(Por Emilia Racciatti) La escritora Clara Obligado no solo no le escapa a la incomodidad sino que se la apropia para escribir y pensar su oficio como argentina radicada en España, donde llegó exiliada durante la última dictadura militar, y desde ese lugar escribió "Todo lo que crece", su más reciente libro, al que llama "ensayito" y lo define como un texto en espejo con el anterior "Una casa lejos de casa", ya que en los dos están el desarraigo y el arraigo como constructores de identidad.
"Uso la primera persona para que la gente no me diga esto no es así. De esta manera no necesito justificarme porque es lo que me pasó a mí", dice la autora en diálogo con Télam en un hotel del centro de la Ciudad de Buenos Aires a horas de haber aterrizado en su país natal, al que viene muy seguido.
Esta vez la excusa es la presentación de "Todo lo que crece", editado por Páginas de espuma, el tercer libro que escribió en el encierro de la pandemia. Ese tiempo la encontró en una casa con jardín en el pueblo español Extremadura y alejada de los viajes y dispuesta a condensar en este trabajo reflexiones sobre el vínculo naturaleza y escritura.
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"Quien escribe recicla los recuerdos, se apropia de los restos, los revive, los corrige. Historias a punto de germinar que liberan su contenido y nutrientes, su peculiar nitrógeno, convirtiendo el pasado en materia orgánica. Como motor de estas fantasías también actúa la ciencia", escribe en este libro la ganadora del premio Femenino Lumen por su novela "La hija de Marx".
Con rodeos, hipótesis y conjeturas, Obligado se inmiscuye en los paralelismos entre naturaleza y escritura, ya que los dos necesitan de la paciencia, el asombro y la conciencia de la idea de proceso para ser abordados. "Escribir es arraigar en el aire", dice en este trabajo dividido en dos partes, Sur y Norte, en las que infancia y adultez se tocan a través de la memoria de los aromas y los colores de las plantas, los árboles y las flores.
-Télam: Está claro que el libro empieza en el inicio de la pandemia, pero ¿cuándo decidiste que había terminado?
-Clara Obligado: Siempre tengo proyectos muy claros. En este caso fue parte del efecto pandemia, escribí tres libros y lo estoy pagando. Uno es "Una casa lejos de casa" que lo publiqué aquí y un ensayo gemelo que es este. Uno es sobre literatura y extranjería y el otro es sobre naturaleza y escritura. Uno se teje en el otro. En uno se da cuenta de la pérdida de la tierra y en el otro de una manera de enraizar en el planeta. Quizá la pérdida de la tierra es una amplificación de lo que nos pasa.
-T: Hay muchas reflexiones sobre qué implica escribir pero no tanto desde definiciones cerradas sino más desde la pregunta, la indagación. ¿Por qué te interesaba pensar la escritura desde el rodeo?
-C.O.: Yo lo llamo ensayito y digo que es una escritura femenina en el sentido no de su sexo sino de su visión del mundo. Es una línea de ensayos que trabajan sobre todo muchas escritoras, donde las ideas no se cierran, son algo que se comparte y en un punto, se sigue pensando. El ensayo masculino parte de una hipótesis abstracta y llega a otra que afirma algo y también es abstracta. El femenino parte de cosas muy concretas como puede ser la tierra, la escritura, tu habitación para llegar a algo abstracto pero puesto en duda.
-T: En un momento te preguntás: "¿Por qué la literatura prestigia la muerte antes que la vida? ¿Por qué se consideran heroicas las batallas, y no los partos?". ¿No tiene un poco que ver con esa mirada que señalás?
-C.O.: Siempre me llamó la atención como se habla tanto de morir y tan poco de nacer. Quizás porque es una aventura femenina. Todas las que tenemos hijos sabemos el cambio vital que es tener un hijo. Por qué hablamos de unas cosas y no de otras es una pregunta que me suelo hacer.
-T: ¿Cómo es el trabajo con los editores de un libro tan personal?
