A 10 años de la muerte de Ernesto Sabato: adelanto exclusivo de la biografía Sabato, el escritor metafísico

El 30 de abril se cumplen 10 años de la muerte de Ernesto Sabato, uno de los grandes nombres de la literatura argentina. Adelanto exclusivo con fragmentos del libro Sabato, el escritor metafísico.

24 de abril, 2021 | 09.11

El 30 de abril se cumplen 10 años de la muerte de Ernesto Sabato, uno de los grandes nombres de la literatura argentina. Con el propósito de homeajearlo en la próxima efeméride El Destape comparte un fragmento de la biografía lanzamiento de Marea Editorial Sabato. El escritor metafísico, escrito por Pablo Morosi y Sandra Di Luca.

CAPÍTULO 10 – NUNCA MÁS

La primera reunión de la CONADEP se realizó el jueves 22 de diciembre de 1983 en oficinas del segundo piso del Centro Cultural San Martín, que las autoridades habían dispuesto para la tarea. Al grupo de notables se sumaron los diputados radicales Horacio Huarte, Santiago Marcelino López y Hugo Piucill. En cambio, el resto de las fuerzas con representación legislativa –justicialismo, Partido Intransigente y Democracia Cristiana– se negaron a enviar delegados. Las secretarías fueron cubiertas por Raúl Aragón, Daniel Salvador, Raúl Peneón, Alberto Mansur, Leopoldo Silgueira y Agustín Altamiranda.

El inicio de la labor, una semana después, fue tenso. La primera medida de la CONADEP consistió en convocar a los organismos de derechos humanos a una reunión para invitarlos formalmente a participar. A minutos de iniciada la reunión, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe Pastor de Bonafini, se retiró ofuscada luego de que Sabato comentara la idea de crear un monumento a los desaparecidos. “Si hacen eso, yo, personalmente, me voy a encargar de tirarlo abajo ladrillo por ladrillo. No vamos a aceptar nada que apunte a dar por muertos a nuestros chicos”, advirtió antes de dar el portazo.

Las reservas empezaron a ceder con la incorporación a la APDH de Graciela Castagnola de Fernández Meijide, madre de un adolescente desaparecido: Pablo Fernández Meijide. De hecho, la activa y voluntaria intervención de los organismos terminó siendo clave para dotar de una gran legitimidad a la tarea. “Sabato tuvo un enorme compromiso y coraje en aquel momento y como muchos de nosotros, sufrió mucho todo el proceso. Particularmente se enojaba con facilidad por las críticas, sobre todo por las que consideraba injustas”, recordó Fernández Meijide, encargada de la recepción de denuncias en aquellos días. A medida que avanzaba el trabajo de la CONADEP, los medios reproducían las historias de secuestros, torturas y asesinatos que se iban recopilando y reflejaban operativos de exhumación de cadáveres en cementerios públicos, así como el hallazgo de centros de detención ilegal en distintos puntos del país. Todavía persistía en ciertos sectores la esperanza de hallar desaparecidos con vida, lo que acrecentaba la expectativa. El malestar castrense crecía a medida que se apilaban las denuncias y la Justicia empezaba a recibir datos y testimonios. Hubo situaciones tensas en dependencias militares y policiales en las que se les negó información y hasta el acceso.

Muchos testigos pedían declarar ante Sabato porque era una personalidad conocida que les generaba confianza, lo que hizo que el escritor estuviera presente en gran cantidad de testimonios.

Como autoridad máxima de la Comisión, la figura de Sabato absorbió, entonces, la mayoría de los ataques, tanto de sectores progresistas como conservadores. Sus objeciones al papel de la jerarquía eclesiástica y los relatos donde exhibía la perversión y crueldad ejercida por los represores provocaron reacciones virulentas que excedían el ámbito castrense.

En la sección “Cabildeos” de la revista ultraderechista Cabildo, dirigida por los nacionalistas católicos Ricardo Curutchet y Juan Carlos Monedero, lo bautizaron como “desaparecidólogo”. La diatriba incluyó una mención a su “presunta condición de materialista ateo” y el cuestionamiento por percibir “un salario estatal de $A 25.000” para dirigir un equipo que tenía “a su cargo la defensa de terroristas, la condena de quienes los derrotaron y el apoyo moral, jurídico y físico o las innúmeras colaterales marxistas pro defensa de los derechos humanos”. El texto subrayaba la militancia comunista de Sabato y recordaba un supuesto allanamiento en el que se le habría secuestrado “material subversivo” y su colaboración con las revistas Última Hora y Capricornio, consideradas “voceros marxistas sin elipsis”. Con datos ostensiblemente surgidos de un legajo de inteligencia policial, también se señalaron sus reiterados elogios a la Revolución Cubana y a la figura del Che Guevara. “De él puede decirse con razón que donde hubo fuego, cenizas quedan. Cenizas rojas, indisimulables e indelebles”.

Una de las embestidas más furibundas la protagonizó el contraalmirante Horacio Mayorga, quien calificó a los integrantes de la CONADEP de “infiltrados marxistas” guiados por un “ánimo de venganza”, y a Sabato, de “fracasado”.

