Juan Carlos Baglietto festeja 40 años de trayectoria junto con sus compañeros de La Trova Rosarina en una gira con un show cargado de clásicos reversionados. En diálogo con El Destape Web, el músico se explayó sobre su presente artístico, el cuidado de su voz, la amplia variedad de géneros musicales que ha abarcado en su carrera y la implicancia de su música en su público.
El intérprete de El Témpano relató una conmovedora charla que tuvo con un excombatiente de Malvinas, quien le hizo saber el gran refugio que significaba su música durante la guerra de la que hoy se cumplen 40 años. “Me encontraba con excombatientes que me decían: ‘Yo escuchaba esas primeras canciones del disco Tiempos Difíciles metido en un pozo hasta que se me terminaran las pilas de la radio. Eso es impresionante”, esbozó el artista.
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¿Cómo te pegó mirar para atrás y ver que habían pasado 40 años desde que empezó todo?
- Tengo 65 ya, a mí me pegaron mal los 40. Después los 50 ya no, será que estaba acostumbrado. Pero en cuanto a lo de los 40 de La Trova, de la salida de mi primer disco, fue todo muy vertiginoso y no se detuvo. Entonces, cuando lo ves en perspectiva decís ‘wow, es una bocha de tiempo’ pero casi que me pasó inadvertido. Tuve la grata sensación de sentir que el tiempo había transcurrido pero que no me había hecho daño. Me siento activo, probablemente haya habido artistas tan o más talentosos que yo que no han tenido la oportunidad de que el público los acompañe y, después de 40 años, todavía estar activos. Entonces, no me ha pegado mal el tiempo en relación con mi vida artística.
Cuando vos estabas en el grupo de artistas que no había tenido la oportunidad de “pegarla” todavía, ¿pensabas que ibas a tener este futuro?
- No, yo he sido muy inconsciente siempre. No me imaginaba ni que iba a llegar hasta acá ni mucho menos. Soñaba con cosas pero no me imaginaba exactamente qué era, por ejemplo con grabar por primera vez, no sabía exactamente cómo era. Tenía pequeñas experiencias en estudios, pero grabar un disco seriamente como lo hicimos esa primera vez fue todo una sorpresa. Ni en pedo me imaginaba estar 40 años después hablando de esto.
¿Y tu inquietud por la música a qué edad empezó más o menos?
- Es un poco incierta la fecha. Pasa que a mí me mandó mi mamá a las trompadas a estudiar guitarra a los cinco años, yo no quería saber nada. Un chico a los cinco años lo único que quiere es jugar. Por eso digo que mi pasión por la música no tiene fecha de inauguración, es incierta. Supongo que a los 11, 12 empecé a sentirme involucrado en eso y a disfrutarlo, a sentir que lo estaba haciendo seriamente. Y de ahí en más, acá estamos.
La industria musical nacional tiene una base fuerte en Buenos Aires ¿en algún momento sentiste alguna dificultad mayor por ser del interior?
- A lo mejor el hecho de insertarnos, porque yo quería pertenecer. Además el tema de venir de una ciudad como Rosario, que si bien es grande, no se compara con Buenos Aires. Acá todo es gigantesco. Para nosotros viajar de una punta a la otra de la ciudad era, no sé, un rato, media hora, y acá te decían ‘vamos a Haedo que está acá nomás. Son un tren y dos colectivos’. Pero de a poco nos fuimos haciendo amigos de esta ciudad, que en lo personal terminé queriendo muchísimo. Me sigo sintiendo rosarino pero he aprendido a querer a Buenos Aires y no sé si viviría en otro lugar.
¿Cada cuánto tenés la necesidad de volver a Rosario?
- Pasa que también tengo ligaciones con Rosario. Tengo a mi familia, mis hermanos, mis sobrinos. Es más, trabajo con bastante frecuencia allá y tengo otras actividades que son extramusicales, que me han llevado a Rosario muchas veces. Obvio que la pandemia fue un garronazo para todos; dejar de ver a la familia y todas esas cuestiones. Pero viajo con bastante asiduidad. Sigo absolutamente conectado.
Volviendo un poco a La Trova, hace poco fue 24 de marzo, ha habido una conexión muy grande entre el inicio del grupo y el fin de la dictadura militar, ¿no?
