(Por Emilia Racciatti). En "A través del bosque", Laura Alcoba reconstruye desde el diálogo con una madre y una hija la trama de una tragedia que tiene a esa madre como protagonista porque va hacia la mañana del 14 de diciembre de 1984 cuando ahogó a sus dos hijos más chicos en una bañera y, desde el presente, logra evitar la espectacularización para dar lugar al relato de una vida en la que logra sobrevivir a lo inconcebible.
"Se publicó hace un año y medio en Francia, tuve devoluciones muy cálidas de escritores que admiro como Annie Ernaux que nunca me había leído. Encontré en varias reacciones o lecturas gente que me decía 'con un tema así, no nos esperábamos cerrar el libro y quedarnos con un sentimiento de paz' y fue una satisfacción. Yo misma tenía miedo del tema", cuenta Alcoba (La Plata, 1968), vía Meet, desde Francia, donde vive desde los 10 años.
A ese país europeo llegó por el exilio emprendido por su familia durante la dictadura militar argentina y la historia que decidió contar en esta novela, editada por Alfaguara, se remite a lo que sucedió por esos años en Francia. Alcoba escuchó la historia pero fue muchas décadas después, en 2018, cuando se contactó con las protagonistas y se puso en marcha la escritura, de una forma que, explica, la fue llevando.
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"Flavia. Ella posee una fuerza y una valentía que yo no pensaba que pudieran existir. Lo sé desde el primer momento: es para ella que escribo este libro. Escribo para la niña que fue y para la que sigue siendo", se puede leer en "A través del bosque", la cuarta novela de Alcoba y la que sigue a la trilogía compuesta por "La casa de los conejos", "El azul de las abejas" y "La danza de la araña".
La autora cambió los nombres de esta pareja de argentinos exiliados en Francia para contar su historia. Flavia es el nombre que eligió para la niña que sobrevivió esa mañana de 1984 cuando su madre, llamada Griselda en la novela, la fue a buscar a la escuela después de haber ahogado en la bañera de su casa a sus dos hermanos menores, Boris y Sacha. En un invierno crudo, llegó empapada, muy maquillada pero con todo el maquillaje corrido, y la maestra de Flavia, Colette, le dijo que no, que no podía llevarse a su propia hija.
Griselda permaneció nueve meses en la cárcel y después pasó a un hospital psiquiátrico a partir de la intervención de su abogada, que insistió en que tenía que ser una madre para Flavia.
Alcoba dice que ese gesto permitió el después y la novela logra recuperar cómo hay después de algo así, cómo Flavia habla de Griselda como una madre "presente, amorosa. Muy amorosa". Para esto, habló con las dos, con Claudio, el esposo de Griselda y padre de Flavia, con esa maestra, con la abogada que asumió la defensa. Y logra rearmar las piezas de una historia a la que se acerca con respeto pero decidida a mirarla de frente.
-Télam: La abogada parece ser la primera gran lectora de esta historia porque su pelea para que Griselda vaya a una clínica psiquiátrica y no a la cárcel es clave.
-Laura Alcoba: Si, absolutamente y su apuesta maravillosa porque hizo todo lo posible para que saliera Griselda de la cárcel, ingresara al hospital y luego desempeñase el papel de madre con Flavia. En ese momento era una apuesta increíble, no sé si habría apoyado algo así. El tiempo le dio la razón. Lo extraño de esta historia es que lo increíble, lo impensable y la madre que comete lo irreparable con dos de sus hijos, se hunde en una especie de tiniebla y abismo absoluto y al mismo tiempo se reconstruye como madre. Es muy fuerte.
-T: Además para la abogada era el inicio de su carrera.
-L.A.: Era super joven. Es muy conocida acá, hice todo lo posible para que no fuese reconocida pero ella misma escribió sobre su trayectoria como abogada. Fue uno de sus primeros casos. Era muy joven y se acababa de recibir. Cuando yo entré en contacto con ella me dijo "¿cómo está Flavia?" y su cara fue "valió la pena". Una especie de intuición y confianza humana que tuvo en ese momento. Esa apuesta fue de la vida y el amor y lo logró.
-T: La maestra Colette también es alguien de afuera que interviene y no solo se queda con Flavia ese día sino que la acompaña en el después.
-L.A.: Ese gesto de decir no, no le entrego la hija a su propia madre pone en marcha otra cosa, termina el horror y puede empezar otra cosa. Esa otra cosa fue la apuesta absoluta y fuerte de la abogada. Es una gran profesional.
-T: Griselda necesita complejizarse e ir hacia atrás, ella propone narrarse de manera más compleja y reconoce en ese pasado que ir a la librería o al cine lograban ayudarla cuando no podía respirar o el zumbido del afuera era muy fuerte. ¿Cómo leíste esa necesidad suya de ir hacia atrás?
