María Fernanda Ampuero: "En la ficción hay más verdad que en la realidad"

12 de marzo, 2023 | 14.52

(Por Josefina Marcuzzi) Invitada por la feria “Leer” de San Isidro, la escritora ecuatoriana María Fernanda Ampuero, autora de “Pelea de gallos” y “Sacrificios Humanos”, reflexiona sobre la consolidación de los géneros fantástico y terror como terreno fértil para espejar la realidad, sobre el boom generacional de escritoras latinoamericanas y el impacto del feminismo y sobre su propio posicionamiento político en la literatura contemporánea: "Escribo desde la rabia", dice.

María Fernanda Ampuero llega al café arrasada por el calor porteño. No se imaginó venir de Ecuador y encontrarse con días de 35 grados en Buenos Aires en marzo. Tiene la sonrisa amplia y la mirada curiosa. Lo que se ve de ella es lo opuesto a su literatura: luminosa, viene recubierta por una especie de estela blanca, enérgica y brillante.

Ampuero nació en Guayaquil en 1976, es escritora y periodista y autora de los libros de cuentos de terror "Pelea de gallos" (2018) y "Sacrificios humanos" (2021), ambos publicados por Páginas de Espuma, y fue traducida al inglés, portugués e italiano. Vivió en Buenos Aires hace veinte años y esta es la primera vez que visita la ciudad como escritora de ficción.

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Cuando habla de feminismo, de racismo y de violencia patriarcal su luminosidad cede ante el pequeño monstruo que da lugar a todos los monstruos de su literatura. No soporta el mundo desigual en el que vivimos. Su mirada se tensa. Algo del terror en sus cuentos se proyecta en sus ojos. “Aprendes a cambiar de cara, como un animal que se vuelve más amenazador, como un puercoespín alerta”, dirá más adelante.

Nunca escribió una novela. Y todo indica que no lo hará. La tensión y el horror de sus historias sólo se sostiene en los cuentos, dice. Su visita estelar se completa con una cita el jueves 23 a las 18.30 en Libros del Pasaje (Thames 1762) junto a Mariana Enríquez y Gabriela Cabezón Cámara.

-Télam: En tus cuentos hay una mirada estética muy potente que se combina con una mirada política, y esto lo vemos en otras escritoras de tu generación como Liliana Colanzi o Gabriela Wiener. ¿La literatura opera como una suerte de voz generacional para hablar de ciertos temas?

-María Fernanda Ampuero: Toda literatura es hija de su tiempo y del espíritu de su tiempo. Nosotras somos hijas de mujeres que todavía tenían los mandatos, la culpa y el deber ser mujer. Vengo de una ciudad en la que había poco acceso a la literatura y mucho menos a la literatura escrita por mujeres. Se leía lo que había: hombres, blancos, grandes, gringos. Más adelante en el tiempo somos un poco producto de las redes sociales, del Me Too, del movimiento feminista y abortista. Una ola inmensa de latinoamericanas que empezamos a salir del cascarón. Logramos cosas y tiene que ver con una toma de consciencia propia y social de que hay muchas cosas que ya no vamos a dejar pasar. Pero luego, revisando para atrás, encontramos a Clarice Lispector, Elena Garro, Amparo Dávila, Alicia Yánez. Y fuera de Latinoamérica un montón. Estas inquietudes ya estaban ahí, eran el germen. Las Ocampo, "Cumbres Borrascosas", "Mujercitas", todo lo de Virginia Woolf.

T: ¿La literatura es un medio para hablar de todo eso, o esos temas atraviesan tu vida y por ende tu literatura?

F.A.: Yo escribo desde la rabia. Me da mucha rabia que haya niñas siendo secuestradas, violadas, acosadas, desaparecidas, toqueteadas en transportes públicos. No puedo abstraerme de eso. Aprendes a cambiar de cara, como un animal que se vuelve más amenazador. Como un puercoespín, con cara de alerta. Pero a mí me duele. Ojalá seamos la última generación de mujeres cabreadas, porque además no es mi naturaleza ser así, furibunda. Una vez alguien me preguntó si Pelea de gallos es el libro de mis sueños, el que hubiera querido escribir: por supuesto que no. Yo hubiera querido escribir un libro sobre perritos, una historia entrañable, luminosa. Porque creo que soy así. La palabra es mi ametralladora, la única arma que tengo... hay que usarla.

Ecuador lidera las estadísticas de embarazo infantil del mundo entero. Y a las niñas las embarazan sus padrastros, sus abuelos y sus primos. Y sigue la gente guardando silencio. Yo nunca he servido para eso. Me jode que entre todas las cosas que me han robado, me hayan robado la dulzura. Escribo un poco para vengarme y para vengarlas. El día que no sienta esto voy a dejar de escribir.

T: ¿Qué habilita lo monstruoso como metáfora, como herramienta para describir la realidad?

F.A: Como toda outsider que ha crecido en el lado B de la popularidad y del éxito con el sexo opuesto, siendo la oveja negra o el caso perdido, alguien que no es popular y que se pasa sólo con sus libros, pues hay algo de una entidad con los monstruos. De incomprensión, de que la turba enfurecida te persigue. Me gusta revisar cuál es el monstruo en verdad, y no es una cosa que me lo he inventado yo, lo hizo Mary Shelley y ya. El monstruo en verdad es Frankenstein, no su criatura. La criatura lo único que quiere es que le amen y acepten como es. Es interesante la idea del monstruo como el club al que pertenezco. Si me hubieran dado a elegir, probablemente hubiera elegido el de los monstruosos y no el de los populares.

