Rodrigo Fresán con su última novela "El estilo de los elementos" no solo repasa su propia lectura individual, sino que recorre con personajes de ficción las diferentes ramas de la genealogía lectora de la Argentina y su tradición literaria donde se destaca el humor de los escritores "marmóreos", de sus argumentos y tramas divertidas, y una característica muy particular: el cuento es el gran género de nuestro país.
-T.: ¿Cuál es la gran novela argentina?
-R.F.: Me parece que no hay una idea de gran novela argentina porque también todas las grandes novelas argentinas parecen como fotografiadas en el momento del estallido, "Rayuela", "Adán Buenosayres", "Respiración Artificial", "Sobre héroes y tumbas", "El beso de la mujer araña", todas están hechas como una especie de, no digo culpa, pero sí como diciendo: "está bien, somos novelas, pero el cuento también nos interesa mucho". Tal vez también ahí tiene que ver la presencia de Borges que nunca quiso escribir una novela e incluso abjuraba de ella. En la tradición argentina existe más el desafío de escribir un gran cuento argentino que escribir una gran novela argentina.
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En el principio de las cosas, los tres hitos fundantes de la literatura argentina son "El matadero", de Esteban Echeverría, que se supone que es un cuento pero parece que fuera como un fragmento de algo más grande; "El Facundo", que no sabemos al día de hoy qué es exactamente; y el "Martín Fierro", que está escrito en verso por un hombre que nunca vio un gaucho.
Ya tenés desde el principio en la literatura argentina tres organismos extraños. Y además también, es la única en todo el mundo, en la que todos sus escritores marmóreos, canónicos, de algún modo frecuentaron el fantástico y el extraño. Entonces no hay ni siquiera pudor por el género, quiero decir... Por ejemplo, acá ahora cuando viene a España, Mariana Enríquez se la consideran una gran escritora del terror, que probablemente lo sea. Pero en Argentina no sé si es una escritora de terror, es una escritora... Porque nadie dice que "El informe sobre ciegos" el capítulo de "Sobre héroes y tumbas" de Sábato sea una novela corta de terror, ni "El Aleph" de Borges y ambos podrían serlo.
-T.: ¿Por qué decís que "El libro es el pescado y el lector es el pez"?
Porque el pescado es lo que te comes y lo que está ya listo para ser ingerido. Y el lector está suelto en el agua. Y el escritor es el anzuelo. Me parece que el libro es un objeto inerte, pero nutritivo, y que necesita de algo vivo para ser movilizado.
A la hora de defender la idea de la lectura por encima de la escritura, Land dice que la escritura es una lanza que se arroja una vez y que puede o no dar en el blanco, mientras que la lectura es un escudo que te va a proteger siempre, te va a resistir y además lo vas a tener siempre en el brazo, no tenés que arrojarlo.
-T. ¿Cómo te ves dentro de la tradición literaria argentina?
-R.F.: Es curioso, porque las últimas veces que fui a la Argentina, sentí que no soy considerado escritor argentino y en España no soy considerado escritor español ni argentino. Y la percepción que yo tengo mía es la de los extraterrestres de "Matadero cinco": soy un escritor "tralfamadoriano", de todas partes al mismo tiempo. Y me gusta mucho esa especie de no lugar omnipresente o de poder saltar de un lugar a otro.
Aunque muy buena parte de la literatura argentina se ha ejercido en el extranjero, en muchos sentidos, Cortázar, Wilcock, Puig. Pero hay ahí una especie de vocación de tomar una cierta distancia para poder ver las cosas más de cerca, tal vez
Por ejemplo, "El estilo de los elementos" no sé si pudiera haberla escrito viviendo en Argentina, más allá del tiempo transcurrido, que siempre el tiempo ayuda en muchos casos. Hay una cierta distancia en el libro que es la distancia de la memoria y la distancia del pasado que ya es parte mía también. No es solo ficción, es no ficción. Y hay cierto tipo de libro y cierto tipo de trama que me parece que exige eso un poco.
-T.: ¿Te divertís escribiendo?
-R.F.: Me divierto, pero también creo que ahí, en ese sentido, que es una de las pocas cosas de las que uno puede enorgullecerse en tanto argentino, es que a mí me parece que la tradición de la literatura argentina, me atrevería a decir un noventa por ciento es divertida. Borges es divertido y Cortázar es divertido, Arlt es divertido, Bioy Casares es divertido, Aira es divertido. En la literatura argentina siempre hubo una especie de actitud placentera frente a la literatura. Hay excepciones, como Ernesto Sábato. Pero también, de tan sufrido y tan sombrío, finalmente es graciosísimo.
Y además está el dictum de Borges en "El escritor argentino y la tradición" que siempre cito: "Nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no podemos concretarnos a lo argentino para ser argentinos: porque o ser argentino es una fatalidad, o ser argentino es una mera afectación, una máscara". En tanto escritores nos queda el consuelo de que nuestro tema es el universo entero. Y si tenés el universo entero es una invitación a salir a jugar.
Por esto, a veces me dan como pena muchos escritores latinoamericanos, los respeto y algunos son muy buenos, pero están casi obligados a ser testigos de su tiempo y de sus circunstancias y de su país. De la que se pierden.
Con información de Télam