Nazareno Casero regresó al teatro en la espectacular comedia Jardines salvajes, que cuenta la historia de una enemistad entre dos parejas de vecinos cuyos patios están separados por una verja. “En la primera lectura de la obra original de Jardines salvajes, de Karen Zacarías, me resultó difícil imaginar cómo sería adaptarla para el público argentino, teniendo en cuenta que la idiosincrasia y los quilombos que tienen las dos parejas protagonistas en un barrio de Cincinnati son muy diferentes a los problemas de acá”, remarcó Nazareno en un mano a mano con El Destape donde repasa su trayectoria, sus recuerdos “místicos” encarnando a Maradona, el proyecto que fantasea llevar a cabo con su papá y sus opiniones acerca de los comportamientos de las sociedades modernas.
- La obra parece una comedia clásica pero en el medio se hablan de temas como la ecología, el veganismo, se los discute desde las posiciones antagónicas. ¿Crées que estos son los temas que más le interesan a los jóvenes de hoy?
La ecología y las formas de alimentación son temas que actualmente se están debatiendo porque son formas de encarar la vida. Lo que me gusta de Jardines salvajes es que se habla de ellos sin andar señalando a quien pueda llegar a pensar o vivir diferente, porque de alguna manera es también cómo venimos educados, cómo venimos acostumbrados, cómo viven las sociedades. Entonces, si de golpe le echamos tinta a alguien porque no se aggiorno a los pensamientos de las sociedades actuales sería injusto. Creo que lo fundamental que tiene la obra es que ayuda a alimentar el pensamiento crítico y no castiga a nadie, sino que brega a la coexistencia. Dentro de las diferencias diametralmente opuestas, también existen puntos en común.
- ¿Y cómo ves “la coexistencia” de antagónicos en la sociedad argentina?
El problema de falta de coexistencia es algo que está pasando en el mundo, no solo en Argentina. Hablo desde mi época, pero yo creo que hace 200 años no teníamos Internet, pero era peor: entraban a un lugar y se mataban entre todos, sin importar edad o sexo. Estamos viviendo en un país muy polarizado y con diferencias difíciles de zanjar, pero bueno, es parte también de la humanidad. Si viviéramos todos felices y si estuviésemos todos de acuerdo, de la mano y fuésemos para un mismo lado, este mundo sería muy distinto al que habitamos.
- ¿En algún momento pasaste por situaciones parecidas a las de los personajes?
No tan similares a las de la obra, pero sí he tenido problemas con vecinos cuando era más chicos, donde vivía mi vieja. Situaciones menos graciosas y divertidas, pero nada demasiado traumáticas. Hoy, ya siendo más adulto,me parece que hay que poder bajarse del tren del conflicto un par de estaciones antes, creo que no hay que llegar a esos puntos o directamente activar con un abogado. Hay que evitar las situaciones que te quiten calidad de vida.
- Es complejo lo que planteás si se tiene en cuenta que vivimos en la etapa Twitter, donde estamos más estimulados para reaccionar y/o generar conflictos.
A mí me gusta mucho Twitter y me divierte mucho eso que decís, las peleas y como se contestan unos con otros. Me meto muchas veces a ver los comentarios y me divierto leyendo como gente desde el anonimato o desde una cuenta parodia dice cualquier cosa, y me parece que está bien porque también es una necesidad de las personas. Es difícil de parar. De alguna manera es como si fuese una fístula de pus que tiene que salir por algún lado. Considero sano que en Twitter se puedan decir barbaridades. No estoy a favor de legislar o regular Internet porque de alguna manera le va a quitar la magia que tiene Internet, donde pueden surgir cosas muy buenas y también cosas malas, pero eso ya va por parte de las personas. Yo no te voy a negar que me divierto mucho viendo como alguien desde una cuenta con una foto de un Playmobil dice cualquier cosa.
MÁS INFO
El clan Casero: infancia, familia, la fama de papá y la fantasía de un proyecto familiar
- ¿Cómo fue tu infancia?
Muy feliz, nunca nos fajaron a mis hermanas y a mí ni se motivó la cultura del castigo. Todo se trataba, justamente, de coexistencia. Había ciertas reglas pero nada limitante. Hasta los 8 años vivimos con necesidades económicas porque era una época complicada: mi viejo no tenía un gran laburo y mi vieja estaba abocada a cuidarnos. Dentro de todas esas necesidades fui feliz, no tengo traumas. Si me preguntás si tuve una infancia desde la óptica del hoy, posiblemente faltaron algunas cosas pero sería hacer un revisionismo un poco injusto con la realidad que pudieron darme mis padres, que ha sido buena a pesar de las situaciones en contra que hemos tenido.
- Después llegaría el despegue de popularidad de Alfredo Casero, tu viejo, en los ‘90.
