Thatcher, la última novela de Carolina Cobelo editada por Metalucida, irrumpe para destruir la versión binaria y conocida que se tiene sobre la política británica Margaret Thatcher -la Dama de Hierro que durante la Guerra de Malvinas envío navíos con armas nucleares- con una versión a puro desparpajo que no le teme a la incorrección. En diálogo con El Destape, la autora repasa influencias y deconstruye la imagen de una Thatcher que en palabras de Cobelo se porta más como "un tachero porteño" envuelto en una trama de espías.
- No muchos autores nacionales se animan a salir de la visión "estadounidense centrista" de la historia y presentan una parodia totalmente desfachatada
Sí. Es muy divertido escaparle a esa visión con la que crecimos un poco todos. Crecí viendo películas sobre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría que en su mayoría siempre seguían la versión estadounidense de la historia. Y de alguna manera, hasta los mismos yanquis pueden contar la Guerra de Troya, y todos hablan en inglés. Creo que también es interesante pensar cómo alguien del Tercer Mundo se anima a contar la historia universal. Como un Hitler hablando en portugués porque lo escribe un brasilero, por ejemplo. La novela es la continuidad del deliro que es la historia real, verdaderamente apabullante.
- ¿Qué te genera la figura de Margaret Thatcher, teniendo en cuenta que es un personaje muy delicado para los argentinos?
Es un personaje para mí, para muchos argentinos y para la propia historia del mundo y de los ingleses, nefasto, asociado a mucha oscuridad política: flexibilidad laboral, cierre de fábricas. Ni hablar de la Guerra de Malvinas, el hundimiento del ARA General Belgrano. Es interesante retratar a un personaje como Thatcher por toda la carga histórica y emocional que tiene en Argentina. Y creo que la única forma en la pude escribir sobre ella fue 'argentinizándola' en el sentido lingüístico, volverla una machirula malhablada. Quitarle esa aura de solemnidad al villano, traerla a un asado entre amigos que golpean la mesa y putean, insultan y hacen comentarios misóginos. Pensarla como un tachero porteño, sin ánimo de ofender a los trabajadores taxistas.
- Es una excelente forma de exorcizar toda la bronca que los argentinos tienen acumulada hacía ella.
Absolutamente. Quitarle el aura de la villanía, sacarle esa inaccesibilidad y hacerla cercana. Destruirla. Bueno, destruirla… sé que se necesita más para destruirla, pero un poco ese fue el gesto.
- ¿Viste películas o leíste autores humorísticos que te sirviesen de influencia para el tono que querías lograr?
Me encantan los libros que usan la parodia, la sátira y el humor. Si un libro me divierte, para mí es excelente. Siento eso. Por otro lado, existen influencia a Laiseca en el personaje del maestro Lai, un chino que importan de China. Tanto La insurgencia cochina, como Thatcher tienen que ver con algo de lo impulsivo, de la forma que a mí me sale contar las historias. El tema de la disrupción no lo hago pensando voy a escribir una novela diferente. Me encantaría poder escribir una gran novela latinoamericana, y sé, asumo absolutamente, que no me va a salir.
-¿Qué fue lo más curioso que encontraste sobre la historia de Margaret Thatcher?
En un momento, Ronald Reagan le regala a Margaret Thatcher un subfusil soviético y le hace una broma poniéndosela debajo de la almohada, y Thatcher se encariña tanto con el arma al punto que viaja a muchos lugares con ella. Al punto que cuando muere, pide que se la entierre con ese subfusil soviético. A mí eso me parece hermoso, algo increíble, que para mí también da cuenta de cierto grado de amor que tenía Thatcher hacia Reagan. Esa fascinación. Se decía que ella era una mujer de hierro, durísima, pero cuando aparecía Reagan se suavizaba su voz, sus gestos.
- El amor es un aspecto que, hasta el momento, no abordó ninguna de las adaptaciones que se hicieron sobre Thatcher
Claro, porque en algún punto ese matrimonio político que impuso el neoliberalismo es una alianza que se analiza en términos políticos. ¿Y qué pasaría si las motivaciones de estos personajes fueran más ordinarias?, ¿qué pasaría si es el amor el que está atravesando las acciones de Margaret Thatcher?