- Sí, se dio una coyuntura sociopolítica que creó un ambiente propenso no sólo a lo que proponíamos nosotros, sino que también le dio la posibilidad a otros artistas. Un poco gracias a la poca inteligencia de prohibir la música cantada en inglés. Fue una oportunidad y se aprovechó, pero de todos modos a la música no la creó ni la dictadura ni la guerra ni nada de eso. Sentimos que, en alguna medida, pudimos haber colaborado a hacer un poco más llevaderas algunas horas. Yo me encontraba con excombatientes que me decían: ‘Yo escuchaba esas primeras canciones del disco Tiempos Difíciles metido en un pozo hasta que se me terminaran las pilas de la radio. Eso es impresionante. En general uno no tiene la verdadera magnitud de lo que pasa con lo que uno genera y, la verdad, es que es emocionante aunque sea momentáneamente haber hecho un poco más llevadera una situación que fue tan trágica y ridícula como la Guerra de Malvinas.
¿Llegaste a acostumbrarte en algún momento a que algunas personas te digan ese tipo de cosas sobre cuánto tus canciones las marcaron?
- Me sigue dando, en algunos casos, hasta pudor. Yo creo que se convive con esas cosas, por suerte. En el momento que a uno le falten, las va a extrañar. Como dije al principio, soy un tipo muy agradecido al público que nos bancó hasta acá, por esas expresiones de cariño.
La Trova está compuesta por un montón de músicos súper reconocidos, pero por algún motivo cuando se la nombra la primera cara que aparece es la tuya. ¿Por qué creés que es así?
- Por empezar porque La Trova fue una cosa emergente de mis primeros discos. Éramos un grupo de gente muy apasionada y yo era un poco la voz cantante. Los primeros discos salieron con mi nombre y La Trova como tal existió inmediatamente después. Supongo que será como pasa en la mayoría de los grupos, que la gente reconoce más al cantante que al bajista. Acá había un grupo, sobre todo, de compositores y la mayoría de ellos no se subían al escenario; ahí estábamos Silvina Garré, Rubén Goldín y yo. Esporádicamente subían algunos de los autores. Por ahí es por eso también que se relaciona directamente a La Trova conmigo, fui un poco la cara visible.
De hecho, no sacaron ningún disco de estudio bajo el nombre La Trova Rosarina.
- No, porque en realidad yo creo que no sabían muy bien cómo clasificarnos y nos mencionaron un poco haciendo un paralelismo con La Trova Cubana, sobre todo porque éramos un grupo de gente y cada uno tenía cosas en lo personal para decir. Era como un grupo de solistas. Además, en general, no nos hemos reunido. Salvo esporádicamente, Silvina y yo hicimos algunas giras, pero después no nos volvimos a juntar. En el 2019 nos reunimos orgánicamente en un par de actuaciones solidarias y de ahí surgió la posibilidad de ir a Cosquín, al Teatro Colón, al Gran Rex y salimos un poco de gira hasta que nos paró la pandemia. Un poco ahora retomamos eso hasta fin de año, con esta excusa que son los 40 años de la salida del primer disco.
¿Cómo es el show que están haciendo de gira?
- Es lindo (risas). Toda la primera parte es del primer disco, Tiempos Difíciles, y algunas canciones de un disco posterior a ese que se llamó Actuar Para Vivir y salió dentro del mismo año, a los seis meses del primero sacamos otro. Toda esa primera parte es tranquila y tiene que ver con esos dos discos. Y lo que sigue es un recorrido por canciones de distintas épocas y de distintos autores, inclusive algunas nuevas. Son canciones que nos han acompañado durante todo este tiempo, como solistas o como grupo. Es un espectáculo en el cual hemos laburado muchísimo las versiones, somos seis personas cantando y hacemos muchas cosas corales, de a seis. Eso le da un carácter bien distinto, respetando el espíritu de las canciones, eso le da un matiz diferente a las versiones nuevas. Tiene una puesta de luces y de video que está buenísima, que es conceptual. Estamos muy contentos de que suceda.
A lo largo de su carrera has abarcado muchos géneros: folklore, tango, ritmos más latinoamericanos. ¿Cómo fue eso? ¿Se fue dando solo? ¿Cada género requiere una preparación técnica distinta o es natural?
- En general son cosas que uno trae desde que era chico, como el folklore y el tango, pero que se resiste a eso durante una edad. Yo quería ser rockero, a pesar de que aprendí los primeros acordes en la guitarra con canciones folklóricas y me pasé toda mi infancia escuchando los discos de tango que mi papá ponía en el tocadiscos. Es información que va quedando y en algún momento aflora. Sale a la superficie y uno deja de evitar eso, que es parte de uno, y empezás a amigarte.