Sí. Igual lo viví de una manera muy diferente a la que, quizás, puede transitar el hijo de algún famoso en la actualidad. Básicamente porque no había Internet ni la masividad que existe hoy, entonces sucedía que cuando ibas a algún lugar venían a saludarlo y de golpe era raro, pero era todavía un poco más artesanal. Salías en las revistas, en la televisión o en la radio, no había más. Hoy es todo muy rápido, de 0 a 100. Cuando uno es chico no entiende situaciones como ir a pasear a algún lado y que un montón de gente le hinche las bolas a tu papá; eso solo lográs entenderlo con el paso del tiempo. Eso sucede cuando sos famoso o conocido, la gente quiere tener ese minuto con vos porque te vieron en una película o en la tele. Creo que hay que ser más contemplativo y piadoso.
Mi momento de popularidad fue diferente porque de golpe tenía 12 años y me encontraba con que tenía que ser políticamente correcto con alguien que me venía a hablar y por ahí no te importa lo que te va a decir esa persona, más cuando sos chico que estás en la tuya.
- Con el apellido Casero en la cresta de la ola, ¿que te sedujo a probar suerte en los medios siendo un niño?
Creo que lo que más me sedujo de la televisión y el cine fue la posibilidad lúdica de desarrollarme: hacés todos los días algo diferente, no es un trabajo donde estés siempre en la misma locación y para un chico eso es divertido, es una novedad, algo diferente. También sucedía que tenía una puerta medio entreabierta, que estaba ahí y que tenía que trabajar por ello. Nunca pensé en esto hasta más grande.
Empecé laburando con mi viejo y a los 9 pegué una película con Agresti (Alejandro), que me había visto en Cha cha cha y me llamó para hacer un casting, después surgieron algunos otros trabajos y a los 15 años vino ese capítulo tan querido de Los Simuladores, El joven simulador. Ahí empecé a entender que esto es un trabajo divertido, que es difícil que no te seduzca así como también es difícil que no te encandile y “te pegues un palo” con eso. Lo que me salvó de eso último fue tener la referencia de mi papá.
- ¿Trabajarías en una película, serie o obra de teatro con tu viejo?
Sí, claro. Lo que nos pasa es que tenemos tiempos distintos y coincidir lleva mucho tiempo. También sucede que sale mucha guita hacer una película, una serie o una obra de teatro, es complejo que se den todos los factores para poder hacerlo. Nos encanta fantasear con la idea de poder hacerlo, pero los compromisos de cada uno son bien diferentes. Pienso que en algún momento se dará.
MÁS INFO
Ser Maradona, vivir como Maradona, sufrir como Maradona
- Se van a cumplir 3 años desde que encarnaste a Diego Maradona en una serie, evento que coincidió con su trágica muerte.
Diego murió al poco tiempo de que se grabase la serie, eso fue muy movilizante. Recuerdo charlar con mi novia y decirle “ahora vamos a hablar de Maradona en un mundo donde no está Maradona”. No era algo ordinario para nuestras vidas. Haber hecho de Maradona en la serie de Maradona fue un sueño y un gran desafío. Y sentí mucho miedo porque no quería fallar… la verdad es que Diego fue un personaje indómito viste, lograr un gesto o alguna actitud y que la gente, cuando viese la serie, dijese “uh, mirá, es Maradona” fue la mayor retribución conseguida. Todo lo que sucedió en su vida y cuenta la serie linda con lo fabuloso, lo fantástico, lo mítico y con lo místico, en muchos casos.
- ¿Qué momentos “místicos” viviste en la piel de Maradona?
Uno muy significativo fue cuando quedé en el casting. De pronto, toda la gente que me cruzaba me hablaba de Maradona. Es una boludez, pero también es muy interesante como una persona puede activar una caja de recuerdos de casi todos los argentinos. No conozco un argentino que no tenga al menos un comentario para hacer sobre Maradona. También, en Nápoles entré en un trance místico total: la gente me hablaba a mí como si fuese Diego. Loquísimo, como una posesión, yo era solamente el avatar de Diego pero a nadie parecía importarle (risas).
- Vos lo conociste a Diego…
En el año 2008 jugamos un partido de fútbol con él en La Paz y me tocó marcar a Evo Morales. Jugué contra “El diablo” Etcheverry, Cristaldo (Luis), figuras de la Selección de Bolivia. Lo conocí a Diego y opté por no sacarme una foto con él, ya que lo único que le podía regalar a una persona así era no hincharle los huevos. Me arrepiento hasta el día de hoy de no haberme sacado la foto (risas). ¡Encima se sacó con todos! Sí me firmó dos camisetas: una de Comunicaciones y otra que fue con la que jugamos ese partido.
De alguna manera, en esa situación de ver a tantas personas rodeando a Diego para una foto pude ver cómo ese cariño absoluto que recibía también podía ser un infierno. Nadie se detenía un minuto para saber si le iba a pisar el pie cuando le iba a pedir la foto, eso me marcó.
Jardines salvajes puede verse de miércoles a domingos en el Multiteatro (Avenida Corrientes 1283,CABA). Entradas en venta en boletería del teatro o por Plateanet.