¿Quién hubiese pensado que la literatura argentina imaginaría a las fallecidas Amalita Fortabat y Ernestina Herrera de Noble, empresarias polémicas que amasaron fortunas, como la única esperanza de Argentina para el 2056? Solo el escritor Rodolfo Omar Serio fue capaz de eso y plasmó su idea ambiciosa y excéntrica en su nouvelle de ciencia ficción ¡Ay, mi Argentina!, reciente lanzamiento de Omnívora Editora. En la novela, primera incursión del autor en el género, las millonarias reviven como zombies y en sus manos está la posibilidad de luchar contra Héctor Magnetto, quien aún en el futuro maneja los hilos del poder.
La dupla de señoras coquetas zombies no está sola, ya que la acompañan un grupo de personajes muy coloridos entre los que figura el icónico Federico Klemm, figura extravagante -y algo estrafalaria- que con su programa de divulgación de arte El Banquete Telemático se ganó un espacio de cariñoso recuerdo en la cultura popular. Con recursos estilísticos que remiten a las obras de Manuel Puig (la novela está escrita en forma de diálogos), la obra se posiciona como una curiosa novedad del grotesco criollo. En un diálogo con El Destape, Rodolfo Omar Serio indaga en las ideas que lo llevaron a crear este mundo de muertas vivientes que hacen patria.
¿A partir de qué concepto u imagen sentiste ganas de que Amalita Fortabat y Ernestina Herrera de Noble, dos personajes polémicos de la Argentina, sean las protagonistas de tu primera novela de ciencia ficción?
- Lo que yo sentía sobre estos personajes de la vida real -Amalita y Ernestina, los principales, y Federico Klemm y Héctor Magnetto, los secundarios- es que todavía no habían tenido un protagonismo en la ficción. La idea básica fue hacerles justicia porque me parecía que tenían un valor literario grande.
Lo que me sedujo principalmente de estas dos mujeres -que en la novela son una especie de equipo donde Amalita es Batman y Ernestina es Robin- es que las dos fueron importantísimas y construyeron un montón de poder y riqueza, a pesar de que para llegar a ello hicieron diferentes recorridos: mientras que una nació en cuna de oro, la otra se hizo de abajo. Me parece que en este matiz de pensar dos mujeres posibles que llegaron a la cima hay un ida y vuelta entre ellas que, obviamente, no conocemos demasiado. Se sabía que Ernestina eligió siempre un perfil mucho más bajo que Amalita y parecía no tan sensibilizada con la realidad social de alguna forma, por lo que me pareció interesante jugar con las relaciones y diferencias entre ellas.
Es curioso porque en la historia termina haciendo el bien, cuando en la vida real estuvieron lejos de un título similar…
- Sí, están todo el tiempo fluctuando entre el heroísmo y la miseria, son anti heroínas, pero a medida que avanza la novela terminan luchando por una buena causa. Hay algo en esa dualidad que habla mucho de la Argentina, porque como país estamos en ese estado todo el tiempo.
¿En qué cuestiones de la actualidad sociopolítica creés que la novela puede resonar en los lectores?
- Creo que hay una perspectiva desde que la pensé, en el sentido de un futuro en el cual el pasado está impregnado en todo. Las acciones que mueven la historia son un poco las consecuencias de acciones pasadas y me parece que esa es un poco la actualidad que estamos viviendo en Argentina, esa idea de que el pasado vuelve regurgitado y estamos atrapados en un montón de cosas muy tristes que parecen cíclicas y de las que, por ahora, nos está costando salir como país.
Escribir la novela con los códigos de la ciencia ficción me permitió abordar estos análisis desde una perspectiva pocas veces transitada pero que no se corre de las bases fundamentales de la historia reciente de Argentina. La publicación coincidió con un momento de cambio de época en el país, donde todos sentimos que estamos en una realidad distópica. En ese marco, esta historia encaja bárbaro.
¡Ay, mi Argentina! puede conseguirse en librerías.