¿Qué lleva a un héroe de Malvinas a tomar pastillas para intentar suicidarse? la pregunta ronda luego de conocer las historias de los veteranos de guerra Reynaldo Arce, Darío Correa y Alberto Filippini contadas en el libro La Isla Interior (Editorial Marea) de Pablo Melicchio. Sin decirlo, la obra es una potente crítica a la guerra y una narración que desnuda las secuelas de por vida que llevan los argentinos que fueron obligados a combatir.
A 40 años de Malvinas, el autor -que además es psicólogo- cuenta la vida de estos tres hombres antes, durante y después de la guerra y analiza la culpa de los sobrevivientes y el pacto de silencio. Uno de los combatientes luchó en la costa de Malvinas, casi pierde un pie por el frío y vio morir a dos compañeros. Otro estuvo en el Crucero Belgrano cuando lo hundieron, quedó inconsciente por el ataque del misil submarino y enfrentó la muerte de cientos de sus compañeros. ¿Cómo se vuelve de ese trauma? ¿Hay forma de escapar al dolor?
Luego de contar el intento de suicidio de un ex combatiente, Melicchio escribe: "con la terapia lentamente aprendió a nadar para no ahogarse y fue dejando la culpa atrás, comprendiendo que ser un sobreviviente era una suerte, tal vez un milagro, sin dudas una posibilidad. ¿Por qué mi compañero me relevó diez minutos antes de la guardia y tuvo que morir en mi lugar? ¿por qué yo me salvé y tantos otros murieron? eran las preguntas que insistían pero que aprendió a soltar cuando comprendió que hay respuestas que se demoran o que quizás nunca llegan".
Melicchio reconstruye los hechos históricos sucedidos en la guerra como el discurso de Galtieri, las noticias falsas que aseguraban que Argentina iba ganando la guerra o la rendición total. También deja lugar a la interpretación psicológica del trauma al escribir que cada persona enfrenta los traumas de acuerdo a sus circunstancias, sus fortalezas, sus debilidades y su entorno de apoyo. "Cuando narramos un hecho del pasado, quitamos o agregamos imágenes y palabras, elaboramos versiones de lo vivido como de lo soñado. Somos lo que hacemos con lo que recordamos y soñamos. La personalidad es crear una versión y cambiar es reversionarnos", explica el autor.
En una entrevista con El Destape, Melicchio analiza el machismo imperante en la guerra, la importancia de la resiliencia y destaca el lado positivo del dolor.
-¿El machismo fue significativo en la isla con las torturas y los maltratos. Cómo opera en la mente de los excombatientes?
-En la guerra por las Malvinas, como en la vida cotidiana, el modelo de masculinidad hegemónico implicaba el ejercicio del poder, potenciado por los rangos propios de las fuerzas armadas. Bajo el imperativo de esos ideales, algunos militares ejercieron el maltrato físico y emocional de sus subalternos. A su vez, los excombatientes, moldeados en esos mismos patrones sociales y culturales de las identidades machistas, debían sostener, aunque no siempre les era posible, la dureza emocional, no expresar afectos, soportar el dolor. Con el paso de los años, el cuestionamiento de esas prácticas y creencias, y el armado de nuevas masculinidades, muchos veteranos comenzaron a expresar, se animaron a poner en palabras lo padecido, denunciaron las torturas y los maltratos recibidos, que no fueron sin consecuencias para la salud psicoemocional.
-Escribiste varias obras previas, ¿qué desafíos significó para vos este libro?
