(Por Carlos Aletto) La psicoanalista Alexandra Kohan y el escritor Juan José Becerra exploraron la imposibilidad de definir el amor y la ausencia de conocimiento en este enigmático tema, en una charla que tuvo lugar anoche en el marco de la Feria Internacional del Libro de Rosario, y coincidieron en que a pesar de la carencia de un entendimiento completo sobre el amor, se trata en definitiva de una experiencia transformadora, "en tanto y en cuanto hay algo que se pone en riesgo".
Para ilustrar la perspectiva del tema convocado bajo la consigna "¿Qué es el amor? Hablemos sin saber", la coordinada de la charla, Julia Musitano arrancó citando textualmente una frase del libro "¡Felicidades!" de Becerra: "Al amor se entra, como si se entrara a un edificio incendiado del que ya se sabe de antemano que no va a salir nadie vivo". Kohan de inmediato se refirió a la paradoja de que no sabemos exactamente qué es el amor, pero que aun así seguimos hablando de él y explorándolo en diversos contextos, y cómo esta falta de conocimiento contribuye a la continua fascinación y relevancia del tema: "Yo diría que porque no sabemos es que se sigue hablando sobre el amor. El amor resiste en los discursos, en donde se escucha", dijo la autora de "Psicoanálisis: por una erótica contra natura" ante una sala desbordada, con gente parada en los pasillos y sentada en el piso.
Becerra, autor de una novela titulada precisamente "Amor", habló sobre cómo las experiencias amorosas no suman un conocimiento acumulativo: "Me da la sensación de que es un conocimiento en constante retroceso. Imaginemos una persona que se enamora por primera vez, cuando es muy joven, y cree que lo sabe todo. Y se vuelve a enamorar, y cree que sabe bastante. Y vuelve a enamorarse, y cree que sabe algo. Cuando ya se enamora por quinta vez, o por décima vez, ya no sabe nada. Es decir, si es un conocimiento, no es acumulativo. Es cada vez más volátil", ahondó.
Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.
El narrador, que mostró más de una vez asombro por la cantidad de interesados que congregó la charla, compartió una experiencia en la que estuvo involucrado durante su adolescencia: "Tenía 15 años, y tomé dos litros de whisky. Y estuve internado en una situación, no sé si al borde de la muerte, pero muy complicada. Yo estaba seguro de que ese acto sin ninguna planificación fue por amor, pero no sé por quién", explicó el novelista.
Kohan, a su turno, habló sobre las aplicaciones para buscar parejas y su visión acerca del proceso de enamoramiento en relación con estas plataformas. La autora de "Un cuerpo al fin" mencionó que, en el proceso contemporáneo de conectar con otra persona a través de las aplicaciones, a veces puede haber una "ilusión del match", donde uno podría pensar que está ahorrando tiempo al evaluar las características de posibles parejas: "El otro tiene todo lo que vos querías en alguien y sin embargo vas al encuentro y no pasa nada. ¿Cómo se explica eso? Se explica porque no es el otro con sus características lo que me enamora, es lo que algo del otro hizo de mí", explicó la psicoanalista nacida en Mar del Plata en 1971.
Consultada por la coordinadora de la charla, Kohan habló sobre cómo el amor, el erotismo y el deseo pueden coexistir en formas complejas e impredecibles en una relación de pareja: "cada tanto se conjuga un acontecimiento y el erotismo también aparece cuando uno menos lo espera: la calentura, el deseo, el amor, no importa, después cada uno se las tiene que ver con eso", sostuvo.
La ensayista presentó al amor como una experiencia transformadora y arriesgada que implica ponerse en riesgo emocional y personal: "El amor, diría yo, es una experiencia transformadora en tanto y en cuanto hay algo que se pone en riesgo. Se corre el riesgo cuando uno se enamora. Y el cuerpo también se pone en riesgo cuando uno entra en contacto con otro cuerpo", sostuvo.