En cuanto a lo de la preparación, yo seré muy inconsciente pero creo que precisamente la diferencia que podemos tener haciendo tango, folklore y distintos géneros tiene que ver con no encarar esas músicas desde el mismo lugar en el que se han encarado tradicionalmente. Digo, con Lito Vitale hacemos tango pero no desde el lugar que lo haría un tanguero. Creo que eso genera un carácter y lo identifica. Acerca a la gente por ahí más joven, que capaz que no se acercaría al tango si no fuera por esto. No es una cuestión consciente, yo canto folklore, tango, música latinoamericana o rock con la misma impronta, el mismo espíritu y entrega.
Más allá de esto, lo que sí es muy notorio en tu voz es que es igual a cuando empezaste. La gran pregunta es: ¿cómo hacés para mantener la voz?
- Es raro, pero es cierto.
Es increíble, a los agudos los hacés igual.
- Sí. Yo no me cuido mucho, pero sí tengo una vida un poco más ordenada que hace varios años. Dejé de fumar en el 96 y no he vuelto a hacerlo, me di cuenta de que eso me perjudicaba muchísimo. Pero por lo demás supongo que es una cuestión genética, no soy de esos cantantes aplicados que hacen ejercicio antes de salir a cantar y se preparan. No hago eso y sin embargo tengo la condición vocal, supongo que es un don, no lo sé.
Muchas de las canciones que cantás fueron compuestas por otras personas. Como intérprete, debe ser una ardua tarea elegir un repertorio, ¿no?
- Sí, lo es. De todos modos, hay un denominador común: a mí me interesa lo que quiero decir y también cómo es dicho. Entonces hay un primer filtro, porque no me interesa decir cualquier cosa de cualquier manera. Hay cosas que por ahí están fuera de mi condición como artista. Por lo general, lo que hago es elegir canciones con las que me siento representado. Pienso que por ahí las historias que cuentan me pueden ser posibles, porque uno tiene que creer profundamente en lo que está diciendo. Y si estás diciendo una cosa en la que no creés difícilmente puedas convencer a alguien. Entonces sí, hay un nivel de dificultad pero también responde mucho el instinto en ese sentido.
¿Te has arrepentido en algún momento por alguna que rechazaste?
- No que haya rechazado sino por alguna que canté (risas). He hecho colaboraciones con otros artistas con los que tenía algún compromiso a nivel emocional pero las canciones no me gustaban. Lo he hecho por otros motivos, pero a la hora de elegir la música que grabo e interpreto siempre lo hago pensando en sentirme profundamente identificado.
Todas tus canciones tienen una carga importante en sus letras, ¿cuál es la que más te conmueve? ¿Tenés alguna?
- Ha sido por épocas. Muchas veces lo que me conmueve es lo que me produce eso. Por ejemplo, a la canción No olvides que una vez tú fuiste sol he tenido la oportunidad de cantarla en situaciones fuertes. Una de ellas fue en la Conmemoración que se hace todos los años del atentado a la AMIA y me apabulló el silencio de miles de personas. No pude terminar de cantarla, me pudo. Otra que me costaba mucho terminar de cantar por la emoción era una del Fander (Jorge Fandermole) que se llama Junio, que habla sobre el episodio de la matanza de Kosteki y Santillán. Eran dos muchachos que hacían activismo político y los mataron en la estación de Avellaneda. Es una canción tan bien escrita, no porque sea cruenta o sangrienta, sino porque es dramática desde la profundidad con la que están dichas las cosas. Me daba mucha congoja y me gustaba interpretarla, tuve que sobreponerme a eso y después de varias veces de hacerla pude cantarla.
La emoción depende del lugar y el momento. Cantás una de amor y, si estás bien, sentís una cosa ligera pero si estás mal te produce una patada directamente. La vida misma es eso. Cuando estás bien las cosas son más livianas que cuando estás mal. De hecho, uno tiene una gran predisposición a escribir cuando no está bien. Es como una catarsis, largar afuera esas cosas que no podés decir.
Es como un estado de sensibilidad máximo.
- Sí, es un estado de hipersensibilidad que no siempre es bueno. En el dolor pensás que estás escribiendo una cosa que es fantástica, la lees luego de que ese dolor haya pasado y era una telenovela berreta (risas).