-Cada uno de mis libros es, de alguna manera, la continuidad de los otros, una búsqueda personal que no cesa, las mil vueltas que le doy a ciertas obsesiones, pero La isla interior resulta un hijo natural de El lado Norita de la vida, mi libro sobre Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo línea fundadora. Luego de tantas charlas con Norita, y con la gente, me quedó resonando el final de la dictadura, y Malvinas es ese puente, duro, sangriento, hacia la democracia. Empecé rastreando en mi memoria, pero como mis recuerdos eran limitados, tenía 12 años por entonces, emprendí la búsqueda en la memoria de los excombatientes. Me encontré durante varias jornadas con 3 veteranos, y ellos me abrieron sus historias y sus corazones. Fui pensando el libro desde los 4 elementos de la naturaleza, para tener una dimensión de la guerra lo más amplia posible. Desde ese concepto trabajé por tierra con el soldado Reynaldo Arce, por agua con el marino Darío Correa (ambos estaban haciendo el servicio militar obligatorio cuando fueron enviados a la guerra) y por aire con el aviador Alberto Filippini, el único de formación militar. Y el capítulo final es el fuego, que hace referencia a la importancia de cuidar y mantener la memoria encendida.
-Acerca de la composición del texto: ¿Por qué decidiste el relato cronológico de los hechos en cada caso?
-El libro tiene un punto de partida: mi memoria inicial, mis recuerdos parciales de la guerra. El epicentro de los relatos es el año 1982, pero luego, con los excombatientes entrevistados, necesité ir un poco más atrás, al pasado cercano a la guerra, remitirme a la previa, entender cómo eran sus vidas antes, para luego adentrarme en el durante y el después, hasta la actualidad y las consecuencias de haber luchado y ser sobrevivientes. Una vez que desgrabé las numerosas entrevistas, fui haciendo una suerte de ejercicio libre y creativo sobre los testimonios. Sin faltar a la verdad de los hechos, realicé, sobre las cronologías aportadas, saltos temporales porque, al modo de las sesiones psicoanalíticas, apelé a la asociación libre, al material que también me brindaba mi inconsciente.
-Qué consideración tenés acerca del concepto de resiliencia: ¿es importante para los excombatientes?
- El concepto de resiliencia está asociado a la capacidad que tienen algunas personas de trasformar lo padecido en algo positivo, no diría superar lo traumático, sino integrarlo, diluirlo en la personalidad. Ejemplo de ello son las Madres de Plaza de Mayo, o las Madres del Dolor, quienes fueron transformando sus dolencias en lucha, en búsqueda, en resistencia. Los veteranos de la guerra de Malvinas, reclamando sus derechos, buscando ser reconocidos, brindando charlas en colegios, prestándose para entrevistas, van sanando, alejándose del dolor silenciado. Es muy importante trascender ese dolor. El psicoanálisis nos enseñó, desde sus inicios, que la cura es por la vía de la palabra, y a los excombatientes se les impuso lo contrario: pactos de silencios y el olvido, en esa etapa primera de desmalvinización.
Cada veterano, como sus familiares y los familiares de los caídos, puedan trasmutar el dolor, sanar lo mejor posible, ser resilientes, y ese camino de sanación se inicia en la memoria, en sacar los recuerdos y contar lo vivido.
-¿Por qué escapamos tanto al dolor?
- Los seres humanos intentamos escapar de todo aquello que nos remita a nuestra condición frágil y mortal. Pero hay personas dolientes, melancólicas, que insisten en aferrarse al dolor. Pero si se quiere salir del dolor, es posible, y esa salida es por la vía de la elaboración del sufrimiento. El dolor, inicialmente, irrumpe y paraliza, es un intruso que nos desequilibra, que desgarra nuestra “normal” modo de ser y estar en el mundo, o en nuestra “zona de confort”. Sin embargo, el dolor, del que queremos huir, también puede ser un maestro, aunque a veces un poco severo, que nos invita a replantarnos cómo venimos viviendo, y ese tiempo de crisis ser fundante de cambios para ampliar nuestro horizonte de ser.
Los traumas, como los de la guerra, inicialmente son solo dolorosos, incomprensibles, con el correr del tiempo, mediante trabajos terapéuticos y con la contención amorosa de los seres queridos, pueden ir sanándose, integrando lo sufrido como parte de la personalidad. Cuando alguien dice soy un veterano de la guerra de Malvinas, ofrece una marca, una identidad, se reconoce para que lo reconozcamos.