“A la mañana, cuando nos sentábamos a desayunar, yo le decía a Matilde: ahora empieza la pesadilla”, decía Sabato al rememorar aquellos días febriles. Durante toda esa etapa soportó constantes amenazas. El gobierno le asignó un coche con chofer que era, a la vez, custodia personal y que mantuvo varios años. Además, durante los meses que demandó el trabajo hubo extraños episodios que incluyeron seguimientos a algunos de los miembros de la CONADEP e intentos de robo del material que, a medida que se iba produciendo, era microfilmado y llevado a una bóveda en el Banco Central.

Cuando estaba por cumplirse el plazo de seis meses, los miembros de la Comisión convencieron a Sabato de pedir una prórroga. En ese momento, Favaloro se excusó de seguir participando, alegando compromisos impostergables pero también discrepancias con la orientación del trabajo. Nada ni nadie pudo retenerlo. Se logró una extensión del plazo por otros noventa días, pero se propuso, mientras tanto, la producción de un programa televisivo para mostrar lo hecho hasta ese momento, con la intención de darle visibilidad y reafirmar la tarea. El especial fue elaborado por Magdalena Ruiz Guiñazú y el juez y dramaturgo Gerardo Taratuto. A último momento, acosado por la presión militar, el gobierno quiso frenar la emisión. Entonces, Sabato amenazó con renunciar. Alfonsín vislumbró el escándalo internacional que generaría una eventual dimisión del escritor y terminó por aceptar la difusión del trabajo.

El programa Nunca Más salió al aire la noche del 4 de julio por la señal estatal de Canal 13, con una introducción en vivo del ministro Tróccoli, encargado de subrayar la línea política repartiendo responsabilidades entre el terrorismo ejercido desde el Estado represivo y el accionar “mesiánico” de la subversión que, dijo, “empujó a muchos al engranaje diabólico de la muerte y el terror”.

El envío –grabado previamente– contenía una serie de testimonios entre los que estaban los de Enrique Fernández Meijide, Estela de Carlotto, Estela Calvo de Laborde y Chicha Mariani. En medio de esos desgarradores relatos Sabato ensayaba un análisis sobre lo ocurrido en el país: “no es un problema político como se suele argüir –dijo–; este es un problema ético y aun religioso. Personalmente creo que fue el reinado del demonio sobre la tierra. –Y agregó–: Son actos demoníacos los que se han cometido, no ya contra los presuntos o reales culpables de algo sino contra la inmensa mayoría de inocentes absolutos, de chicos, adolescentes, muchachos idealistas, parte de la mejor juventud argentina que fue secuestrada a veces de manera horrible, pateados, encapuchados, llevados a los camiones en que se recogían además los robos cometidos por estos que hablan de dignidad y de preservar los principios de la sociedad civilizada”. Cerró su intervención diciendo: “Pido a los hombres y mujeres que me están viendo, que me están oyendo, también a los chicos y chicas para que no se olviden nunca más, que por favor, por amor a la humanidad, nunca más pueda suceder en la tierra que fundaron hombres como Belgrano y San Martín una atrocidad semejante”.

Al final Sabato, en vivo junto a Tróccoli, aclaró: “La Comisión en ningún momento pretende, como a veces se ha insinuado, hacer el elogio de la subversión que precedió al terrorismo de Estado. Personalmente lo he dicho reiteradamente y todos los miembros de la Comisión comparten este punto de vista: que el terrorismo, los crímenes cometidos por el terrorismo desde la década de los 60 prepararon el camino y dieron el pretexto para el desencadenamiento de este otro terrorismo”, señaló, para dejar, por último, un reflexión sobre el valor de la convivencia democrática y exhortar a una pacificación a través de la Justicia.

El programa, visto por más de un millón y medio de personas, tuvo consecuencias. Además de que se redoblaron las amenazas contra varios miembros de la Comisión, el jefe del Ejército, Jorge Hugo Arguindegui, se vio obligado a dar un paso al costado, cuestionado por no haber podido impedir la emisión, y las Fuerzas Armadas reclamaron la realización de otro programa con testimonios de víctimas de la subversión. Además, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas presionó al gobierno por la remisión de los testimonios recabados por la CONADEP, lo que produjo una de las situaciones de mayor tensión durante el proceso de trabajo. Después de dos largos plenarios sin acuerdo y de una tirante discusión con Rabossi, Sabato decidió que el material sería resguardado de caer en manos de los militares y seguiría siendo remitido a la Justicia civil.

Sabato estaba convencido de que el informe final de la CONADEP debía transformarse en un libro en el que se extractaran hechos incontrastables con material descriptivo, detallado y comprensible. Su idea era ofrecer un testimonio que diera cuenta de la violación de derechos y principios fundamentales de orden político, moral y religioso y que sirviera como objeto de memoria por generaciones; una suerte de “monumento simbólico” que expresara con contundencia una condena moral al sistema de desaparición de personas y sembrara conciencia con el objeto de impedir que se repitiera semejante barbarie. “Si esto lo agarra un militar en el cuartel, tiene que sentirse avergonzado por estar leyendo la verdad, y no tenemos que darle la posibilidad de aducir que se trata de patrañas”, enfatizó la tarde en que se dividieron las tareas de escritura. Siguiendo esas premisas y pese a que algunas voces consideraban que se debía solicitar una nueva extensión del plazo, se confeccionó el informe final Nunca Más.

  • Sabato. El escritor metafísico. Escrito por Pablo Morosi y Sandra Di Luca. Marea Editorial. Ya a la venta.