Por su parte, el autor de "El artista más grande del mundo" se refirió a sobre cómo el amor puede llevar a una sensación de megalomanía y poder en el enamorado, donde se crea un universo imaginario compartido con otra persona: "Es una actividad totalmente megalómana. Porque el enamorado siempre está agrandado. Es arrogante, cree que no hay nadie en el mundo que esté en esa situación. Construye esos edificios en el aire y los únicos que ven esa construcción son los enamorados. Entonces, la diferencia entre un emperador que dice 'vamos a hacer pirámides en el desierto' y los enamorados es más o menos la misma. Las diferencias son materiales. Pero la sensación de poder del enamorado es la de un rey. Después, obviamente, lo bajan de un hondazo", dijo divertido.
Kohan cuestionó la concepción convencional de éxito y fracaso en el amor basada en la duración de las relaciones y enfatizó la importancia de considerar la calidad y el impacto emocional en lugar del tiempo cronológico: "A mí siempre me llamó la atención porque se llama fracaso algo que se termina. Puede ser un final que uno no quiera, puede ser una tristeza, sí, más bien. ¿Por qué fracaso en esas categorías tan conservadoras de que si una pareja dura es un éxito y si una pareja termina es un fracaso?" se preguntó la autora de "Y sin embargo, el amor".
Ante una pregunta del público Kohan sostuvo que los discursos sobre el amor propio pueden contribuir a la creación de barreras y aislamiento entre las personas, y que es importante resistirse a la idea de que se puede controlar y gestionar cada aspecto de las relaciones y de uno mismo: "Alguna vez pensé que esos discursos del amor propio son más que amor propio, el amor de lo propio. Hay un deslizamiento ahí. No digo que uno no tenga que cuidarse, lo que digo es que esos discursos del amor propio lo único que producen es un sentido de la propiedad, de la soberanía de sí, como si uno supiera y pudiera, y todo el tiempo nos instan a eso, que podamos, sepamos, hagamos, controlemos, vayamos, pensemos, es decir, esto me suma, esto me resta, que son discursos de la gestión, de la administración, cuando en realidad la experiencia del encuentro con el otro es todo lo contrario: no sabés qué hacer" y agregó: "Además está la idea de que 'yo me cuido', entonces está lleno de gente acorazada que ni siquiera se roza, no se toca y esto vino antes de la pandemia" aseguró Kohan, quien además sugirió que en lugar de enfocarse únicamente en el amor propio es crucial mantener un equilibrio entre el autocuidado y la apertura a la experiencia y al encuentro con los demás.
Para Becerra "en la mente de alguien que se sumerge en este caos debe haber alguna forma de recompensa, aunque sea ilusoria. Desde mi perspectiva, el amor se asemeja a una colaboración artística, una obra en conjunto donde la pérdida es inevitable, como arrojar dos individuos en un tanque de ácido. Allí, las figuras humanas desaparecen, dejando tras de sí colores, las prendas, retazos. Es comúnmente sabido que en ese punto se forja un espacio de encuentro, una especie de conexión, y esto puede ser un tanto irónico", sostuvo el escritor, guionista y periodista.
Poniendo fin con sus palabras a la charla, Kohan criticó la tendencia a uniformizar y prescribir cómo deberíamos vivir nuestras vidas, resaltando cómo esto puede ser alienante y angustiante: "provoca muchísima angustia porque todo el tiempo esos discursos recaen sobre la idea de que se podría saber cómo, por ejemplo, ser madre, o sea, cómo hacer una buena maternidad. Todo se gestiona igual, los discursos son todos iguales y hay como un 'coacheo' permanente, en nombre del alivio, como si antes no supiéramos cómo ser una buena madre La maternidad, el duelo, todo aquello de lo que no sabemos cómo se hace es objeto de ese 'coacheo'", indicó.
"Está claro que no funcionaría y no sería tan masivo si uno efectivamente supiera cómo se hace. Me parece que en algún punto juegan con la desesperación, por ejemplo, de una madre primeriza", sostuvo la psicoanalista ante el aplauso de la sala colmada.
Con información de Télam