“En todo periodista anida un cholulo”, afirma Carlos Ulanovsky, a días de su debut en El Destape Radio con la vuelta de su histórico ciclo Reunión Cumbre, a partir del próximo sábado 5 de febrero a las 13 horas. El equipo lo completan Lupita Rolón y Lucha de la Calle, y la propuesta es la misma: generar un espacio radial que reivindique la entrevista y la curiosidad de periodistas e invitados. En diálogo con El Destape, Ulanovsky y Rolón hablaron sobre el programa, el oficio y la importancia de participar en medios bancados por comunidades de oyentes y lectores.
- ¿Cuántos años tiene Reunión Cumbre?
-Carlos Ulanovsky: Un montón. Todavía me acuerdo cuando empezó en la Metro como El disfrute de la semana. La estructura era la de un programa de entrevistas. Eso fue en el ’99. Recién cuando me mudé a Del Plata el ciclo adoptó la identidad de Reunión Cumbre. El primer título con el que salió al aire de la emisora fue La vida me engañó. Ahí ya había un intento de tertulia, un espacio en el que todos pudiesen conocerse. Esa fue siempre la idea. Soy un enamorado de la tertulia. Pasaron los años y cuando llegué a la 750 me avisaron que iba a trabajar con una tal Lupita Rolón.
- No la conocías
-C.U: No solo no la conocía sino que su nombre me transportó a los años que viví en México, donde Lupita es el nombre de la Virgen de Guadalupe. Hay millones de Lupitas.
-Lupita Rolón: Y encima mi nombre verdadero no es Lupita. ¡Es todo una falacia! Un nombre artístico que quedó.
-C.U: Lo cierto es que desde el segundo año de Reunión Cumbre en la 750, Lupita pasó a tener más protagonismo, con preguntas para todos los invitados y su propia sección, su Momento Lupe, que es una de las más importantes. Después, hay columnas muy buenas como Pescando en las redes –que es como una gacetilla hablada para difundir artistas y espectáculos- y El mundo necesita más cumbia.
-L.R: Ula es fan de la cumbia.
- ¿Cuáles son tus cumbieros preferidos?
-C.U: Sin dudas Los Wawancó, Los Palmeras y La Delio Valdez.
- Una de las particularidades del programa es la variedad de personalidades que confluyen en la mesa. ¿Lo perciben como una forma de mantener viva la curiosidad del oyente?
-C.U: Eso me parece fundamental. Siempre estoy al tanto de las novedades de los invitados que llevo a Reunión Cumbre, para escapar de los lugares comunes en los que caen varios programas de radio. Las preguntas como ‘hablame un poquito de tu libro’ son sinónimo de ‘flaco, no leí ni la solapa de lo que escribiste’. Y en el caso de Lupita es igual. Ella, por ejemplo, sigue esta misma práctica a la hora de encarar las columnas sobre mundos con los que no tengo vínculos, como el LGBT.
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- Bueno, el vínculo con el mundo LGBT también puede construirse en espacios de diálogo como el que proponen.
-C.U: Tal cual.
-L.R: En pocos lugares de trabajo sentí que podía hacer cosas y llevar temas así con total libertad.
- La pandemia trastocó los planes de hacer radio presencial, ¿cómo fue el proceso de adecuar el programa a las herramientas tecnológicas?
-C.U: Usábamos Zoom y eso evidenció mi escaso vínculo con lo cibernético. De pronto tuve que adaptarme a un nuevo mundo que desconocía. Pero bueno, zafamos. Durante esta etapa, Lupita tuvo una responsabilidad extra: fue mis ojos y mis oídos en el estudio. No podía hablar hasta que ella no me lo indicase. Me ayudó muchísimo.
- Dado el pronto debut en El Destape Radio, ¿qué opinión te merecen los medios bancados por sus oyentes y lectores?
-C.U: Me parece fascinante, un acto de avance democrático, enorme respeto y participación. Yo, ciudadano, estoy interesado en el mensaje de El Destape Radio y no quiero que ese mensaje se interrumpa. Por eso, en la medida de mis posibilidades, quiero contribuir a que eso no desaparezca. Me pone muy feliz estar en esta radio. Creo que la idea de medios que construyen comunidades es una de las más novedosas en los últimos años. Futurock, La Patriada y Tiempo Argentino son otros grandes ejemplos que se unen a la búsqueda que tiene El Destape.
