Modesta dinamita no es una novela convencional. Usando el recurso narrativo de la primera persona y diferentes voces para retratar a un protagonista, el escritor Víctor Goldgel se dispone a contar la historia de Floreal, un imprentero anarquista. Por medio de pinceladas de su vida, reflejadas en adictivos capítulos en donde se mezcla la ternura y el humor con la violencia e incertidumbre de vivir en una Buenos Aires en disputa, la novela ofrece un minucioso análisis del anarquismo como movimiento político. En diálogo con El Destape, el autor presentó su último trabajo editado por el sello Blatt & Ríos.
- ¿Cuál fue la inquietud que te llevó a escribir Modesta dinamita?
Varias cosas y situaciones me llevaron a escribir Modesta Dinamita pero el horizonte que tuve en todo momento fue querer contar la historia de un anarquista, de nombre Floreal, con la motivación de poder entender qué fue el anarquismo como movimiento en la Argentina, e incluso qué significa hoy en la práctica.
Tuve un familiar, un tío de mi abuela, que se llamaba Floreal. Y era anarquista. Pero eso era lo único que yo sabía sobre esta corriente. La novela fue un buen proceso de aprendizaje que también me permitió imaginar cómo hubiese sido la vida de alguien como él, en la Ciudad de Buenos Aires, en la década de 1920.
- La novela es una ficción en la que conviven sucesos y personajes reales. ¿Qué cosas te llamaron la atención durante el proceso de investigación?
Realidad y ficción se fueron mezclando de tal manera que, hoy en día, me cuesta diferenciarlas cuando vuelvo a las páginas del libro. Los pequeños detalles me sorprendieron. Trabajé sobre conocimientos heredados y adquiridos que cualquier persona con intereses políticos en Argentina tiene: Simón Radowitzky, los anarquistas expropiadores estudiados por Osvaldo Bayer, el atentado a Falcón, aspectos y figuras bien conocidas de la época.
Otra cosa que me llamó la atención, por ejemplo, fue el hecho de que alguien como Silvio Gesell (padre fundador de Villa Gesell) tuviese una fama enorme en Europa como pensador de ciertas zonas de un anarquismo ligado a la propiedad y a la imaginación de un mundo sobre la base de libertades individuales y libertad privada. La verdad es que aprendí muchas cosas escribiendo Modesta dinamita.
- Me atrajo la decisión narrativa que tomaste: varios personajes cuentan la historia de Floreal, el protagonista.
Cuando terminé de escribir mi primera novela -en tercera persona y con una narración más lineal- quedé con la curiosidad de cómo sería explorar la primera persona y usar múltiples puntos de vista, algo que otros escritores a los que admiro saben hacer con mucho talento. De ahí que me propuse hacer este complicado proyecto. Poder encajar todas estas voces me llevó 10 años. Cada una era un mundo, una novela entera. Lograr que todas encajen es un trabajo artesano enorme.
- ¿Qué análisis hacés del anarquismo en la actualidad?
Es un movimiento heterogéneo que cada persona vive de manera diferente. Por un lado, está la caricatura de los anarquistas. Los piensan como personas que quieren, básicamente, destruir el Estado y la sociedad poniendo bombas. Esa caricatura de pensar a los anarquistas como terroristas es muy recurrente en los medios. Recuerdo que cuando Patricia Bullrich era ministra de Seguridad se utilizó mucho esa imagen demonizada de los anarquistas para pensar en el activismo mapuche. De hecho, hace poco circuló en Viedma un panfleto que hablaba de "anarco mapuches".
Por otro lado, está la gente que se inspira en principios anarquistas para organizar su actividad política. Desde organismos como la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), que tiene como principio básico mantenerse con una distancia absoluta con respecto al Estado, hasta personas que llevan el anarquismo a la práctica pedagógica en las aulas y proponen junto a los estudiantes la mejor manera de organizarse.