Los "lectores de sensibilidad", un nuevo rol que se ocupa de sugerir si la representación de algún grupo en un libro puede resultar ofensiva o poco inclusiva, ha generado debates en el ámbito literario a partir de las últimas noticias que dan cuenta de que clásicos como la obra de Agatha Christie, Roald Dahl o las aventuras de James Bond, serán sometidos a un proceso de "adecuación" a la mirada de época.
-T.: ¿Qué pensás sobre estos intentos de "adecuación" sobre algunos términos en los libros de Roald Dahl o Agatha Christie?
-D.R: Es difícil, ¿no? Por un lado es muy contradictorio. Cuentos tradicionales que se tratan en la escuela también fueron reversionados, con la oralidad y el paso de los años. Me acuerdo que eran generalmente bastante violentos. Caperucita Roja: el leñador venía y le abría la panza al lobo y de ahí salía Caperucita; escenas shockeantes. La tradición oral los fue acomodando muchas veces. Ahora que desde una empresa empiecen a molestar palabras que usan los escritores me parece aberrante porque uno está haciendo todo un ejercicio de buscar muy precisamente una palabra y que corran cuestiones que tienen que ver con la discriminación, no hace que dejemos de discriminar ni que dejemos de abordar esos temas en el aula. Me parece incluso muy forzado esto de agarrar ciertos clásicos y pasarlos por "lectores sensibles". Se fuerza la lectura como si fuese una única posible lectura y que lo que tenemos que trabajar en el aula es la diversidad de lectura y los conflictos sociales también. Si nos dan la literatura absolutamente masticada y sin conflicto, incluso empieza a ser aburrido para los pibes, en comparación a otros medios que están habituados.
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A mi me pasaba con Cometierra que me decían: "¡Tienen escenas de sexo y los chicos de 13,14 años !". Y yo pensaba, para mis adentros, que mis alumnos todos estaban viendo "Euphoria", por ejemplo, apasionados. Entonces, ¿de qué me estás hablando? (Nota de redacción: "Euphoria" es una serie de Netflix sobre un grupo de estudiantes que transitan conflictos relacionados con drogas, relaciones sexuales, amor, y amistad).
Por un lado, creo que en la literatura hay que definir mucho estos movimientos porque para mí, muchas veces, son de censura maquillada del buen pensamiento y buenas intenciones. Eso me parece nefasto, de un empobrecimiento de lo que se puede abordar de la literatura, que justamente es ligado a la posibilidad de transitarlo todo. Y por el otro lado, le terminás dando algo que es como un producto, muy masticado y que después, cada lector, cada pibe, se encuentra esas problemáticas en la sociedad que las están tratando de borrar de la literatura y donde el vehículo son las palabras.
-T.: ¿Aparece una cuestión de moralizar a la literatura?
-D.R: Me parece terrible. Como un juicio de valores absolutamente impuesto, temporal y que mutila obras. A veces pienso: el día que lean "Cometierra" voy a estar en severos problemas. Me da risa. Son sociedades hiper violentas, que generan tiradores seriales que disparan en shoppings y en escuelas, y que después se ofenden por una palabra. No. Abordemos todo y que la literatura tenga también la libertad de abordar problemáticas, no censurar maquillado de buenas intenciones.
Con información de Télam