El nuevo libro de la escritora argentina Gisela Galimi deja entrever su vínculo con la poesía tanto en el ritmo de la narración como en la recurrencia a distintas metáforas para expresar las verdades que constituyen la trama, pero también fue una forma de que el libro "no se ablandara ni sonara a autoayuda", afirma la autora.
-T.: Narrás en tu libro que tus primeros acercamientos a la poesía fueron de pequeña, a eso de los cinco años ¿Qué recuerdos tenés de esos primeros momentos explorando en la escritura?
-G.G.: A los cinco años escribí un poema. Era sobre mi hermana que tenia dos años. Como adulta, pienso que buscaba atraer la atención de mi familia. A mi papá le gustó, le pareció muy lindo, lo anotó y me dijo que era poeta. Era un poema bastante bueno, decía: "Las manos de mi hermanita son de seda natural verde, roja y amarilla// Son como dos campitos sembrados de perejil". Me acuerdo que quise decir que eran lindas porque mi mamá tenía un vestido de seda natural verde, roja y amarilla que a mi me encantaba. Me acuerdo la alegría de decir algo y no decirlo. Tenía un secreto porque había dicho algo pero la gente no sabía que yo lo había dicho por ese vestido. Estaba inaugurando en mí la metáfora. A los 8 años dije que quería trabajar de escribir y me la pasé escribiendo toda mi vida: hice periodismo, después prensa, ahora doy talleres literarios, hago poesía. Siempre escribo así que fue una marca decir "soy escritora". A veces pienso que tener eso tan definido es algo malo. Nunca soy otra cosa. Hay personas que son mas dúctiles.
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-T.: El lenguaje poético tiñe toda la historia, ¿tiene que ver con tu estilo o su utilización estuvo al servicio de generar un efecto en particular?
-G.G.: No hubo una intención de mostrar que soy poeta. Lo voy a decir soberbiamente: soy poeta. Eso quiere decir que hubo un trabajo de tener a raya la palabra, que es lo que hacemos los poetas. Me interesó mucho que no se ablandara la historia. Podría haber contado toda mi vida pero no me interesaba. Con las 8 páginas de Word iniciales, estaba suficientemente contada esa primera historia. No me interesó tampoco que hubiera 800 personajes. Me interesó mantener la historia a raya y creo que en eso hay una operación poética. También me interesó que cada palabra se ganara su espacio a los codazos en el libro porque yo creo que la belleza es como una lanza. Hay algo de precisión que creo que viene del lenguaje poético.
Además, porque la belleza es absolutamente conmovedora. No sé si lo logré pero hubo una intención de que sonara bien. Escribo en voz alta, lo leo y lo leo. Quizás porque empecé a escribir antes de saber escribir. El ritmo es muy importante, que suene bien, que haya belleza. No lo digo desde un lugar soberbio sino como una búsqueda. No quería que el libro se ablandara, ni que sonara a autoayuda, o a "pobrecita". Me pareció que el modo era apretar el libro lo más posible, que no dijera ni una palabra más de la que tenía que decir.
Con información de Télam