-C.O.: Cuando entrego un libro no permito que me cambien ni una coma. Si me dicen algo que entiendo, bueno, pero es muy difícil que lo entienda. Trabajo mucho la escritura, corrijo un libro no menos de 100 veces. Es un libro muy personal pero también cuestiona la primera persona porque si mirás los dos ensayos son dos personas distintas. En el primer caso no hay sexualidad, acá hay alusiones muy tímidas a eso. Hay cosas que no quiero contar. De mi pareja actual no hablo casi nunca y de mis hijas hablo poquito. Es un yo inventado, donde todo es verdad pero en el fondo es inventado. Me parece divertido trabajar el yo literario porque siempre mentimos sobre nosotros mismos.
-T: El exilio, el desarraigo y la vida en España para nada idealizada, complejizada. Contás lo que te costó instalarte en España y ahora hay generaciones nuevas que emigran a España. ¿Cómo es ese vínculo? ¿Te relacionás con ellos?
-C.O.: Recibo migrantes, no solo argentinos sino latinoamericanos en general. El concepto de mundo ha cambiado mucho en los últimos años. Es muy habitual que un chico se vaya unos años a vivir a otro país y mirar el tuyo desde afuera. Es muy saludable, como así también entender que la migración es un proceso muy duro, no es fácil.
Tengo muchos amigos jóvenes entonces en un punto no engancho del todo con mi generación. Me gustan los jóvenes, su estupor frente a la vida.
Estaba leyendo la respuesta a la Academia de la Lengua de María Teresa Andruetto a quien justamente conocí ahora en México. ¡Cómo nos parecemos! Hay un punto en que hay que responder a esta tentación española de dominio sobre nosotros. No soy nacionalista. Es un libro que abre una manera de mirar al mundo global.
-T: ¿Qué te aportó la escritura en ese proceso de arraigo en España?
-C.O.: El lugar, yo estoy bien en Madrid. Los madrileños se ocupan de hacerme notar todos los días que yo no soy de Madrid. Yo quiero a España, hace 47 años que vivo ahí pero todos los días me dicen "ah, argentina". El dato de ser extranjera va a estar presente toda mi vida entonces actuó en consecuencia. Por ejemplo, cuando publiqué el otro libro defendí que también tenía que ver mi incomodidad de ser argentina. Hoy fui a una librería y no estaba en "literatura argentina". Ese lugar incómodo, de clavel de aire es la modernidad también.
-T: Las casas tienen un lugar central en el ensayo. Y fue el jardín de una casa el que inspiró y albergó la escritura de este libro.
-C.O.: Me encantan los jardines. Ahora estuve con una amiga en México, su madre es una galerista, una mujer con sentido artístico brutal y está con alzhéimer. Pensaba "esta mujer ha plantado todo esto como si fuese un libro y lo está olvidando también". Cuando uno planta un jardín está haciendo un acto de confianza en el futuro porque sabe que va a haber muchas cosas que no va a ver en ese jardín. En cierta forma es como tener un hijo también porque uno dice el destino va por otra parte.
-T: ¿Qué te aportó la pandemia a la escritura de este libro?
-C.O.: Me llevó a vivir dos años en Extremadura, en un pueblo. Creo que, si somos sinceros, a los escritores la pandemia nos ayudó. Con todo lo absurdo que es decir eso porque la pandemia fue terrorífica pero me dio tiempo para escribir, me hizo no viajar y me dio tiempo de escribir tres libros en un año.
Trabajé por Zoom, las clases funcionaron muy bien, y trabajé en el campo, siguiendo un ritmo de naturaleza que todo mi vida había querido hacer: estar más de un año en el campo.
-T: ¿La quietud te acercó, te trajo a la naturaleza?
-C.O.: En este tema hay mujeres escritoras del Nature writing norteamericanas, inglesas, anglosajonas con una manera de contar muy parecida al ensayo. En ese sentido pienso en Tamara Kamenszain, en Josefina Ludmer. Leo naturalmente mujeres porque me interesan más. Cuando me intereso por un libro, en el 80%de los casos está escrito por una mujer. Soy ecologista desde hace años y la tala de los bosques, el monocultivo de la soja son temas que de pronto entraron en la agenda y son la batalla que tenemos que dar. La batalla política es importante pero la verdadera hoy es la ecológica.
Con información de Télam