Para la época en la que zarpó, el Titanic era un barco insumergible por su increíble estructura. El inesperado choque contra un iceberg llevó a que 1500 personas muriesen en el hundimiento que se produjo entre el 14 y el 15 de abril de 1912. Una de las sobrevivientes que a bordo de uno de los botes fue Molly Brown, una hija de inmigrantes irlandeses que por un golpe de suerte se convirtió en rica. Lejos de sentirse cómoda dentro de la aristocracia, Molly fue una comprometida feminista que peleó por la igualdad de las mujeres. Un repaso por su historia.
John Tobin y Johanna Collins enviudaron en su juventud y cuando se conocieron, se enamoraron y se volvieron a casar. Con sus hijos de matrimonios anteriores, ensamblaron una familia a la que se unieron cuatro integrantes más, entre ellos Molly Brown. Nació un 18 de julio de 1867, hace exactamente 150 años. Margaret Tobin Collins, nombre de nacimiento, adoptó su nombre de casada con James Joseph Brown, con quien compartió la clase social trabajadora y el hecho de que ambos descendían de inmigrantes irlandeses.
Su historia de amor arrancó cuando ella, luego de trabajar cinco años en la tabacalera Tobacco Company Garth y cumplir los 18 años, decidió instalarse en la ciudad minera de Leadville, Colorado. Molly encontró trabajo en la tienda Daniels & Fisher Co, mientras que James Joseph trabajaba en las minas. "Me convencí de que estaría mejor con un hombre pobre que me gustase, y no con un rico que sólo me atrajera por su dinero", contó una vez. El azar o el destino quisieron que James Brown descubriese nuevos yacimientos de oro, volviéndose millonario con un 12,5% del capital social y un lugar dentro de la administración de Ibex Company. De pronto la feliz pareja se vio en un estatus socio económico alto, por lo que aprovecharon a viajar y mudar a la familia a una lujosa mansión en Denver.
El amor no fue eterno y luego de un divorcio en buenos términos, su ex esposo falleció luego de un ataque cardíaco. Molly se subió al Titanic el 10 de abril de 1912, a los 55 años. Si bien la historia del hundimiento del barco que iba desde Southampton a Nueva York ya es conocida, es interesante profundizar en el rol que tuvo Molly durante la tragedia y tras ella. Cabe señalar que según el libro El Titanic ha dejado de responder, de Gérard Piouffre, el bote 6, donde viajaba Molly, podría haber salvado a 40 personas más. Un detalle que señala aún más la desigualdad de clase y poder entre quienes sí pudieron salvarse y quienes murieron congelados.
Una vez que un barco los rescató, Molly hizo la lista de supervivientes, una colecta entre los ricos de primera clase y los del barco que los rescató, actuó como intérprete (hablaba francés y alemán), y al pisar tierra firme, cuando un periodista le preguntó cómo sobrevivió, su respuesta fue contundente. "Es la suerte de los Brown: somos insumergibles", dijo como homenaje a los inmigrantes irlandeses, a la clase trabajadora. Por ser mujer no la dejaron testificar en la comisión de investigación por el hundimiento. Sin importarle, contó su historia por entregas en el Herald Newport y cuando inauguraron en 1931 el Memorial de la Mujer del Titanic, puso en cuestionamiento el evento: "Si pedimos igualdad de derechos en la tierra, ¿por qué no hacerlo también en el mar?".
Como si fuera poco, Molly Brown participó en la histórica huelga de los mineros en Ludlow, se opuso a Rockefeller, peleó por el sufragio femenino, creó orfanatos, luchó por abolir el trabajo infantil, fue actriz de teatro entre París y Nueva York y contribuyó en los primeros años de 1900 a la publicación de las obras de Mark Twain en braille y en francés.
En 1932, murió dormida en una habitación del hotel Barbizon en Nueva York. Una autopsia reveló que tenía un enorme tumor cerebral y ella nunca lo supo. En la película de James Cameron, la interpretó la ganadora del Óscar a Mejor Actriz Kathy Bates.