T: ¿Estamos en un momento en que hay una puesta en valor del fantástico y del terror como géneros para hablar de la realidad?

F.A: Para mí es lo mejor que hay. Yo no soporto las comedias, los dramas me cagan, las películas históricas las detesto salvo que tengan zombies. Mis amigos me dicen que soy súper exigente hasta que me ponen algo de terror, y ahí sí leo y miro cualquier cosa. Las sagas malas me las veo igual. Porque crecí a finales de los 80 y principios de los 90, cuando el terror se volvió mainstream con Freddie, Halloween, Martes 13 y estos monstruos locos de George Lucas y Steven Spielberg que empezaron a hacer sus locuras de cine. Era una época gloriosa. Había contenidos de humor con cosas terror. Íbamos al cine sin saber quién era Ridley Scott o Cronenberg. Vimos El Resplandor, Stephen King, Brian de Palma con una fascinación total. Esa fue una de las narrativas más importantes de nuestras vidas. Venimos de ahí. ¿Entonces de qué vamos a escribir? Descubrimos muy pronto que era la mejor forma de contar las putadas y desigualdades del mundo.

T: ¿Cómo convive tu literatura con el boom de la autoficción?

F.A: Primero, no creo que exista. Toda la literatura tiene un porcentaje de autobiografía. Y toda literatura que supuestamente es "auto" tiene un porcentaje de ficción. Es una discusión estéril que se creó más bien en la prensa cultural. Marguerite Duras, Rulfo, García Márquez, Kafka, obsesionado hasta las trancas con el padre. El propio Flaubert dijo "Madame Bovary soy yo". Esto no es una cosa nueva. ¿Tú quieres buscar la verdad? Pues la ficción es más verdadera que la realidad.

T: ¿En qué sentido?

F.A: Hay una verdad que alcanzas con la ficción, porque tú creas tus personajes, hay un nivel de profundidad en la ficción que no puedes hacer con el periodismo. Porque en el periodismo hablamos con personas y reproducimos fielmente lo que dicen. Y las personas somos incoherentes, complejas, nos guardamos cosas, tenemos sentimientos encontrados. Los personajes no. Los personajes actúan caóticamente, contradictoriamente, por instinto. Los ves actuar y los ves pensar. Hay un nivel de verdad en la literatura de ficción que no se puede alcanzar con la literatura de no ficción. De verdad, no de realidad. Mis libros tienen mucho de experiencia… lo que pasa es que la parte de realidad no es la que la gente cree, y la parte de ficción no es lo que la gente cree. No está tan claro, es borroso.

T: En un momento en que los límites de la novela, cuento o ensayo están un poco borroneados vos seguís publicando tus textos en formato cuento ¿qué hay en este género para que siga siendo tu preferido?

F.A.: Me encanta el cuento porque me representa un esfuerzo de condensación, de sostener la tensión. Soy una gran lectora de cuentos y como latinoamericanos tenemos muchos referentes cuentistas. Sin ir más lejos, Borges. El cuento es el género primero, el que nació casi con el lenguaje. Me permite un juego con el lector que es confiar en él lo suficiente para que pueda vincularse emocional e intelectualmente con una historia que va a leer empezada y va a terminar de leer sin que termine. Va a entrar en un momento en la mitad o cerca del final. Muy similar a la poesía. Cada palabra tiene que pesar exactamente lo que tiene que pesar. En la novela tienes muchas más oportunidades de tropezar y volverte a levantar. En un relato no puedes tropezar porque perdiste al lector. Sostener como una cuerda de violín perfectamente tensa para que el lector esté como viendo a ver si la sueltas o no... .Y además los temas que trabajo y la angustia que intento generar es insostenible en una novela. Nadie lo soportaría.

T: Sos militante del feminismo anti-racial, estimo algo tendrá que ver el hecho de que seas una mujer ecuatoriana viviendo en España ¿qué desafíos tiene por delante todavía el feminismo?

F.A: Durante mucho tiempo las únicas que se podían pensar eran las académicas: mujeres blancas, privilegiadas, del primer mundo. Y por fin han podido tomar la palabra, de un tiempo a acá, las mujeres sobre las que se sostuvo la liberación de las blancas. De cada mujer blanca independizada, libre y trabajadora, pues hay muchas ejerciendo los cuidados. Sobre las espaldas de muchísimas mujeres se sostuvo el feminismo blanco. Nosotras leímos a las que leímos, sacamos las conclusiones, logramos pensarnos de otra manera, pero ya es otro momento. Es como el delirio del feminismo transfóbico: si ese es el movimiento, yo no voy a ser parte. A mí el feminismo me ha dado casi todo: amor propio, valor, fuerza, literatura. Pero ahí no voy. El feminismo transfóbico y racista es como los hombres. Se erige como la única voz autorizada. Una vez Camila Sosa Villada dijo algo como 'si no nos quieren en el feminismo nos vamos a otra fiesta'. Yo también me voy a esa fiesta.

Con información de Télam