Ligado al tema, me gustaría citar el ejemplo de Hernán Casciari, un tipo que admiro profundamente porque le encontró una respuesta al problema que carcome la cabeza de muchos periodistas: ‘¿cómo se puede ser más independiente?’. Casciari renunció a todos sus trabajos en diarios y revistas, y paso a depender únicamente de sus seguidores para mantener un ingreso. De hecho, ahora está produciendo una película con fondos recaudados. Es para aplaudir. Y un ejemplo para todos nosotros, que siempre fuimos dependientes.
- Tomando la idea del periodismo como herramienta para luchar por un ideal que se cree justo, ¿por qué creés que desde algunos medios se sigue insistiendo con la idea del periodismo objetivo?
-C.U: Hice docencia durante 10 años y una de las preguntas más frecuentes de los alumnos es si el periodismo tiene que ser objetivo o subjetivo. Yo soy de la idea de que el periodismo es esencialmente subjetivo, es el resultado de una mirada personal. Es como cuando te mandan a hacer una nota a Rivadavia al 2000, y vas desde Ayacucho a Junín recorriendo las calles, anotando los detalles, negocios, las cosas que vas viendo en el trayecto, para que cuando estés en la redacción y tengas que escribir la nota, consigas la mayor satisfacción a la que puede aspirar un periodista: que alguien te lea y diga ‘mira este tipo, vio muchísimas de las cosas que yo vi en Rivadavia al 2000’.
La radio, el oficio periodístico y los peligros de la fama
- ¿Cuáles fueron sus primeros acercamientos a la radio?
-L.R: De bebita mi mamá me ponía música y la radio. Era transportable, barata y ofrecía compañía. Nunca supe muy bien por qué quería ser periodista, pero tenía bien definido que quería estar en la radio. Y a pesar de que tenía problemas con la voz, me puse a estudiar para lograrlo.
-C.U: Soy ‘radiero’ desde niño. Tenía 5 años y mi madre escuchaba todas las noches, después de la cena familiar, en la cocina mientras terminaba de ordenar, un programa que se llamaba Entre tangos y boleros. Era un programa simplísimo. Crecí en esa casa, donde había muy pocos libros pero siempre estaba la radio. Recuerdo que también escuchábamos, como en misa, Que pareja, una sitcom que se daba en Radio El Mundo en la hora extraordinaria de 19 a 20. Más tarde, cuando empecé a laburar, la radio siempre fue un espacio muy atractivo.
En los ’70 hice mi primer programa al aire en Radio Municipal –lo que hoy es Radio Ciudad- con Silvia Rudni, una compañera que lamentablemente falleció. El ciclo se llamaba Jarabe de pico e iba los domingos. Con Silvia éramos dos detestables arrogantes que no entendíamos nada de la esencia de la radio. Por suerte, con los años fui entendiendo que la radio es calidez, cercanía, intimidad, confianza y, fundamentalmente, compañía.
- Hiciste televisión, gráfica y sos un periodista destacadísimo de la radio, ¿nunca te tentaste de caer en la fama y en las actitudes que a veces tienen los famosos?
-C.U: Por suerte, soy conocido y no famoso.
-L.R: Y escribió setecientos mil millones de libros, se dan clases en base a ellos, es un gran maestro (risas)
-C.U: Tengo frente a mi computadora un corcho en el que pongo frases y una de esas dice ‘el que se la cree, se jode’. Siempre laburé para no creérmela porque vi la reacción que eso genera en algunas figuras. Es terrible.
- ¿Ves tu trayectoria en retrospectiva?, ¿hay momentos de los que te arrepientas?
-C.U: Me arrepiento de muchísimas notas que hice en el pasado. En el ’96, cuando se hizo público que me iba de TEA, me llamó José Claudio Escribano, de La Nación, para saber si quería trabajar ahí. Pagaban bien en ese momento. Empecé trabajando en la sección Espectáculos y en la revista. Y hay algunas notas de la revista que me dan mucha vergüenza. En un momento se me dio por hacer notas a políticos y así llegué a entrevistar a Fernando de la Rúa, cuando todavía no era Presidente. Me pareció un tipo absolutamente detestable y me trató pésimo. Así como esa hay varias, tengo una lista con todas las notas que me avergüenzan.
- ¿Te quedó algo sin hacer en la profesión?
-C.U: La verdad es que hice todo lo que quise, siempre. Hasta fui movilero durante un tiempo que laburé con Fernando Bravo. Fue una de las peores experiencias laborales de mi vida. Ser movilero es espantoso. No ves el estudio, nada, me resultó muy difícil. Un día le dije a Bravo, ‘ya probé, me quedo en el estudio’. Y de ahí no me moví.