-L.A.: Fue todo muy extraño porque tardé varios años en decidirme a dar un paso hacia Flavia y Griselda y tuve la impresión de que me estaban esperando. El encuentro con Flavia fue el que me decidió a escribir el libro. Porque Flavia existe es que puedo escribir este libro, porque es posible, con una historia así, ser una persona absolutamente solar, luminosa que es lo que es ella hoy. Con Griselda fueron días y días de pensar cómo voy a abordar el tema, qué preguntas le voy a hacer, voy a intentar esto, lo otro. El día de la cita, me senté, abrí el cuaderno y entendí que quería hablar de ese día pero antes quería contarme algo y empezó a hablar, a hablar y ese "antes tengo que contarte algo" fue su manera de entrar en contacto conmigo verbalmente. Ese algo fueron páginas y páginas. El gran relato de Griselda es un día. Fue una cita de horas. Yo tomaba notas y hacía muy pocas intervenciones. Cuando llega a ese día dice: "todo lo que te dije no explica ese día". Ahí hay un abismo que fue imposible de contar, que sigue siéndolo en algún aspecto.
-T: Reconoce la reparación de su hija al poder contar ese relato.
-L.A.: El libro es como el relato imposible entre una y otra. Al mismo tiempo lo que sostiene hoy a Griselda es que Flavia sea quien es. Por supuesto leyeron las dos el libro antes de la publicación y la reacción de Griselda fue "gracias por haber visto la belleza de Flavia". Se posicionaba como madre al decirme eso. Con esta investigación hice los encuentros más fuertes de mi vida, me encontré con cosas que no imaginaba encontrar en una historia así y esa frase que no dejó de sobresaltarme cuando Flavia me dijo que su madre era una madre amorosa. No quitó el horror de lo que significa ser una madre asesina pero al mismo tiempo se reconstruyó como madre. Fue la apuesta de la abogada y yo lo constaté en la investigación más de una vez.
-T: La primera mujer de Claudio recibe a Flavia ese primer tiempo posterior a la mañana del 14 de diciembre y hay un tiempo importante en ese compartir con ella y con uno de sus hermanos de parte de su padre.
-L.A.: Empieza ahí la dificultad del después de ese día y al mismo tiempo lo extraño de lo que se va construyendo poco a poco. Ahí uno de los hijos del primer matrimonio de Claudio le lee a Flavia la historia de Medea. Cuando ella me lo contó yo decía "no puede ser, pero ¿sabía lo que hacía?" y me dijo "claro que sabía". El libro también es cómo sobrevivir a una historia así, cómo contar, poner palabras y ahí tanto el mito como el relato que ella misma se arma en el bosque con Colette son fuertes. Para sobrevivir a lo impensable tenía que existir un relato pero el relato era imposible. Hay una serie de subterfugios o caminos, como ocurre en los cuentos, donde lo impensable o inexplicable solo puede tener su lugar en los cuentos como es el cuento de hadas. Eso fue muy fuerte que surgiera en la investigación. Colette me fue contando los viajes, los paseos que hacían los fines de semana y bastante pronto surgió esto de que ella siempre quería ir al lago de la conserjería y todas las preguntas que se creaban era como si ese lugar que reclamaba constantemente fuera una manera de jugar como juegan los chicos con una serie de elementos del bosque que eran como una suerte de trasunto de ese día imposible de contar. Todo ese después fue muy fuerte. En un momento tenía la impresión de que iba investigando y que el libro se iba armando alrededor mío. Yo estaba corriendo detrás y tratando de entender que era lo que se jugaba en esta historia. Fue muy fuerte, espero haber dejado esa magia que tuve la impresión de presenciar. La historia y la investigación me iban revelando cosas a medida que avanzaba. Ese final es cuando Flavia se da cuenta que había elegido vivir a unos metros de la tumba de sus hermanos y no la había visto nunca. Fue increíble ir a ese lugar juntos con Flavia, Colette y su marido. Después de ese día dije que el libro nos estaba ofreciendo su propio fin.
-T: Contabas que antes de publicarlo lo leyeron Griselda y Flavia, ¿qué pasó con esas lecturas? ¿Pidieron cambios?
-L.A.: Hubo un detalle o cositas muy pequeñitas que después de la devolución cambié o borré pero fue muy fuerte y muy emotiva la devolución. Efectivamente en ese momentos en el cementerio tuve la impresión de que hasta ahí nos había llevado el libro y hasta ahí había podido acompañar. Es una tumba sin apellido, sin fecha. Se instalaba como en ese espacio mítico que se fue creando poco a poco.
-T: Colette, que pudo acompañar a Flavia desde ese día, también pudo acompañarla, a sus 40 años, a la tumba de sus hermanos.
-L.A.: Ella hizo posible lo que vino después de ese día y es una persona de una humildad total y al mismo tiempo es mágica, con esa ceguera que al transforma en un personaje que remite a esos ciegos sabios. El encuentro con ella y con Flavia fueron los más fuertes.
-T: ¿Alguno de los encuentros fue el más difícil?
-L.A.: Todos fueron muy fuertes, lo que me parecía más complejo era Griselda pero al mismo tiempo fue como que todas esas preguntas que había tratado de formular no fueron necesarias porque ella necesitaba hablar, contar su historia y decir también que esa historia no explicaba lo que había sucedido ese día. Esa era también su necesidad: la importancia y el abismo que seguía siendo para ella ese día. Ese relato fue muy fuerte de recibir.
Con información de Télam