(Por Ana Clara Pérez Cotten) Hoy y mañana les voy a provocar algo de lluvia, adelanta el escritor español Fernando Aramburu, conocido internacionalmente por Patria, al reconocer que tiene una suerte de vínculo misterioso con la lluvia que lo acompaña a donde va y que reaparece en Hijos de la fábula, la novela tragicómica que vino a presentar a la Feria del Libro de Buenos Aires, un texto en el que retoma el terrorismo de ETA.
Aramburu nació en San Sebastián en 1959, pero desde 1985 reside en Alemania. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, profesor de español, traductor, poeta y narrador, publicó en 2016 Patria, un libro que se convirtió en un fenómeno literario, fue traducido a 35 idiomas y llegó a ser serie por HBO. Mientras en ese gran bestseller contó la historia dramática de dos familias que vivían en un pueblo a poca distancia de San Sebastián, en un principio unidas por una estrecha amistad y después enemistadas por razones políticas y por la influencia de ETA, en Hijos de la fábula el autor se vale de los protagonistas para buscar matices interesantes en los terroristas e insiste con que se puede ser cruel y, al mismo tiempo, ridículo.
Asier y Joseba llegan tarde a la Historia: se entrenan para pasar a la acción armada cuando ETA anuncia un alto al fuego. En una granja avícola en las afueras de Albi, viven una vida quijotesca y se relacionan con los granjeros que los hospedan, Fabien y Guillemette, mientras esperan (y se preparan) para entrar en acción.
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A las 19, en la sala Victoria Ocampo, del Pabellón Blanco, Aramburu presentará "Hijos del a fábula" en la Feria del Libro durante una conversación con la periodista cultural Hinde Pomeraniec.
- Télam: En Hijos de la fábula retoma el terrorismo de ETA que había abordado en Patria, pero de una manera muy diferente. El lector se sorprende con un relato entre lo jocoso y lo tragicómico. ¿Por qué eligió ese registro para narrar la historia de Asier y Joseba?
- Fernando Aramburu: Fue una decisión consciente. Siempre supe que no escribiría Patria 2 porque hacerlo hubiera sido traicionar el desenlace de la novela. Y al mismo tiempo que concebí Patria se me ocurrió esta novela. Después de consultar con los amigos y con la familia, antepuse el proyecto serio o más dramático, que probablemente tenía una complejidad literaria mayor. Y después llegó el tiempo de efectivamente de escribir esta especie de comedia trágica o de tragedia cómica. Fue una aspiración antigua para la cual tuve que esperar algo de tiempo y así encontrar el momento adecuado porque sabemos que el humor entraña riesgos. Finalmente, me decidí a escribir esta novela después de que una víctima del terrorismo me dio su aprobación cuando le garanticé que en ninguna página aparecería en víctimas y que los protagonistas no generarían ninguna víctima en el curso de la historia.
- T: Las aventuras de los protagonistas provocan en el lector risas con el correr de las páginas. ¿Se río mientras escribía la novela? ¿Cómo encontró el registro justo?
- F.A: Sí, en general cuando escribo tengo la costumbre de reírme. Escribo determinado diálogo, de pronto suelto una carcajada y en mi casa, como ya me conocen, nadie viene alarmado. Pero no me podía reír mientras escribía Hijos de la fábula aun cuando era consciente de que algunos episodios podrían inducir a los lectores a la sonrisa. Porque en realidad, todo lo relacionado con ETA me causa dolor: crecí en la sociedad vasca y he sido testigo de muchos hechos dolorosos, sangrientos y trágicos. Y aunque reconocía que algunas escenas podían tener una repercusión cómica, no me apetecía reírme. La escribí con cierta seriedad.
- T.: Dice Asier, el más compenetrado del dúo de militantes de ETA: La disciplina por encima de todo. Esa es la primera regla del militante ¿Qué relación estableció entre disciplina y militancia ideológica, la gran fábula de la novela?
- F.A: La fábula entiende la realidad en función de un objetivo y si además el objetivo se debe consumar a través de una organización es necesario que cada militante esté comprometido. Entonces, la disciplina es necesaria como estrategia y también para garantizar la eficacia del proyecto.
- T: Han querido instrumentalizar Patria y siempre ha protestado cuando eso ocurre. ¿Qué opina de aquella pregunta por la utilidad de la literatura?
- F.A.: Creo que la literatura puede ser útil, pero creo que su utilidad no es calculable. Es decir, uno no puede escribir pensando bueno con esa novela, voy a solucionar los problemas económicos de mi país. Pero como lector he tenido la experiencia de que algún libro me haya dejado una huella honda o que me abriera una ventana a algún principio moral, que luego me ha sido útil también en mi vida privada o aprendí algo. Entonces sí, pienso que los libros son inútiles, pero que por otro lado pueden tener alguna utilidad que ya decidirá el receptor, el destinatario y no el escritor. Porque además, para que un libro sea útil tiene que ser leído por mucha gente y meternos con el éxito de un libro nos introduce por los senderos comerciales.
