identidades en la construcción de la masculinidad. Esto posibilita amigarnos con quienes somos, compartirlo con otros y hacernos cargo de nuestras emociones, pero no es algo que esté masificado, no ha habido una transformación profunda. La novela trabaja sobre estas cuestiones también: algunas las enuncia y otras las omite porque el duelo del narrador es muy interno, no puede compartirlo con nadie y, en cambio, busca todo el tiempo explicaciones en los otros.