Con 48 entrevistas en profundidad y 22 telefónicas realizadas durante la pandemia, Javier Auyero y Sofía Servián llevaron adelante un trabajo que busca desnaturalizar certezas para, en cambio, "comprender e interpretar las maneras en que las personas, solas o en grupo, les dan sentido y lidian con la desigualdad y la destitución", aseveran en las primeras páginas de "Cómo hacen los pobres para sobrevivir", el libro que escribieron juntos.
-T: Se explicita la forma de trabajo y cómo se tomaron decisiones en función de la formación y los recorridos de cada uno. ¿Qué sienten que les aportó el otro en su trabajo?
-S. S.: Cada vez que yo no podía ver algo Javier me decía no, es por acá, fíjate, lee esto. Fue importante alguien de afuera y alguien de adentro para impulsarse mutuamente. En mi caso, cuando empecé tenía 20 años, estaba en primer año de la carrera. La metodología se ve recién en cuarto año y yo ya estaba haciendo entrevistas. Me ayudó mi formación académica pero si hoy quisiera hacer trabajo de campo en mi barrio completamente sola, sería mucho más difícil, me llevaría mucho más tiempo poder despojarme de todos mis prejuicios, mis sesgos por ser del barrio.
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-J.A.: En mi caso teniendo trabajo etnográfico previo tenia experiencia de cómo se hacían entrevistas y observaciones pero en este caso en particular, Sofia me dejaba ver a un nivel casi granular cómo funcionaban las estrategias, cosa que para un antropólogo, etnógrafo, un sociólogo se demora mucho tiempo en adquirir esa confianza. Ese paso estaba sorteado porque hablaban con ella como vecina, como amiga, eso por un lado. Por otro, a mí me ayudó a ver mejor, a ver más profundamente. Me ayudó también a cuestionar de parte de Sofía. Por ejemplo, pensé que sabía cómo funcionaba el clientelismo y ella con sus observaciones, sus preguntas me generó ruido en esa manera de ver.
-T: ¿Cuáles reconocen como los mayores obstáculos y desafíos?
-S.S: En mi caso fue más metodológico, ser mujer implica ciertos obstáculos. Era más difícil hablar con los hombres, había cosas que no querían contarme, ponían limitaciones pero a la vez ser mujer me permitió ir al comedor, abrir esas puertas porque eran todas mujeres.
Cualquier persona que va a hacer un estudio antropológico cuando va a hacer trabajo de campo tiene miedo que al hacer las entrevistas la gente no hable, no le cuente y estos sectores, que siempre han sido relegados, marginados, tienen una necesidad de contarte su vida, su historia.
-J.A.: En ciencias sociales muchas veces se escribe para que nadie lea. En este caso, intentamos escribir para que a alguien le importe y quiera seguir leyendo. Investigar bien tiene que ir de la mano con escribir bien.
Al principio, por un tema metodológico, el tema era ver el detalle de los presupuestos y gracias a la confianza que demostraba Sofía le dieron acceso a eso entonces queríamos ver de qué se compone un presupuesto. Eso fue un desafío. Hablar de los grupos marginados siempre implica un riesgo: o los resaltás y son héroes maravillosos que están combatiendo contra la injusticia o están hechos pelota, rendidos y navegar eso en la escritura siempre es muy difícil porque tenés la tendencia a realzar este aspecto u otro. Quisimos contar desde muestra perspectiva teórica pero siempre contar las cosas como son es problemático porque no satisfacés a nadie: ni a la gente del barrio, ni al académico, ni al nacional y popular ni al otro pero es un riesgo que hay que tomar.
-T: Cuentan que el título del libro iba a ser "Soñar con milanesas" y decidieron cambiarlo. ¿El que quedó sintetiza, representa, el trabajo?
-J. A.: El original original era "Cómo siguen sobreviviendo los marginados" porque hay un texto clásico que seguimos usando de referencia que se llamaba como sobreviven los marginados, está escrito en los años 70, justo se cumplen 50 años del trabajo de campo original hecho en México. Nos propusimos hacernos la misma pregunta pero a la editorial no le gustó, no le gustan los gerundios en los títulos, nos sugirieron esto y dijimos ok. El otro sonaba muy académico.
Con información de Télam