- T: En Hijos de la fábula hay referencias, más y menos explícitas, a otras obras de la Literatura. Hay pasajes en los que resuena El Quijote, otros en los que hay algo de Esperando a Godot y también algo kafkiano. ¿Es una suerte de juego que ensayó?
- F.A.: Efectivamente, establecí esta especie de diálogos porque uno al escribir establece conversaciones con las obras de sus mayores o con obras del pasado, a mí me causan un gran placer. Entonces, están en mis textos de distinta forma: en alusiones, en citas y en referencias escondidas. Los lectores no tienen por qué percibirlas, pero si las encuentran, tanto mejor. Hay episodios y hay diálogos que evocan obras como El Quijote o Esperando a Godot porque mis dos personajes están esperando algo que no saben qué es y que no llega, en un tiempo que queda suspendido.
- T: La idea de fábula en nuestra sociedad trasciende la militancia política. Tenemos la fábula de la religión y muchos relatos que articulan aquello en lo que creemos. ¿Qué pasa cuando la fábula se torna dañina?
- F.A: Bueno, ese es el gran problema y fue durante la escritura de la novela mi caballo de batalla. Nacemos y ya nos están contando una fábula sobre nuestra historia familiar y después las historias que nos cuentan nuestros padres moldean nuestra percepción del mundo. La religión, más tarde, nos impone ritos y costumbres. En la escuela, los maestros continúan contándonos fábulas. A los seis años todavía creía en los Reyes Magos y les exigía a mis padres que esa noche les dejaran un vaso de coñac en el balcón de casa porque hacía mucho frío fuera y los Reyes Magos me daban mucha pena. Con el tiempo puedo ver que mi padre se ha aprovechado de la fábula para beberse el coñac. La ideología o cierta convicción en relatos transmitidos y asumidos hace ver la realidad a través de esa lente. El problema no es que nosotros nos conduzcamos por la vida y nos relacionamos con los demás por medio de fábulas o de convicciones, teorías o creencias, sino cuando algunos se consideran legitimados a dañar a los demás para que su fábula se consuma. El terrorismo -y no solamente el que azotó al País Vasco- sino cualquier otro, ya sea de índole política o religiosa, es precisamente el ejercicio de la consumación de esto: algunos están convencidos de que su fábula es una verdad absoluta. Por eso, creen que eliminar al otro es lo correcto. Ante esto, tenemos que ser implacables: desmentirlo, cuestionarlo y deslegitimarlo. Es necesario hacerlo si realmente queremos vivir en sociedades pacíficas, democráticas y con derechos donde se respete también al que tiene otras fábulas.
- T: Esto resuena mucho en nuestro país, es una idea compleja. En el último tiempo resurgió la fábula de los negacionistas, personas que no reconocen los crímenes cometidos por el Estado durante la última dictadura militar. Usted vive en Alemania desde hace 40 años, ¿Cómo lidian allá con las fábulas negacionistas?
- F.A.: En Alemania está prohibido defender el Holacausto y es ilegal usar símbolos nazis. Es simplemente un delito. Ignoro si sería útil exportar esto, si sería útil. Ante eso, soy partidario de no abandonar lo didáctico. Hay que tematizar todas estas cuestiones, hablarlas en distintos ámbitos y escribir sobre ellas. ¿Para qué? Para llevar a los negacionistas al terreno en el cual se encuentran con problemas: el de la razón.
- T: Llegó a Buenos Aires e inmediatamente empezó a llover. En Patria era un elemento clave y en Hijos de la fábula también aparece la lluvia como si fuera un personaje. ¿Qué le ocurre con la lluvia?
- F.A: ¡Cómo desde mi llegada he sido tratado cordialmente por los argentinos, me pareció que de alguna manera tenía que corresponder y por eso hoy y mañana les voy a provocar algo de lluvia! En verdad, no puedo decir qué me ocurre con la lluvia porque no lo sé ni yo. Una universidad hizo todo un análisis literario de mi obra a partir de la idea de lluvia y sí, en mis libros llueve mucho y tengo una antología de poemas llamada Me gustaría llover. Creo que se me da bien escribir y sumar lluvia, es como si sumara un ingrediente a los problemas o conflictos que tiene un personaje. Está deprimido y, además, llueve. Tuvieron un accidente y, además, les pongo lluvia. Soy un autor lluvioso y con los años se ha ido reforzando esto de que llego a un lugar y, de repente, como por arte de magia se pone a llover.
Con información de Télam